Friday 29 de March, 2024

SALUD | 11-10-2015 19:42

Para el 2050 un cuarto de la población tendrá más de 60 años

Historias de vida que muestran los cambios socioculturales necesarios. Geriatría y calidad de vida.

"¿Sabe cuál es mi proyecto? Mi proyecto es construir una vejez tan “valable” se dice en francés, tan buena digamos, como si fuese una juventud o infancia o lo que sea. La gente no construye su vejez, no lo hace. Yo pensé que era mucho más fácil pero es difícil, porque uno tiene la presión del entorno, para empezar; uno tiene que responder de alguna manera a eso. Por ejemplo, acá son siete pisos y yo soy la más vieja de todos por lejos. Siento que no me tratan igual, como cuando dicen 'Ay, que bien que estas, qué linda que estas’. Eso no se lo dicen a un joven, ¿por qué a mí sí? Porque la vejez está mal vista. Yo digo la edad que tengo antes de que me la pregunten. Tener ochenta y siete años u ochenta o lo que sea es un pecado, usted tiene que dar una explicación, del tipo `Ah, sí, vos te das cuenta, ya tengo...´ No me tratan como si fuese una persona, sino como se trata a un viejo”. Hay una pausa en la grabación, Betty Galer, 86 años, va a la cocina a prepararle un té a su entrevistador.

Èl es Diego Bernardini, médico argentino máster en gerontología y doctor en Medicina por la Universidad de Salamanca (España). Especializado en medicina familiar y geriatría, acaba de lanzar su primer libro, “De vuelta. Diálogos con personas que vivieron mucho (y lo cuentan bien)”, con la idea de comprender y de mostrar cómo piensan los adultos mayores de 75 años, cómo viven, a qué le temen, cómo aman. Es que “hay que escuchar a los viejos”, dice. “He intentado e intento despertar las inquietudes y la curiosidad de colegas en cursos, congresos y conferencias, así como mostrar a los estudiantes la necesidad de entender a las personas mayores de modo distinto –explica-. Aún tengo curiosidad y me siento ignorante. Qué mejor entonces que escucharlos a ellos, a los mayores, hablando de sí mismos”.

La realidad mundial, al menos la que domina en los países desarrollados y en los emergentes, agrega motivos a la búsqueda de Bernardini. De acuerdo con los análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el año 2050 la proporción de la población mayor a 60 años se duplicará respecto de la que ya había en el comienzo de este siglo: pasará del 11% al 22%, es decir que alrededor de 2.000 millones de personas tendrán más de esa edad. Un tremendo cambio que ya se está dando y que no llevará más de medio siglo. “Siempre hubo personas mayores, pero no en el número que tendremos en los próximos años. Es la primera vez que pueden convivir en la historia cuatro generaciones de una familia –resume Diego Bernardini-. A Francia le tomó cien años tener más del 10% de su población mayor de 60 años, un porcentaje que define a un país con población “envejecida”. A América Latina ese proceso le llevará entre 25 y 30 años en un cuadro de mayor pobreza, desigualdad y vunerabilidad”.

La conformación social está cambiando vertiginosamente pero no está siendo acompañada por las concepciones mentales, los planes gubernamentales, los mercados. Hay cada vez más viejos, que además llegan cada vez más sanos a edades avanzadas, que siguen jubilándose a los 60 años, para los cuales no hay políticas públicas ni privadas. Y esto es lo que preocupa a Bernardini, que fue consultor de la OMS y el Banco Mundial, y que es director ejecutivo de la consultora Mayores.org

“Hay cinco temas centrales que actualmente son desafíos en el futuro cercano. La globalización, el cambio climático, el rol de la tecnología, la urbanización y el envejecimiento. Los cuatro primeros están siendo atendidos, en mayor o en menor medida. El quinto, casi nada”, puntualiza Bernardini. En las principales ciudades de la Argentina, por ejemplo, se calcula que al menos el 15% de la población es mayor de 60 años (25% en el caso de la Ciudad de Buenos Aires). Proyecciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) indican que en el 2050 un cuarto de la población argentina tendrá 60 años o más.

Aislamiento. Efrain Wachs es uno de los diez atletas más veteranos en el mundo. Ha competido en cuatro mundiales de atletismo para veteranos ganando medallas y premios. Vive en San Miguel de Tucumán y al momento de la charlar con Bernardini tenía 95 años. Empezó a correr en el año 2000, a los 80 años. “Primero en torneos locales en Tucumán. Luego fui al campeonato argentino y hace diez años que voy todos los años. En el campeonato argentino me dan otra medallita. Pero no gano una, gano diez. Porque hay atletas que son muy veloces y corren en cien o doscientos metros. Otros son resistentes y no cien y doscientos, corren cinco o diez mil metros. Hay un solo atleta en Tucumán, en la Argentina y en el mundo que corre todas las distancias. Soy yo”. ¿Por qué empezó a correr a los 80 años, cuando hay quienes no logran hacerlo a los 30? "Porque me gustan los desafíos".

