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COSTUMBRES | 11-05-2019 23:20

Realeza tecnológica para Archie, el bebé del Brexit

Mientras Gran Bretaña se aproxima al abismo, los ingleses se entretienen con el vástago real y los conflictos de su madre, Meghan Markle.

“Cómo pueden hacer las mujeres lo que hacen está más allá de la comprensión”, declaró embebido de pasión feminista el príncipe Harry mientras anunciaba solito y en la puerta de su casa, como cualquier hijo de vecino, el nacimiento de su primer hijo. El niño es el octavo bisnieto de la reina y séptimo en la línea de sucesoria al trono británico (un puesto por encima del príncipe Andrés de York). Su nombre es Archie Harrison Mountbatten-Windsor. Eso fue lo que anunciaron a la prensa a los dos días de nacido los felices padres, cuando lo llevaron al Castillo de Windsor para que lo conociera la reina (y los periodistas también).

El niño pesó 3, 650 kilos al nacer y los que quieran verlo de cerca tendrán que empezar a seguir la cuenta de los “royals” en Instagram (“sussexroyal”) porque allí tendrán imágenes en cantidad de aquí en adelante. En principio, allí se tuvo la primera noticia de su llegada al mundo. Una modernidad tecno bastante alejada de la flema real que sin perder el estilo, anunció la buena nueva a traves de dos mudos pajes que colocaron la pancarta oficial en un atril, en la puerta del palacio de Buckingham. Como si esto fuera poco, la contradictoria información entre la Corona y la prensa (a las 15 horas dieron un descolocado comunicado avisando que la duquesa había entrado en trabajo de parto, cuando el bebé había nacido alrededor de las seis de la madrugada), habla de la falta de cintura de la tradición frente a los métodos plebeyos de la nueva duquesa.

Pese a los rumores de que los padres evitarían la clásica presentación real del vástago, Harry y Meghan mostraron el niño al mundo y se deshicieron en halagos hacia su dulzura y tranquilidad. Vestida de blanco impecable, se notó a la madre profundamente conmovida y al padre, orgullosísimo. Lo único a lo que no accedieron fue a que le realizaran un primer plano.

Hollywood baby. Así como la brillantina hollywodense de la nueva royalty fascinó a los británicos por un tiempo, pronto sus atributos devinieron altamente criticables para las costumbres de los anglosajones del Viejo Continente. Las críticas comenzaron cuando la duquesa de Sussex voló en avión privado a Nueva York por cinco días para participar del baby shower organizado nada menos que por Serena Williams y Amal Clooney. La tenista y la abogada convocaron a un puñado de íntimos de la ex actriz a una costosa fiesta en el penthouse del hotel The Mark, en el Upper East de Manhatthan, considerada la habitación más cara de los Estados Unidos, con más de 1000 metros cuadrados de puro lujo a un costo de 75 mil dólares la noche. El exclusivo menú realizado por el chef Jean-Georges Vongerichten, responsable del restaurante del hotel con dos estrellas Michelin; los arreglos florales, la musicalización de la arpista Erin Hill, un carrito de algodón de azucar y el vuelo privado que llevó de vuelta a la embarazada al Reino Unido, entre otras cosas, sumó -según los cálculos del “Daily Mail”- la friolera de 430 mil dólares. La naturaleza "extraordinariamente costosa y extravagante" de la estadía de Meghan en la Gran Manzana, para realizar este festejo “tan americano y lejano a las costumbres británicas” -como criticó el ex asesor de la reina Dickie Arbiter- inquietó a la prensa británica, a pesar de que oficialmente se insistió en que se había financiado de manera privada. La seguridad, sin embargo, fue por cuenta de los contribuyentes.

Para aplacar la saña periodistica, que también dejó entrever las diferencias con su cuñada Kate, los fans de Meghan promovieron un baby shower online y de carácter solidario, en el que todo el mundo, incluso Middleton, estuvieron invitados a participar. Mediante el hashtag #GlobalSussexBabyShower se invitó a los usuarios de las redes sociales a hacer donaciones a instituciones benéficas “en honor a la compasión y el altruismo de la Duquesa de Sussex”. Los duques y “baby Sussex”( el apodo de sus seguidores y la prensa) agradecieron desde su Instagram. Una acción que los convirtió rápidamente en los primeros influencers de la realeza.

