No son días fáciles para ningún hincha de River o de Boca. Los 15 días que separaron el partido de ida con el de vuelta de la final de la Copa Libertadores fueron más que estresantes para los fanáticos de ambos equipos. Y se sabe que el Presidente se desvive por el Xeneize, por lo que el tiempo pasó lento para él también, tal como había anticipado. "¿Vieron que dije que si se daba esta final ibamos a estar todos tres semanas sin dormir?", se regodeó Mauricio Macri esta semana ante los suyos, satisfecho, al menos, por haber predecido el sufrimiento generalizado de los futboleros. Sin embargo, como cualquier acérrimo seguidor de ese deporte, el líder del PRO también tiene una serie de rituales que lo ayudan a mitigar la angustia de los partidos.
Una táctica que suele repetir, aún cuando está de gira, es encerrarse para ver el partido en soledad. Es lo que hizo el 31 de octubre, en la ronda anterior de la Copa, en la semifinal contra Palmeiras. Ese encuentro lo agarró en el medio de un viaje oficial a Córdoba, pero Macri no tenía planeado perderse el evento. Luego de reunirse con el gobernador Juan Schiaretti, el Presidente aprovechó la tranquilidad del hotel Howard Jhonson de la ciudad de Río Cuarto, y se aisló en una habitación para ver el empate de Boca contra el equipo brasileño. "Sólo salió en el entretiempo a charlar de trabajo y para hacer algún comentario del partido, pero después lo vio sólo", cuenta un funcionario que lo acompañó.
La necesidad de ver el partido de la manera más tranquila posible es una de las cábalas más viejas del Presidente. "A Juliana le pido que no me haga comentarios durante los partidos. Ahora ya se dio cuenta de que entro en un trance que mejor que no me hable", contó días antes del primer partido contra River, en una entrevista para Fox Sports Radio. Con su mujer, y con Antonia y Valentina, la hija de Awada de su matrimonio anterior, Macri vio el primer partido en la quinta de Los Abrojos. Para el encuentro de vuelta, en el que espera que Boca le gane al River del "culón" de Marcelo Gallardo -como lo definió-, el Presidente, como buen cabulero, va a repetir la formación familiar. Esta vez, a diferencia de la anterior, Macri lo seguirá desde el complejo presidencial de Chapadmalal, adonde llegó hoy. Quizás Macri lo lamente: durante el Mundial, el líder del PRO le reveló a los suyos que se iba a quedar a ver el encuentro de Argentina contra Francia en la Quinta de Olivos, como había hecho los partidos anteriores, sólo por cábala. Aunque aquella vez no le resultó, al Presidente no le gusta romper sus costumbres futboleras.
Pero hay veces que Macri no puede escapar de la compañía para ver a Boca. Le ocurrió eso durante, por ejemplo, las giras que hizo el año pasado a Estados Unidos y China. "Es impresionante como se mueve cuando está mirando los partidos. Se acomoda en el sillón, se levanta, da una vuelta. Y lo hace sólo por cábala: si ve que al equipo le va bien con él en una posición, se queda ahí, quieto. Otra que hace, si le hacen un gol la Boca, es cambiar el canal por otro que pase el partido", cuentan del entorno del Presidente. Sin embargo, una presencia que Macri extraña, y con el que se sentía cómodo para ver los partidos, es la de su amigo Eduardo Gamarnik, un empresario ligado al fútbol que fue un asesor clave del hijo de Franco cuando este era Presidente de Boca. Gamarnik, con el que Macri había visto muchos encuentros del Xeneize este año, falleció a fines de octubre.
Los que lo trataron cuando estaba al frente de Boca, durante los noventa, aseguran que sus cábalas eran mucho más insólitas. Una que repetía casi religiosamente era la de bajar a los vestuarios del local antes de los partidos, para codearse con el equipo y en especial para hablar con los directores técnicos. Un dato de color: quizás por casualidad, aunque más probablemente por cábala, casi todos los DT que pasaron por Boca cuando él presidía el club tenían un apellido que arrancaba con la letra "B". Bilardo, Bianchi, Basile, Benítez y Brindisi fueron el caso. Estuvo cerca de pertenecer a ese grupo el "Bambino" Veira.
Sin embargo, la cábala de Macri cuando dirigía Boca que más llamaba la atención era la que hacía durante los encuentros más difíciles, y en especial en los segundos tiempos: el actual Presidente se subía a su auto, sólo, e iba y volvía por la 9 de Julio. "Tenía calculado cuantas vueltas podía hacer en 45 minutos. Cuando lo agarraba un semáforo bajaba la ventana y le preguntaba a alguno que pasaba si sabía si Boca iba ganando", cuenta un hombre que lo acompañó en su gestión.
Parece que Macri sigue la máxima de Carlos Bilardo, el DT que llevó a Argentina a la gloria en 1986, que solía decir, en broma: "Las cábalas no existen, pero ayudan".
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