Tras meses de una escalada verbal, Joe Biden y Vladimir Putin se vieron las caras en Suiza, territorio históricamente neutral. La villa de La Grange, a orillas del lago Lemán fue sido el sitio seleccionado para la primera ronda de reuniones. Allí, los mandatarios de Estados Unidos y Rusia fueron recibidos por el presidente local Guy Pamelin, quien les dio la bienvenida a la “ciudad de la paz”, dando lugar a la primera fotografía de la cumbre donde ambos líderes.
Que haya paz
Caminando lado a lado, Biden y Putin se dirigieron a la enorme biblioteca que preside el salón de La Grange, donde mientras eran fotografiados por la prensa, Putin agradeció a Biden “la iniciativa de reunirse”. Siendo esta una de las pocas declaraciones que se le pudieron escuchar al premier ruso quien explicó: “las relaciones entre Rusia y Estados Unidos tienen muchos problemas acumulados que requieren una reunión del más alto nivel y espero que nuestro encuentro sea productivo”.
Biden esbozó apenas una mueca cuando Putin hablaba, y luego ambos líderes estuvieron fríos. Sin embargo, ambos líderes coincidieron en descongelar la diplomacia. "En cuanto al regreso de los embajadores a sus lugares de trabajo (...) coincidimos en que este problema está resuelto, están regresando a los lugares de servicio permanente", expresó Putin en rueda de prensa tras el encuentro, que calificó simplemente como "bueno".
La fecha exacta del regreso de los diplomáticos es "un asunto puramente técnico", matizó el presidente impreciso.
Los embajadores ruso y estadounidense abandonaron Moscú y Washington en abril, después de que la Administración Biden impusiera una batería de sanciones contra el país euroasiático por sus "acciones desestabilizadoras", que incluían esfuerzos para socavar las elecciones de Estados Unidos y sus aliados mediante “actividades cibernéticas maliciosas”.
En aquel momento, la Administración estadounidense responsabilizó al Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia como el "autor" del ciberataque contra la empresa de software SolarWinds, que afectó a unas diez agencias del Gobierno estadounidense y más de cien empresas privadas a principios de 2021.
Escalada
Los últimos meses crearon un marco de sanciones diplomáticas mutuas entre Estados Unidos y Rusia, que empeoraron desde el envenenamiento y encarcelamiento del opositor ruso Alexei Navalny. Por eso la cumbre ha despertado grandes expectativas. Biden llegó a la cita centrado en maximizar su capital político mediante la vuelta al multilateralismo con sus socios históricos, relación que Trump había envilecido.
Previo a Ginebra, Biden emprendió una gira de recomposición de las alianzas económicas y militares con Europa. Y la primera parada del mandatario americano fue la cumbre del G7 en el Reino Unido. “Creo que hemos progresado en el restablecimiento de la credibilidad estadounidense entre nuestros amigos más cercanos”, marcó Biden al cierre.
Con la vuelta a la diplomacia habitual, el norteamericano presionó para que la declaración final del G7 incluyera críticas al uso de China del trabajo forzoso y otros abusos de los derechos humanos. Y tras el anuncio de que donará 500 millones de vacunas contra el Covid-19, Biden presionó para que el resto de los países del G7 lo imite. Parte de la estrategia estadounidense para contrarrestar las alianzas de las vacunas que tejió Rusia -pero también China- en los últimos meses (Argentina es un ejemplo).
En el siguiente stop de Biden en Bruselas, lo económico fue central en la reunión con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. Biden acordó congelar una disputa de décadas por ayudas estatales para Airbus y Boeing, para enfrentar en forma conjunta la competencia con China. Y la marcha incansable de Biden continuó en la OTAN, donde el mandatario sumó otro logro, cuando en la declaración final se calificó a China de “riesgo sistémico” para las democracias occidentales.
Contendientes
Vladimir Putin llegó a la cumbre en un contexto complejo. Si bien la diplomacia de las vacunas le ha servido a Moscú para ganar influencia geoestratégica, su búsqueda creciente de poder y dominio ha sido denunciada repetidas veces en la primera mitad del año y por varios motivos.
El mandatario ruso tiene varios frentes abiertos, como las enormes protestas contra el régimen de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, un férreo aliado que Moscú sostiene pese a la enorme represión en ese país. Otro frente es la constante tensión con Ucrania, por el apoyo ruso a las milicias ucranianas separatistas pro rusas. A lo que se suman las acusaciones de EE.UU. de hackeos a los sistemas de seguridad cibernéticos por parte de Rusia.
Putin, líder autocrático con más de 20 años en el poder, logró el año pasado una reforma constitucional que le permitiría mantenerse casi de forma vitalicia al frente del gigante euroasiático: su principal rival, Navalny, está encerrado en Siberia.
Claro que esto tiene costo en su imagen internacional, mientras que Biden, quien ha sacado ventaja de su enorme experiencia internacional, llegó fortalecido a la cumbre como campeón de la moral mundial: regala vacunas, y promueve impuestos a las grandes corporaciones.
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