A mediados de julio del 2016, el mediático abogado, Víctor Stinfale, recuperó su libertad. Llevaba unos cincuenta días con prisión domiciliaria y setenta acumulando un odio marcado contra quién lo había metido preso: el fiscal federal Federico Delgado. Y, aunque en ese momento podía volver a su vida normal, su encono no dejó de crecer. Al punto de tener en su oficina, dentro de la planta de distribución de Speed de Ramos Mejía, una alfombra y un pizarrón dedicados a su principal enemigo.
La alfombra que Stinfale mandó a hacer cuando volvió a su oficina tiene estampada la cara de Delgado. La hizo poner a centímetros de su escritorio para pisarla con furia varias veces al día. Y en la pizarra que cuelga detrás de su silla, marca con un fibrón negro la cantidad de días que van desde el 3 de mayo del año pasado, cuando quedó detenido tras presentarse voluntariamente en el despacho del juez de la causa, Sebastián Casanello.
A Stinfale no le interesa disimular el odio que siente por el fiscal que fue removido de la investigación por la Sala II de la Cámara Federal, la que consideró que Delgado mostró “desinterés por descubrir la verdad”. Y así lo ha demostrado en cada entrevista que ha dio, donde se sale de sus casillas cada vez que le nombran a Delgado.
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