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MUNDO | 16-10-2020 11:51

Guerra en el Cáucaso: quiénes apoyan a los armenios y quiénes a los azeríes

La aparición de Turquía detrás de los avances de Azerbaiyán, divide aguas. Irán podría apoyar a los armenios.

Armenia es un país pequeño y sin riquezas. Azerbaiyán la duplica en territorio y es una potencia petrolera. Pero en el mundo, los armenios son más conocidos que los azerbaiyanos. La razón es la diáspora.

Tanto el tamaño diminuto del país en Transcaucasia como el conocimiento de los armenios en Occidente y buena parte del mundo, se explican a partir de las limpiezas étnicas y exterminios que redujeron el mapa de Armenia y la presencia de esa antigua nación en Asia Central, dispersándola por el mundo.

Fortalecen ese brazo exterior de Ereván, la integración y el prestigio de las colectividades armenias en los países donde crecieron. Pero la diáspora en sí misma es una prueba de razón en su reclamo de no dejar sola a Nagorno Karabaj.

Los azeríes no fueron expulsados de sus tierras porque son una nación turcomana y el imperio otomano era un Estado turco. Por eso el gobierno de Turquía está detrás de la ofensiva azerí sobre Nagorno Karabaj. Y es esa visible influencia del “sultánico” Recep Erdogán sobre el presidente de Azerbaiján, Ilham Aliyev, lo que incrementa el temor de los habitantes del enclave armenio que Stalin puso dentro del mapa azerbaiyano.

Mientras clausuran el secularismo republicano que había impuesto Atatürk, las reminiscencias otomanas de Erdogán están expandiendo la influencia de Ankara hacia el este, sur y suroeste.

En Chipre reavivan el conflicto a través de acciones del Estado turco-chipriota creado en el norte de la isla nueve años después de la invasión de Turquía en 1974, que tuvo una justificación: tras el golpe de Estado en Atenas, los militares griegos quisieron anexar Chipre.

Lo que no tiene justificación es que el régimen pro-Ankara haya reducido drásticamente la población griega del norte, donde ya era minoritaria.

El ejército turco sigue expulsando a los kurdos de la región del Éufrates, en el norte de Siria, mientras intenta desmantelar Rojava, el proto-estado democrático y con igualdad de género que los “peshmergas” crearon mientras combatían a ISIS desde el Kurdistán sirio.

En el Mediterráneo oriental, Erdogán cierra el cerco sobre las islas griegas de Rodas y Castelórizo, buscando controlar los yacimientos de hidrocarburos del lecho marítimo que las rodea. Al mismo tiempo, interviene en el conflicto libio y acuerda fronteras marítimas con el régimen que rige en Trípoli y lucha contra las fuerzas del este, con sede en Tobruk.

Hacia oriente, el hinterland que procura establecer Erdogán en Transcaucasia despierta los fantasmas de las masacres, pogromos y deportaciones que vaciaron de armenios Najichevan y también Shushi, la antigua capital de Artsaj, entre otros territorios que habían sido habitados por armenios desde la antigüedad.

Que la mano de Ankara esté detrás de la ofensiva azerbaiyana sobre el enclave armenio, inquieta a Teherán. Ocurre que, si bien los azeríes son chiitas, como la mayoría de los iraníes y la nomenclatura religiosa que impera, el país persa tiene una minoría azerí que implica el 20 por ciento de la población de Irán. Y a su teocracia le preocupa que un Azerbaiyán triunfal y fortalecido por su alianza con Turquía, aliente el separatismo en el noroeste habitado por la etnia azerí. La misma razón por la que Turquía no quiere un Kurdistán independiente junto a sus fronteras.

Eso hace probable que, de tomar partido en el conflicto, Irán lo haga por los armenios a pesar de que el propio máximo líder, el ayatola Alí Jamenei, tiene sangre azerí.

El posicionamiento que podría tomar Irán figura entre las razones que tiene Israel para ponerse del lado de Azerbaiyán en la opción entre Bakú y Ereván. De hecho, se acerca a esa posición desde la venta en el año 2016 de drones-misiles y otros modernos armamentos. Además de precios especiales en la importación de petróleo azerí, Israel dispone de pistas aéreas en Azerbaiyán que resultarían cruciales si entrara en guerra directa con Irán o decidiera atacar sus centros nucleares. A la revelación de esos acuerdos las hizo el propio Aliyev tras reunirse con Netanyahu en Bakú.

Por cierto, Grecia se pondrá del lado armenio por sus diferendos con Turquía. Europa también, pero no puede tomar abierta y decididamente partido por los armenios porque depende del petróleo y el gas que recibe de Azerbaiyán a través del ducto que los transporta desde Bakú, pasando por Georgia y Turquía. A europeos en general y griegos en particular, el cristianismo los vincula con Armenia por la misma razón que el Islam acerca a los azerbaiyanos y los turcos: las religiones moldean culturas.

También el cristianismo eslavo ha sido un puente entre Rusia y Armenia, donde nació la religión nacional más antigua, que es la de la Iglesia Gregoriana Apostólica armenia.

Los rusos poseen bases militares en Armenia, además de ser sus socios, junto a Bielorrusia, Tadyiquistán, Kirguistán y Kazajistán, en el Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Sin embargo la tibieza y lentitud con que Vladimir Putin está actuando desde que se rompió el armisticio, muestra el peso que tiene su sintonía política con Ilham Aliyev, la buena relación entre Rusia y Azerbaiyán, y las ventas de armas rusas al ejército azerí.

Esas pueden ser las claves del pasmoso activismo del Kremlin para detener la guerra y exigir a Turquía que cese el reclutamiento de mercenarios sirios que cobrarían mil euros mensuales por matar armenios en Nagorno Karabaj.

La pacificación debería basarse en los puntos establecidos por el Grupo de Minsk, que encabezan Rusia, Francia y Estados Unidos: devolución de los siete distritos que rodean el enclave y fueron ocupados por los armenios tras ganar la guerra en los ‘90, aunque manteniendo el contacto con Armenia a través del corredor de Lachin. Y garantizar a Nagorno Karabaj su seguridad y autonomía hasta la realización de un referéndum sobre el estatus definitivo, negociando mientras tanto el retorno de los azeríes que fueron desplazados entre 1991 y 1994.

Esas claves de pacificación pueden ser aplicadas mientras haya paridad en la confrontación armada. Si una de las partes se impone abrumadoramente sobre la otra, ya no servirán. Y si el que se impone es el eje turco-azerí, difícilmente Bakú se abstenga de reducir la población armenia de Nagorno Karabaj aplicando deportaciones masivas.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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