A principios de este año, el verano pasado, NOTICIAS hizo una tapa profética con Cristina: “Por qué quiere ir presa”, provocaba el título. Los genios de siempre, a un lado y otro de la Grieta, nos tildaron de lunáticos, exagerados, retorcidos... también negaban por esos tiempos que la ex Presidenta tuviera la audacia de presentarse a elecciones, y calculaban que tenía pocas chances de sumar votos suficientes como para inquietar al macrismo y convencer al peronismo bonaerense de que la acompañe en la aventura electoral. Al cabo del año, pasó lo que pasó, lo cual desmintió muchos pronósticos esclarecidos. Pero lo cierto es que, en aquellos primeros días del 2017, CFK pasaba por su fase más histriónica, protagonizando un reality muy casero -captado con celular- para provocar y ridiculizar al juez Bonadio, a quien señalaba como el símbolo de la manipulación PRO del relato judicial.
Hoy asistimos a una catarata de efectos especiales activados en Comodoro Py, que van armando una película justiciera donde caen uno a uno los villanos que hasta hace poco gozaban del poder impune. Parece una cacería anti K, en un tiroteo que al menos por ahora solo deja en pie -herida pero todavía libre- a Cristina. Puede que todo este bombardeo de detenciones espectaculares sean el precalentamiento mediático que prepare el terreno para la detención de CFK, tan deseada y a la vez tan temida por el universo macrista: la opinión PRO permanece dividida respecto de la conveniencia de meterla presa.
Pero también podría pensarse -con ánimo maquiavélico- que se trata de un plan macabro para aislar a la ex mandataria en un presente sin futuro y sin pasado (glorioso). Un limbo amenazante que la neutralice para siempre, dejándola colgada en el oprobio eterno y decadente que atrapó, por ejemplo, a Menem. Basta observar cómo algunos incondicionales de otros tiempos (De Vido y D'Elía, los más notorios) la señalan como la reina de la traición. De la jefa de la década ganada, a la gran entregadora de los corruptos útiles. Esa mutación de la imagen de Cristina, especialmente a los ojos de su propia tropa, del peronismo en general, sin medios afines en pie para defenderla, podría ser el veneno más letal para terminar con la batalla cultural que llegó a liderar el kirchnerismo por varios años, y que amagaba con instalarse de modo permanente en la política argentina.
Acaso por eso, lo mejor que podría pasarle hoy a Cristina es, como a sus ex colaboradores, ir también presa.
por Silvio Santamarina*
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