"Puta feminista”. Esa es la leyenda de la remera que quería conseguir, y consiguió, Griselda Siciliani. La frase no es un capricho de la protagonista de “Sugar” ni una provocación para llamar la atención mediática. “Puta feminista” es el slogan con el que se identifica un sector del feminismo que, hace algunos años, comenzó a ganar terreno en el debate teórico acerca de la prostitución que busca asignarle derechos laborales. La versión clásica de estas militantes considera al trabajo sexual como un sometimiento.
El tema se instaló con fuerza esta semana, luego de que Sofía Gala afirmara: "Prefiero ser puta antes que moza". La actriz, que encarna a una trabajadora sexual en la película "Alanís" se metió de lleno en un debate que divide al feminismo y sostuvo que para ella no hay diferencias entre trabajar como prostituta y tener cualquier otro trabajo: "Son todos laburos con los que uno se gana la vida de una u otra manera", explicó.
Aunque la posición de la hija de Moria Casán causó revuelo en el ambiente mediático, no es la única que decidió involucrarse. Unas semanas atrás, Siciliani había conocido a dos de las representantes más visibles de este sector. “Se interesó en la lucha de las trabajadoras sexuales y nos invitó porque nos quería conocer y saber más de la organización, además de tener nuestra remera para apoyarnos”, explicó María Riot, trabajadora sexual y miembro de la Asociación Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR). La tercera en la fotografía es Georgina Orellano, titular de la organización, que cuenta con 6.500 afiliadas y es una de las principales impulsoras de un proyecto que pretende regular esta actividad.
Debate interno
En Argentina, en los últimos años el feminismo comenzó a ganar espacios y tomó más fuerza en la agenda mediática, sobre todo a partir de lo que se generó con el “Ni una menos”. Sin embargo, este movimiento no es homogéneo sino que, en su interior, conviven diferentes posturas teóricas y la prostitución fue, desde siempre, uno de los temas que generó más divisiones internas.
El abolicionismo es la mirada que está en contra del trabajo sexual y que asocia la actividad con la trata de personas y entiende que en estas circunstancias la mujer termina sometiéndose exclusivamente al placer masculino. Esta fue la mirada mayoritaria en el ámbito académico nacional durante décadas. Incluso, en los albores del movimiento feminista nacional: en 1910, cuando se realizó el primer Congreso Femenino en Buenos Aires, Julieta Lanteri, una de las principales referentes, manifestó que la prostitución debía desaparecer ya que “es para la mujer moderna su mayor dolor y su mayor vergüenza”. Y agregaba: “La mujer nació siempre purísima y angelical, fue desviada de sus instintos naturales que la llevan a la maternidad y al cuidado de la prole, por la sensualidad y la ignorancia”.
Para Riot, uno de los principales rostros de la postura contraria, el feminismo en sus comienzos “colaboró en dividir a las mujeres en buenas o en malas. Por décadas, el feminismo más hegemónico dejó por fuera varias minorías: las trans, las lesbianas, las negras y las trabajadoras sexuales. Hoy eso, gracias a la militancia de esas personas y del pedido de un feminismo incluyente que no deje afuera a nadie, está cambiando, pero aún seguimos luchando por la inclusión de las putas. Feminismo en entender que todas merecemos derechos más allá de si nos guste lo que esa otra persona hace o si lo haríamos o elegiríamos para nuestras vidas”.
En este camino para visibilizar el trabajo sexual apareció Siciliani, que el 30 de agosto invitó a Riot y a Orellano a ver su obra de teatro con el pedido especial de que le llevaran una remera que dijera “Puta feminista”. Aunque en el pasado podía sonar imposible, hoy estas trabajadoras sexuales abandonaron el anonimato y la clandestinidad para posar para una foto en el camarín de un teatro de la calle Corrientes con la actriz más taquillera del momento.
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