★★★★ Nacido en Praga, Leo Perutz, de familia acomodada, era un poco desprolijo en el aspecto y mal estudiante, aunque se destacó en matemáticas (una fórmula para calcular seguros lleva su nombre). Al fin dejó todo por la literatura, donde fue famoso y muy leído en los años ‘20 y ’30. Nacido en Praga, judío, tuvo que emigrar de Austria. A esa altura lo admiraban Robert Musil, Bertolt Brecht, y Adorno, entre otros. Borges difundió en la colección El Séptimo Círculo “El maestro del juicio final”, novela policial bizarra y perfecta.
Por influencia de un hermano, su exilio fue en Tel Aviv, Israel (él habría preferido Europa o Estados Unidos). Cuando la guerra terminó, el permiso para regresar a su amada Viena se demoró hasta 1950. En 1953 apareció este libro, y póstumamente “El Judas de Leonardo”.
Estas historias entrelazadas, ambientadas en la Praga antigua, y en particular en el barrio judío, construyeron una de sus obras maestras, una especie de balance o testamento. A lo largo de capítulos-cuento, vuelve a ejercer con intensidad y sutileza algunos de sus talentos centrales, como la capacidad para elaborar sorpresas complejas, el modo en que maneja la fantasía y la fábula, y el placer con que menciona las comidas.
El lector asiste a distintas etapas de un imperio antiguo, que era a la vez romano y checo. Figuran no sólo el propio emperador (en relativa decadencia) o un prestamista judío central –Mordejai Meisl–, sino también una pareja de caminantes entre cómica y patética.
El volumen termina por ser uno de los más complejos y disfrutables de su bibliografía. Como en cualquiera de sus otros títulos asegura siempre el brillo de la estructura, el humor y la vasta cultura con que ve la vida, en lo alto y en lo bajo.
por Elvio E. Gandolfo
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