Si nos gusta el fútbol de veras (y nos gusta, de Maradona a Messi y tantos más) no debemos olvidar este nombre: Kilyan Mbappé. Hace poco era un niño. Tiene 19 años. Lleva la 10. Tan significativa para nosotros, pero es la de Platini, la de Zidane. También es millonario. Gana 17.5 millones de euros por año. En su caso, es el eje creativo y veloz de un equipo francés que juega con la convicción del orden, la practicidad y la simpleza.
Francia salió a jugar. Argentina, a pelear. Los nuestros pudieron demostrar más dignidad que talento, entusiasmados por el "rojazo" final a Nigeria. El balazo de Di María. La oportuna guapeada de Mercado. Y el 3-4 de Agüero, también mágico de algún modo: de cabeza, a espaldas de gigantes.
Rusia 2018 se termina para la Selección con junio. En Ezeiza 2018 espera la realidad. El ocaso generacional de una camada, con Mascherano, emocionado, declarándose "un hincha más" a partir de ahora, como símbolo guerrero. Aquí queda la mugre de una AFA híper-politizada, ultra-corrupta y sin rumbo dirigencial ni deportivo. Es lo que pasa cuando sólo importa la platita. La cuenta. El corto plazo. Desaparece el plan. Billetera mata galán. El deseo se hunde en el barro de una desilusión extraña, porque no sobreviene de una ilusión previa sino de la recurrente apelación al milagro. Una mano de Dios.
Hablo de la AFA. No del país. O sí.
Hemos elegido al fútbol como metáfora de nosotros mismos. Así estamos.
*JEFE de Redacción de NOTICIAS.
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