Friday 13 de September, 2024

OPINIóN | 24-08-2024 08:43

La construcción del mileísmo

Cómo el Gobierno saca provecho del escándalo de Alberto Fernández y su ex primera dama. La comparación con los K lo sigue favoreciendo.

Para frustración de los muchos que no lo quieren, Javier Milei sigue siendo el maestro de ceremonias del gran circo político nacional. Si bien la vicepresidenta Victoria Villarruel se anima a desafiarlo, los demás oficialistas temen ser víctimas de los latigazos verbales que todos los días reparte para disciplinar a los reacios a someterse, mientras que la oposición populista, sus militantes obsesionados por sus propios psicodramas, sigue en terapia intensiva.

¿A qué se debe el poder que Milei ha logrado conseguir? Aunque le gustaría atribuirlo a su carisma y a sus dotes visionarias, sabrá que aportaron mucho más las deficiencias manifiestas de sus enemigos más peligrosos, personajes que, si fracasa, no vacilarían en restaurar el extraordinariamente corrupto viejo orden del que dependen.

Puede que, andando el tiempo, esta realidad cambie y el mileísmo se erija en un movimiento autónomo que no dependa tanto de los errores gruesos perpetrados por otros, pero aún es una obra en construcción, el producto de una reacción colectiva frente a los desastres no sólo políticos sino también culturales que fueron provocados por  quienes lo antecedieron en el gobierno. 

Felizmente para Milei, “la casta” sigue ayudándolo. Toda vez que surgen motivos para creer que la estrella del profeta libertario está por apagarse, episodios como el protagonizado por Alberto Fernández y su ex Fabiola Yañez le permiten mantenerla brillando. Puede que sea muy injusto tomar al ex presidente por un representante típico del kirchnerismo, del peronismo o de “la casta” política en su conjunto, pero parecería que todos los vinculados con el país de ayer se han visto perjudicados por su caída en desgracia.

Como sucedió hace poco más de cuarenta años, cuando millones de personas modificaron sus propios recuerdos en un esfuerzo por convencerse de que nunca habían tomado en serio las pretensiones de un régimen militar que acababa de perder una guerra, abundan los ciudadanos de a pie que quieren alejarse anímicamente del pasado reciente. Alberto les ha brindado algo que necesitan; pueden asegurarse que, de haber sabido más sobre lo que sucedía en Olivos y la Casa Rosada, no se hubieran dejado engañar por el peronismo.

El hartazgo moral hace explicable la voluntad de una parte significante de la población, casi la mitad, de confiar en la estrategia económica de Milei a pesar de sentirse agobiada por una recesión que ha resultado ser más profunda y más duradera que la prevista por el gurú libertario. No es que sus muchos simpatizantes se hayan convertido en discípulos de los severos pensadores austríacos que le enseñaron a despreciar todo cuanto huele a socialismo, sino que han aprendido que las recetas populistas tradicionales, que les habían parecido lógicas, sólo sirven para generar inflación y por lo tanto miseria. 

Si bien Milei da la impresión de ver absolutamente todo en términos económicos, el movimiento todavía difuso que encabeza dista de ser tan monotemático como su fundador. Tiene una dimensión moral. Merced a la conducta canallesca que, basándose en el testimonio documentado de Fabiola, se atribuye a Alberto, se ha fortalecido entre muchos la convicción de que la sociedad argentina ha sufrido un colapso ético y que, para recuperarse, necesitará experimentar una revolución que no sea meramente económica. Quienes piensan así rechazan el principio supuestamente realista que se ve resumido en el lema burlón “roba pero hace”.

Huelga decir que la idea de que el país haya optado por “cambiar de mentalidad” beneficia enormemente a Milei que, tan aficionado como está a las alusiones bíblicas, a veces actúa como un líder puritano que predica austeridad para todo lo vinculado con el sector público y sueña con un Estado minimalista. Si bien promete que, luego de atravesar el desierto, los fieles alcanzarán una tierra prometida repleta de bienes de consumo tangibles, tal eventualidad le encantaría no porque sea un materialista sino porque a su juicio probaría al mundo que sus propias teorías económicas son mejores que las reivindicadas por sus colegas rivales.

