Ambas acompañaron a Macri durante momentos importantes. Sin embargo, las dos lo hicieron de manera diferente y con sus armas. Juliana Awada e Isabel Menditeguy, a pesar de sus diferencias fueron trascendentales en la vida del presidente.
La hoy primera dama destaca hoy por su look descontracturado. Jeans y prendas sobrias en tonos claros. Apuesta por la sencillez sin estridencias y un cuerpo natural. En la década del 90, Menditeguy, acompañaba al entonces presidente de Boca Juniors situada en otra vereda. Vestidos ajustados al cuerpo para resaltar sus curvas y su escote y un cuerpo moldeado en el quirófano, con un considerable aumento de busto y retoques faciales.
Pero las diferencias trascienden lo visual. Menditeguy proviene de una tradicional familia argentina de muy buen pasar económico, su padre fue un eximio polista y ella pasó parte de su infancia en las estancias familiares. Para la familia de Juliana, el camino fue distinto y escalaron socialmente gracias al éxito del negocio familiar que arrancó siendo una pequeña tienda para convertirse en una marca.
De hecho, la propia Juliana comenzó a trabajar en la empresa familiar a poco de terminar la secundaria. Algo muy diferente a Isabel, quien luego de trabajar como modelo en Argentina y el exterior, volvió al país y retomó sus estudios. Licenciatura en Ciencias Políticas y maestría en Historia constan en su currículum, sin embargo, nunca ejerció profesionalmente.
Estos conocimientos en la gestión pública son los que llevaron a Menditeguy a ser una palabra de peso en los albores del PRO. Macri solía poner mucha atención a los consejos y opiniones que ella brindaba. Juliana, en cambio, no tenía vínculos con la política hasta que abrazó su rol de primera dama. Sonriente y siempre en primera fila en los eventos cumple un rol que fundamental que a Menditeguy le hubiera sido imposible. Su fobia a la exposición hubiera sido incompatible con ser la mujer del presidente.
por Daniela Bianco, Marcos Teijeiro
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