La renuncia de todo el gobierno holandés presentada en la Haya por el primer ministro Mark Rutte ante el rey Guillermo Alejandro, desató un nuevo trance político en el país, en medio de la actual crisis de confianza en la monarquía. El escándalo de los subsidios que afectó a familias de bajos recursos, fue un duro golpe para el gobierno aliado de casa de Orange, que hoy tiene su nivel de aprobación más bajo en años, mientras muchos de sus súbditos se revelan en violentas manifestaciones ante las nuevas restricciones por la segunda ola de COVID19.
Aliado. El gobierno de centro derecha liberal de Rutte quedó en offside tras una investigación judicial -iniciada en 2014- por la abogada de origen español Eva González Pérez, quien demostró como el Ministerio de Economía -mediante Hacienda- reclamaba a aproximadamente a 26.000 familias (en su mayoría marroquíes o turcas) decenas de miles de euros por las prestaciones de guarderías estatales que no usaban, siendo estas acusadas falsamente de estafar al Estado: algunas familias fueron obligadas incluso a pagar hasta 100.000 euros de multa, y muchos padres debieron endeudarse e incluso perder su residencia por embargo.
El escándalo fue de tal magnitud que se formó una comisión parlamentaria, y dicho órgano llegó a la conclusión de que “hubo una falta institucionalizada de imparcialidad” (señala indirectamente un cierto prejuicio xenófobo hacia esa familias). Y motivó la renuncia de todo el gabinete nacional, medida que sin embargo puede leerse como una jugada de preservación política, avalado en parte por la monarquía con la que Rutte siempre ha tenido buena relación (el premier mostró su afinidad con la reina consorte Máxima Zorreguieta en Argentina, durante el G20 del 2018).
Rescate. Al aceptar la renuncia del gobierno, el rey evitó que el Rutte y su equipo sean objeto de un voto de censura del Parlamento, con las elecciones del próximo 17 de marzo a tiro. Una encuesta de I &O Resarch publicada por De Telgraaf reveló que solo el 8% de los holandeses estaba de acuerdo con pedir la renuncia de todo el gabinete, por lo que a pesar de las crisis, el partido de Rutte tiene aún altas chances de salir airoso y lograr una victoria en dos meses.
Pero la buena imagen de la casa real de Orange, a diferencia de la del premier, sufrió fuertes golpes a su popularidad. El primero fue en agosto del 2020, a causa de una foto donde Máxima y Guillermo se mostraron sin distanciamiento social y sin barbijo junto al dueño de un restaurante en sus vacaciones en Grecia. Y luego en octubre, se desató una nueva polémica a raíz de nuevas fotos de la familia real de vacaciones en su villa de Kranidi, en el Peloponeso griego, mientras Holanda transitaba una cuarentena parcial, donde el gobierno recomendaba no viajar al exterior.
La familia real debió volver inmediatamente pero el impacto a su popularidad se evidenció en un sondeo realizado a fines de diciembre del 2020 por el programa Nieuwsuur de la TV pública holandesa: mientras en abril la aprobación de la monarquía era de un 76%, en diciembre solo era del 47%.
Cierres. El fracaso en Holanda en la contención de la segunda ola de la pandemia -mediante un confinamiento parcial iniciado el 14 de diciembre-, obligó al gobierno a declarar un cierre total que entró en vigencia el 13 de enero, y se extenderá hasta el 9 de febrero. Lo que significa un revés más para la economía y el humor social, que ya venían afectados por el cierre de actividades no esenciales.
Esta tensión económica y social terminó de explotar el domingo 17 cuando miles de holandeses marcharon en Ámsterdam, al grito de: “¿Qué queremos? ¡Libertad!”.
La manifestación fue de tal magnitud que se salió de control, generando choques violentos entre policías y manifestantes, que las fuerzas de seguridad intentaron controlar mediante hidrantes. La muchedumbre fue dispersa finalmente a golpes de escudos y avanzando con caballería, desenlace violento que complican al gobierno y por elevación a una monarquía holandesa afín, que busca no dar más pasos en falso.
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