Saturday 14 de September, 2024

OPINIóN | 31-08-2024 08:19

La invención de Kamala Harris

La candidata demócrata que va en reemplazo de Biden tiene más chances contra Donald Trump. Sus cambiantes puntos de vista.

Nadie sabe quién será el próximo presidente de Estados Unidos y por lo tanto “el líder del mundo libre” en su lucha contra una alianza de enemigos que ya están festejando su ocaso definitivo. Lo único cierto es que -siempre y cuando no ocurra nada realmente disruptivo antes del 20 de enero del año que viene- será un personaje tan limitado como el ocupante actual de la Casa Blanca, Joe Biden, un anciano cuya capacidad cognitiva se ha deteriorado hasta tal punto que pocos días transcurren sin que cometa errores que son dolorosamente evidentes.     

Si bien Donald Trump y su contrincante, Kamala Harris, no son seniles, ambos carecen de las cualidades que uno esperaría encontrar en un jefe de Estado de un país de dimensiones modestas, para no hablar del más poderoso del planeta en que abundan hombres y mujeres excepcionalmente dotados. Trump es un narcisista que, antes de dedicarse a la política, se había hecho célebre en mundo del espectáculo kitsch, y que subordina absolutamente todo a sus propios caprichos, mientras que Kamala es una oportunista de opiniones variables que debe más a su sexo y al color de su piel que a cualquier talento intelectual o político que podría poseer.  Para más señas, muchos que por un rato trabajaron con ella la consideran una persona muy autoritaria y antipática.  

Trump es producto de su propia desfachatez y del rencor comprensible de los muchos millones de norteamericanos de clase obrera o media que se saben despreciados por las “elites costeras” progresistas y que se han visto perjudicados por la evolución de una economía que está en vías de desindustrializarse. Kamala lo es del pánico que sintieron los jerarcas del Partido Demócrata al darse cuenta de que, si permitieran que Biden siguiera buscando la reelección, Trump -fortalecido por su reacción desafiante cuando fue herido por una bala disparada por un sujeto que quería asesinarlo- podría triunfar por un margen ridículo. 

Aunque durante años los dirigentes demócratas, que contaban con la colaboración de los medios periodísticos más prestigiosos, procuraron engañar al público, diciéndole que en realidad Biden era un mandatario muy lúcido y que los videos que lo mostraban balbuceando insensateces eran productos fraudulentos fabricados por ultraderechistas, todo se vino abajo en junio, cuando se enfrentó a Trump en un debate televisado. Fue tan grotescamente malo el desempeño de Biden que entendieron que tendrían que jubilarlo cuanto antes.

Puesto que los estrategas demócratas no querían correr los riesgos que les plantearía una elección interna en que el ala que se afirma progresista chocaría contra los comprometidos con la ortodoxia tradicional más conservadora, optaron no sólo por apoyar a Kamala luego de que Biden la nombró su sucesora sino también por reinventarla. Hasta entonces la habían tratado con desdén, mofándose de su costumbre de contestar a preguntas molestas con banalidades vacías o, peor aún, con una carcajada ruidosa que desconcertaba a todos, pero, a partir de su nominación, se han esforzado por convencer a los votantes de que en verdad es una política genial cuyo advenimiento inaugurará una época signada por la alegría.

Para Trump, que a pesar de su edad avanzada ha conservado sus facultades y que había tenido motivos de sobra para creerse capaz de derrotar en el torneo electoral a Biden, la aparición repentina de Kamala ha sido un auténtico dolor de cabeza. ¿Le convendría caer en la tentación casi irresistible de burlarse de ella, lo que podría resultarle contraproducente porque muchos lo tomarían por un macho blanco tan agresivo que no vacila en atacar a una mujer de color? ¿Acusarla de ser una ultraizquierdista californiana que, de ganar en noviembre, provocaría un sinfín de calamidades? ¿O sería mejor recordarle al electorado que, como una vicepresidenta que no logró nada sustancial cuando su jefe la puso a cargo de la crisis inmigratoria, es en parte responsable de los desastres que atribuye a la administración Biden-Harris?

Trump no se ha recuperado todavía de la sorpresa ingrata que le supuso le eliminación de Biden, víctima de un golpe palaciego que fue instrumentado por la veterana Nancy Pelosi, y la irrupción de una rival que, según los astutos propagandistas demócratas, no tiene nada en común con la aún vicepresidenta.

La primera fase del operativo que los líderes del Partido Demócrata pusieron en marcha cuando finalmente lograron deshacerse de Biden ha sido asombrosamente exitosa. De la noche a la mañana, el que Kamala no haya hecho nada notable últimamente dejó de ser una desventaja para convertirse en una bendición; merced al escaso interés que había estimulado en los más de tres años como vicepresidenta, pueden dar a entender que se trata de un fenómeno radicalmente nuevo.

