La muerte del periodista de Al Jazeera, Anas al-Sharif, ocurrida el domingo junto a cuatro colegas durante un ataque aéreo israelí frente al hospital Al-Shifa, en Gaza, provocó repercusiones internacionales y renovó las críticas a la estrategia militar de Israel en el enclave. Según la cadena catarí, el grupo se encontraba en una zona identificada como área de prensa cuando un proyectil impactó la carpa que utilizaban para trabajar.
El Ejército israelí reconoció la autoría del bombardeo, pero aseguró que Sharif era el líder de una célula de Hamas implicada en ataques con cohetes contra territorio israelí. Tanto el periodista como Al Jazeera habían negado previamente cualquier vínculo con la organización. Y la presentación de este tipo de acusaciones no es nueva: en otras ocasiones, Israel ha señalado la supuesta infiltración de milicianos en áreas civiles o entre profesionales de prensa como justificación de sus operaciones, sin aportar pruebas concluyentes.
Repercusiones
Compañeros de Sharif que estaban cerca del lugar describieron la acción israelí como inmediata y letal. Wadi Abu al-Saud, periodista palestino, relató que el ataque ocurrió segundos después de que terminara una llamada, y que la explosión alcanzó directamente a la carpa de Al Jazeera. Imágenes posteriores mostraron a colegas trasladando los cuerpos. Algunos de ellos anunciaron públicamente su retiro de la cobertura, argumentando que las condiciones actuales hacen imposible informar sin exponerse a un riesgo mortal.

El funeral, realizado en Gaza, reunió a familiares, compañeros de trabajo y vecinos. La periodista Islam al-Za’anoun, de Palestine TV, señaló que el episodio marca un punto crítico para la profesión en el territorio. Otro colega, Bilal Abu Khalifa, recordó que Sharif era consciente de que figuraba en listas de posibles objetivos, y que había manifestado su decisión de permanecer en Gaza pese al peligro.
La última declaración conocida de Sharif, escrita meses antes y difundida tras su muerte, afirmaba que nunca había dudado en relatar los hechos tal como los veía, a pesar de las amenazas y las pérdidas personales sufridas durante la guerra.
Coberturas. Desde octubre de 2023, Israel ha restringido la entrada de prensa internacional a Gaza, lo que ha dejado la cobertura casi exclusivamente en manos de periodistas locales. Organizaciones como el Comité para la Protección de los Periodistas registran al menos 186 trabajadores de prensa muertos desde entonces, mientras que las autoridades gazatíes elevan esa cifra a 238. Israel niega ataques deliberados contra periodistas, aunque las cifras y la recurrencia de los casos generan cuestionamientos.
Un informe académico del proyecto Costs of War, de la Watson School of International and Public Affairs, señala que en Gaza han muerto más periodistas que en conflictos como las dos guerras mundiales, Vietnam, Yugoslavia o Afganistán combinados.

Las reacciones oficiales incluyeron una declaración de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, que calificó el ataque a la carpa de prensa como una posible violación grave del derecho internacional humanitario. Y en el Reino Unido, un portavoz del líder laborista Keir Starmer recordó que la normativa internacional protege el trabajo de los periodistas en zonas de conflicto, y pidió a Israel garantizar condiciones seguras para la cobertura.
Denuncias
Al Jazeera acusó a Israel de intentar silenciar a la prensa antes de una eventual ocupación total de Gaza, mientras que Reporteros Sin Fronteras solicitó la intervención de la comunidad internacional para investigar el caso.
No es la primera vez que Israel apela a la acusación de infiltración de Hamas para justificar ataques que generan controversia internacional. En mayo de 2021, un bombardeo destruyó el edificio Al-Jalaa en Ciudad de Gaza, que albergaba las oficinas de Associated Press y Al Jazeera. El ejército sostuvo que el inmueble era utilizado por la inteligencia militar de Hamas, pero no presentó evidencias públicas verificables. En agosto de 2022, durante una ofensiva contra la Yihad Islámica, periodistas locales denunciaron que varios equipos de prensa fueron atacados en zonas sin actividad militar visible. En esos casos, también se aludió a la presencia de combatientes ocultos.

Incluso fuera del ámbito mediático, el patrón se repite. Diversas ONG internacionales han documentado incidentes en los que la Fuerza de Defensa de Israel justificó ataques contra convoyes humanitarios o instalaciones de la ONU alegando la presencia de milicianos o depósitos de armas, sin que posteriormente se difundieran pruebas concluyentes.
Sin pruebas
Este argumento, utilizado reiteradamente, funciona como un recurso político y comunicacional: desplaza el foco de la acción militar hacia la supuesta responsabilidad de las víctimas por su vinculación con Hamas, dificultando el consenso internacional para exigir explicaciones formales.
La muerte de Sharif y sus colegas vuelve a situar el foco en la disputa por el control de la información en conflictos armados. La acusación israelí de que los periodistas eran parte de Hamas, presentada sin evidencias verificables, se suma a un patrón de señalamientos similares utilizados para justificar ataques que han causado víctimas en la prensa local.
En un escenario donde el acceso del periodiso independiente es limitado, la labor de los reporteros palestinos se ha convertido en la principal fuente de imágenes y testimonios, y cada pérdida reduce la capacidad de documentar los hechos en el terreno.
Mientras no se permita una verificación externa, la narrativa seguirá dependiendo de las versiones oficiales y de los pocos testigos que permanecen, con el riesgo de que los vacíos de información se conviertan en silencios permanentes.















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