Aunque Milei da prioridad a la batalla que está librando contra la inflación y jura estar dispuesto a pagar cualquier precio político para defender el equilibrio fiscal contra quienes están tratando de dinamitarlo, acaso debería preocuparse también por los costos que le supondría la sospecha de que, para ahorrarse disgustos políticos y legales en el futuro, quiere garantizarse el apoyo de los notoriamente politizados servicios de inteligencia y jueces de trayectoria tan cuestionable como la de Ariel Lijo. Al impulsar con tenacidad la candidatura de Lijo para integrar la Corte Suprema, Milei ha dejado perplejos a muchos, entre ellos a Villarruel, que quisieran ver en él un idealista que no tendría interés alguno en los “pactos de impunidad” que brindan protección a políticos inescrupulosos que tienen buenos motivos para temer a la Justicia.

Además de construir un movimiento, una tarea que es en buena medida cultural, Milei se ve constreñido a crear un partido y organismos afines que sean capaces de actuar con eficacia en la arena política, lo que acarrea el riesgo de que tome decisiones que tengan consecuencias contraproducentes al hacer menos convincente su apego a los ideales que reivindica.

El mileísmo dista de haberse consolidado. No extraña, pues, que ya se haya enfermado de internismo el partido que han improvisado sobre la marcha los atraídos por el evangelio de Milei y, más aún, por su capacidad para ganar elecciones, o que le esté resultando tan difícil aliarse formalmente con grupos de idearios parecidos.

Todas las agrupaciones políticas incluyen a personajes que no sienten el debido respeto por las doctrinas predicadas por los ideólogos partidarios y, por ser la Libertad Avanza un partido nuevo que se formó para aprovechar la popularidad imprevista de una persona de ideas consideradas excéntricas, es comprensible que abunden afiliados que privilegian su propio interés personal y tratan de defender el territorio que creen suyo contra intrusos. Así las cosas, Milei tendrá que moverse con mucho cuidado.

En las cámaras legislativas, cuenta con el respaldo de quienes responden a Mauricio Macri y otros dirigentes que, en términos generales, aprueban “el rumbo” que ha emprendido, porque entienden que es el único que podría llevar al país a un destino aceptable. Algunos meses atrás, se hablaba mucho de la inminente “fusión” de Libertad Avanza con el PRO, pero si bien las diferencias ideológicas entre las dos fuerzas no son mayores que las que se hacen sentir en los partidos amplios de otros países democráticos, la conciencia de que los macristas estarían en condiciones de suplantar a muchos mileístas de la primera hora fue más que suficiente como para mantenerlos aparte.

Los estrategas de Milei esperan que las elecciones del año próximo les permitan adquirir más musculatura política, pero para hacerlo tendrían que impedir que sigan proliferando los conflictos internos. Si no lo logran, podrían compartir el destino de Juntos por el Cambio que, el año pasado, se las arregló para debilitarse tanto que Patricia Bullrich se vio superada no sólo por Milei sino también por Sergio Massa. 

Instruidos por especialistas en las artes oscuras de la política, los kirchneristas saben mejor que nadie que, para que un movimiento se imponga, es preciso que se enfrente a enemigos de apariencia temible. Milei coincide; aunque en el caso del peronismo, los elegidos para dicho rol han sido imperialistas anglosajones, fondos buitres, especuladores foráneos, oligarcas, la sinarquía internacional y así largamente por el estilo, en el del libertario son los zurdos, los estatales, los “degenerados fiscales”, los progres e integrantes de “la casta” política, o sea, personajes relacionados con la ortodoxia populista que, durante muchas décadas, se creían los voceros exclusivos del bien en la lucha maniquea que está librando contra el mal.      

Aunque el apoyo brindado por Macri ha ayudado mucho a Milei, le ha resultado ser igualmente valiosa la colaboración involuntaria de Alberto, Cristina, los pesos pesados sindicales y los caciques piqueteros. Hasta ahora Milei se ha abstenido de atacar frontalmente a Cristina, pero no puede sino celebrar su ocaso que últimamente se ha hecho penosamente evidente. El poder de convocatoria de “la doctora” se ha reducido tanto que hoy en día pocos sienten mucho interés en sus vicisitudes judiciales, sean estas las ocasionadas por el intento de “los copitos” de asesinarla o las motivadas por los diversos casos de corrupción en que se ve involucrada. Si, como bien podría ocurrir dentro de algunos meses, Cristina es sentenciada a pasar años de prisión, que por una cuestión de edad sería con toda probabilidad en una de las propiedades que posee, o se ve obligada a llevar una tobillera electrónica por si se le ocurriera tratar de huir, sería poco probable que sus adherentes lograran organizar un revuelo popular, como amenazaban con hacer cuando todo el mundo político giraba en torno de ella y el movimiento que le servía de escudo moral disfrutaba del apoyo entusiasta de millones de personas a lo ancho y lo largo del país.

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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