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MUNDO | 16-09-2019 11:59

Una comedia italiana: la vuelta de Conte al poder

El primer ministro pasó de presidir un gobierno de ultraderecha a encabezar un gabinete de centroizquierda con nuevos aliados.

El guapo de la cuadra terminó con un ojo en compota. Italia observó estupefacta a Matteo Salvini perdiendo la pelea que él mismo había comenzado.

Ni bien cayó en cuenta que había quedado fuera del poder que pretendía monopolizar, llamó a protestas intentando replicar la “Marcha sobre Roma” que, en 1922, le dio el poder a Mussolini.

Quiso sacarse de encima a sus socios en la coalición gobernante y fueron ellos los que terminaron sacándoselo de encima a él.

Revés. Hasta ese momento, Salvini era el dueño de la escena. Los italianos no veían semejante despliegue de ampulosidad y matonería desde los tiempos del Duce. Toda Europa observaba con perplejidad a ese ministro del Interior que acaparaba las cámaras y ostentaba ser el verdadero dueño del poder, minimizando al primer ministro Giuseppe Conte y a su socio en la coalición gubernamental, Luigi Di Maio. Por eso muchos italianos ovacionaron risueños, como si se tratara de un irónico paso de comedia, que al líder del partido ultraderechista La Liga le saliera el tiro por la culata.

En el 2018, el partido que nació en el norte del país había podido formar gobierno pero en alianza con el Movimiento 5 Estrellas, que había sido creado por el comediante Beppe Grillo como fuerza anti-sistema. La prenda de entendimiento entre Salvini y Di Maio, sucesor de Grillo en el liderazgo del M5E, fue poner como primer ministro a un “hombre de paja” que sacaron de claustros universitarios: Giuseppe Conte.

Pero desde un primer momento el líder de La Liga acaparó el escenario político, eclipsando a Di Maio y reduciendo a Conte a la insignificancia.

Actuaba como el verdadero gobernante. Su marca de identidad era la xenofobia convertida en acción gubernamental. Dueño absoluto de la política de inmigración, dejó barcos atiborrados de familias africanas flotando en el mar, mientras lanzaba brutales razias contra los indocumentados en toda Italia.

Esa política implacable y cruel le valió el apoyo de millones de italianos que miran al inmigrante como un invasor al que los políticos tradiciones no se atreven a echar. Tal apoyo social le permitió a La Liga ser la fuerza más votada en la última elección, superando ampliamente a sus socios en el gobierno.

Fallido. Salvini decidió ir por todo, intentando destituir al primer ministro y romper la sociedad con el M5E. En eso estaba cuando se produjo lo que no había calculado: Di Maio y Conte se confabularon entre ellos para que sea Salvini quien se quede afuera del gobierno. ¿Cómo lo lograron? Reemplazando en la coalición gobernante a La Liga por el Partido Democrático. La negociación que emprendieron con la fuerza que aglutina a las dirigencias de la centroizquierda tradicional, fue exitosa. Y el presidente Sergio Mattarella aprobó el nuevo gobierno.

Socialdemócratas y democristianos vuelven a ser parte del poder, asociados con el M5E. Y Giuseppe Conte pasó de ser primer ministro de un gobierno ultraderechista, a encabezar un gobierno de centroizquierda. Algo que sólo en Italia parece posible. Pero dos preguntas quedaron flotando sobre Italia. ¿Qué hará Matteo Salvini para tumbar a este gobierno al que considera “moralmente ilegítimo”? ¿Aceptarán las bases del 5 Estrellas el giro que dio Di Maio?

La fuerza política que creó Beppe Grillo expresaba el hartazgo de amplios sectores de la sociedad con la clase política y con la UE, pero desde posiciones más centristas que extremistas. Esta era su principal diferencia con La Liga, reciclaje del movimiento separatista lombardo fundado por Umberto Bossi con la premisa de crear La Padania, un estado independiente al norte del río Po.

El M5E coincidió con su socio ultraderechista en el euroescepticismo, el acercamiento a Vladimir Putin y el desprecio a la dirigencia política tradicional, pero no en el extremismo de ese socio que amasó poder actuando brutalmente contra los migrantes.

Aliado ahora con el Partido Democrático (la fuerza que nuclea a socialdemócratas, democristianos y poscomunistas), el M5E debe alejarse de Moscú y acercarse a Bruselas, negociando premisas presupuestarias acordes con los parámetros de la Unión Europea que Salvini se resistía a aplicar. Y eso no es todo. Deberá también desactivar en gran medida la política contra los inmigrantes que le dio popularidad a Salvini y convirtió a La Liga en el partido más votado de Italia.

Conte bis. Al recibir el respaldo del Parlamento, Giuseppe Conte anunció que Italia flexibilizará la política de inmigración y que vuelve a alinearse con la UE, aunque propondrá reformas al Pacto de Estabilidad europeo con el objetivo de potenciar el crecimiento económico.

Si Luigi Di Maio hace todo lo que debe hacer para consolidar el nuevo gobierno que comparte con el Partido Democrático, el M5E dejará de ser la fuerza anti-sistema y gobernará de manera similar a como lo hicieron Massimo D’Alema, Romano Prodi y Matteo Renzi.

¿Podrá, entonces, conservar la base de apoyo popular que había conseguido desafiando a la UE y respaldando el cierre de fronteras y las políticas antiinmigrantes?

De momento, lo que demuestra el tiro por la culata que se dio Matteo Salvini es que, a esta altura de la globalización en la que las incertidumbres de este tiempo engendran fuerzas anti-sistema y liderazgos demagógicos con discursos extremistas, los gobiernos que resultan del miedo y de la desilusión con las elites políticas, no resuelven las cuestiones de fondo. Por eso, para mantener el apoyo de sus bases, se ensañan con los inmigrantes como hace Víktor Orban en Hungría y como hizo el propio Salvini en Italia.

La violencia xenófoba convertida en acción gubernamental es el último recurso de los demagogos y de los ultraderechistas. A Matteo Salvini no le costaba nada, porque se formó y lidera una fuerza política que siente desprecio hasta por los italianos del sur.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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