Mami zen. Si ser actriz, divorciada, con raíces afroamericanas y convertida en judía para contraer su primer matrimonio no fuesen atributos suficientes de la nueva duquesa, el deseo de que su hijo naciera en casa fue la cereza extravagante de la torta.

Apenas embarazada (algunos medios llegaron a insinuar que usaba una barriga falsa para llamar la atención) la nueva ciudadana británica acaparó los titulares por sus peculiaridades maternales, sobre todo en comparación con su cuñada Kate. La diferencia de estilo ya quedó patente en la decoración que habría elegido para la habitación que el bebé ocupará en Frogmore Cottage. Según varias fuentes, la antigua actriz se habría decidido por una paleta de colores neutral, alejada de los tradicionales azules o rosas y habría optado por pintura orgánica y vegana.

Fiel a su predilección por lo holístico, muy a tono con su origen californiano, a la hora de prepararse para el nacimiento habría recurrido a los servicios Ross Barr, una especialista en acupuntura, muy popular entre las celebridades. Además, habría estudiado una técnica de hipnosis que ayuda a aliviar los dolores en el trance de un parto natural. “El haber sido criada con yoga y meditación trascendental por su madre, es algo que forma parte del plan de parto de Meghan”, comentó entonces Vanity Fair.

Pero la polémica sobre la decisión por el parto casero se vio aumentada por la contratación de una “doula” para asistirla en el momento de dar a luz. Encargada de brindar apoyo emocional durante el embarazo, el parto y el posparto, la “doula” -según el diario británico “The Sun”-, rompe con todas las tradiciones de los royals británicos. La supuesta elegida para ocupar este delicado papel fue Lauren Mishcon, de 40 años y madre de tres hijos, que curiosamente esta casada con el nieto de Lord Mischon, el abogado que representó a la desaparecida princesa Diana en su proceso de divorcio contra el príncipe Carlos en 1996. La decisión trajo polémica porque muchos profesionales del sector sanitario critican la labor desempeñada por estas mujeres cuando sustituyen sin formación la labor de las matronas

A estas horas se duda seriamente de que su proyecto de parir en el hogar haya podido realizarse. Se comentó que un gran operativo de seguridad a último momento, la trasladó a un hospital común y corriente (con doula incluida) aunque los médicos reales aseguran no saber nada sobre el tema.

Nanny especial. En los últimos tiempos corrió fuerte el rumor de una mudanza de Harry y Meghan a Sudáfrica. La movida tendría por objeto alejar a la pareja de la constante tomenta de versiones a la que la somete la prensa del mundo.

Si hay una última regla para romper, esta será la de la “nanny”. Figura emblemática si las hay (aunque algunas veces ha sido piedra de escándalo para infidelidades extra curriculares) en la realeza británica, esta vez parece que sería suplantada por alguien bien cercano: la suegra de Harry. La madre de la duquesa, Doria Ragland, profesora de yoga, está instalada desde hace semanas en la casa del matrimonio y de su recién nacido nieto y según parece cuidará del pequeño cuando sus padres se ausenten.

Sea como fuere, por algún tiempo se extenderá cierto manto de piedad sobre la nueva madre y su pequeño conde de Dumbarton, (uno de los títulos que Isabel II le dio al príncipe Harry con motivo de su boda). Mientras tanto, Theresa May le prende velas a los santos para que Kate Middleton ningunee a su sobrino, que el abuelo Markle haga alguna aparición desubicada o que la misma Meghan imponga a su hijo alguna dieta moderna o le organice un bautizo con rock & roll. Que la furia anti-plebeya siembre sus frutos. Cualquier cosa vale con tal de quitarle la presión de un Brexit que tiene fecha para octubre y viene con parto complicado.

por Gabriela Picasso

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