Así y todo, algo les preocupa: temen que, antes de la jornada electoral, la candidata se las arregle para arruinar el cuento de hadas que han elaborado. Es por tal razón que le han prohibido dar entrevistas a periodistas que podrían serle hostiles. A diferencia de Trump, que nunca deja pasar una oportunidad para comunicarse con la gente, Kamala, rodeada por expertos resueltos a cuidarla, prefiere ahorrarse los riesgos que le supondría hacerlo. En una de las muy raras ocasiones en que sí se sintió obligada a responder a una pregunta, dijo que combatiría el aumento del costo de vida imponiendo controles de precios, una propuesta que economistas demócratas respetados denunciaron por populista. 

¿Es Kamala una izquierdista peligrosa que, de alcanzar el poder, no vacilaría en transformar Estados Unidos en una tiranía estalinista? Con la excepción de Trump y sus asesores, muy pocos lo creen. Sea como fuere, los dirigentes demócratas, conscientes de que la mayoría de sus compatriotas no quiere que el gobierno adquiera demasiado poder sobre su vida, están guiándola hacia posiciones más centristas que, para extrañeza de algunos, son bastante similares a las favorecidas por su archienemigo. En la convención partidaria que acaba de celebrarse en Chicago en que Kamala se vio coronada, los asistentes dieron rienda suelta a sus instintos patrioteros gritando “USA, USA” con un fervor parecido al manifestado por los republicanos algunas semanas antes. Por su parte, Kamala intentó hacer pensar que estaba aún más decidida que Trump a velar por los intereses del hombre común.

Para ajustarse a la imagen que los jefes demócratas están esforzándose por proyectar, Kamala ha tenido que revisar muchas opiniones. Es tan diferente la Kamala de hace algunos años de la de hoy que los republicanos han podido confeccionar un debate divertido entre las dos usando fragmentos en video que son de dominio público. En las primarias demócratas del 2020, Kamala se presentó como una partidaria de fronteras abiertas, quiso prohibir el “fracking” que permitió a Estados Unidos aumentar mucho la producción de petróleo y cambiar por completo el sistema de salud, además de tratar a Biden como un racista vil; en aquella ocasión, fue eliminada de la carrera presidencial sin recibir un solo voto de los delegados partidarios. Más tarde, respaldó con entusiasmo a los participantes en los disturbios antipoliciales protagonizados por militantes negros que provocaron daños materiales enormes y un tendal de muertos. Por razones electoralistas, los demócratas quieren borrar de la memoria pública todos los recuerdos de aquella Kamala que tiene muy poco en común con la señora realista -pero sumamente alegre- que esperan transformar en presidenta de Estados Unidos.

Para Kamala, la guerra que está librando Israel en Gaza contra la banda terrorista islamista Hamas que está apadrinada por los teócratas iraníes, fanáticos que no ocultan su deseo de poner fin a la existencia del Estado Judío y sus habitantes, constituye un problema mayor. Si bien, por su madre, Kamala es de origen parcialmente hindú y es de suponer que no siente mucha simpatía por el expansionismo musulmán, es reacia a alejarse demasiado de la izquierda del Partido Demócrata que se ha solidarizado con los islamistas. Así, pues, lo mismo que Biden, Kamala dice querer que el feroz conflicto en Gaza termine pronto y todos los rehenes sean liberados, una actitud que, según el gobierno israelí que está procurando destruir a Hamas y en cualquier momento podría encontrarse en guerra con Irán y sus aliados en la región, es contradictoria.  

Los demócratas no son los únicos que temen que, antes del 5 de noviembre, su representante diga algo tan escandaloso que les cueste votos en distritos clave. Comparten la misma inquietud los republicanos, ya que Trump es igualmente capaz de ofender a grupos cuyo apoyo necesitaría, sobre todo si, como parece ser el caso, se siente desairado por el protagonismo de su adversaria. Acostumbrado como está a monopolizar la atención del público, Trump podría hacer declaraciones que servirían para convencer a muchos de que los demócratas estén en lo cierto cuando dicen que es un fascista nato que quiere erigirse en dictador. ¿Lo es? A veces se comporta como uno, pero, a juzgar por su trayectoria, no se identifica con ninguna ideológica determinada, de ahí lo difícil que es prever lo que haría si, merced a las dudas motivadas por la adhesión de los líderes demócratas a una persona tan veleidosa como Kamala, consigue regresar a la Casa Blanca.

Galería de imágenes

En esta Nota

James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

Comentarios