Cuando Bernardini le pregunta a Sachs cómo transcurren sus días, don Efraín no duda. “Yo hago dos actividades. Una es trabajar, sigo colaborando en entidades asociativas, las cooperativas y mutuales. Sigo desarrollando mi actividad en La Gaceta, el diario de aquí de Tucumán. Me preguntaron hasta cuándo pienso correr. Digo: 'Hasta los cien años´. Y también: ' ¿Hasta cuándo piensa trabajar?´. Respondo: “Hasta los cien años´.”

Que Sachs siga trabajando, a su ritmo y del modo que pueda hacerlo, es una de las claves de su buen estado de salud, físico y anímico. “Yo le pregunto a los más jóvenes, ¿pensaron alguna vez cómo va a ser su cumpleaños número 80? Porque estadísticamente vamos a llegar y nos vamos a jubilar 20 años antes. La jubilación implica una desconexión con la sociedad. Y aclaremos algo: las sociedades no están envejeciendo, son las personas las que vivimos cada vez más. Una sociedad envejecida es aquella que no se adapta a este cambio en la longevidad humana”, comenta Bernardini, café mediante, con una sonrisa plena que le franqueó la confianza de los 22 entrevistados que figuran en su libro y de muchos más que no entraron en la publicación. Algunos, que se pierden en el tumulto del ruido ciudadano; otros, figuras conocidas y reconocidas en su tiempo, y en el actual.

Entre las propuestas del especialista, cree que es necesario repensar el sistema laboral para que los adultos mayores que puedas y quieran trabajar lo hagan, de algún modo. “El mayor es un dador de cuidados, de servicios –explica-. La jubilación fue creada cuando el trabajo era físico y hoy no lo es. Ellos no pueden trabajar 10 horas diarias, pero sí tal vez tres, o hacer voluntariados. La evidencia muestra que cuando antes desconectas a la persona mayor, más pronto se deteriora”.

Un trabajo científico publicado en la revista médica especializada The Lancet muestra que las personas viven más pero que esos años extra no tienen correlación con una mejor calidad de vida, sino todo lo contrario. Se los notó más dependientes, y eso no es porque tengan mala salud sino porque las sociedades modernas (las occidentales, sobre todo) tienden a aislarlos y a convertirlos en personas dependientes, a las que hay que sobreproteger.

“Es preciso pensar intervenciones que se conviertan en políticas de Estado, para darle una mejor calidad de vida a los mayores y para integrarlos a una sociedad productiva. Podríamos, por ejemplo, pagarles su pensión, pero abrir la posibilidad de que sean voluntarios, cuidando chicos, leyendo a enfermos, aportando sus conocimientos en fundaciones, seguramente no todos pero muchos lo harían con mucha alegría. En ese caso tendríamos a nuestros jubilados recibiendo una pensión, pero conectados, y produciendo. Es preciso que nos demos cuenta de que hay que llenar de vida ese tiempo que va entre los 60 y los 75 u 80 años, si no más todavía”, ejemplifica el gerontólogo, que está trabajando además como coordinador de proyectos especiales del think tank International Longevity Centre, que tiene sede en Río de Janeiro, Brasil.

Vivir y amar. Si hay algo que caracteriza a las entrevistas y a los entrevistados de Bernardini es la sensación de que la sociedad los aísla. Unos lo dicen más explícitamente, otros menos. Pero la soledad y el temor a la muerte sobrevuelan los ambientes. También, el convencimiento de que la ancianidad no es más que otra etapa de la vida. Una nueva, diferente.

De todas maneras, no hay dos pensamientos iguales. Cada viejo es un mundo, un universo de vivencias que influirán en cómo esa persona mayor llegará a sus 80, a sus 90, qué disfrutará (estar solos, sin más responsabilidades que ellos mismos, la libertad, en algunos casos), a qué le temerá (a la enfermedad, a la invalidez previa a morir, en la mayoría), cómo vivirá su sexualidad. Porque el amor y el sexo están tan presentes como en las otras edades de las personas.

Jack Fuchs, sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz (donde perdió a toda su familia durante la Segunda Guerra Mundial) vive en la Argentina desde 1963 y durante la charla tenia 89 años. “Mi última novia fue una psiquiatra, a los ochenta y dos, y con una vida sexual muy fuerte. Ahora disminuyó bastante los últimos tres años. Tenía una chica muy amable, muy buena y muy respetuosa -yo también lo soy- y disfrutaba de una vida muy intensa sexualmente, pero no muy a menudo. No lo digo como una queja, sino que digo lo mismo que con comer: cuando viene mi yerno, me doy cuenta de que yo no como nada”.

Diego Bernardini llama a pensar ya cómo adaptar la sociedad y la cultura al envejecimiento de la población, cómo hacer para sensibilizar y educar en la idea de que la cultura del cuidado es una construcción social. “Si una sociedad es amigable para el adulto mayor, va a ser amigable para todo el mundo”, resume. Un dato: la tasa de institucionalización es de tan solo del 4%. “Nuestros viejos están en sus casas, en las plazas, en los mercados, valiéndose por sí mismos, como pueden. Tenemos que hacer intervenciones para cuidarlos sin invadirlos, como por ejemplo que los encargados de edificios se acostumbren a detectar cuándo un viejo puede estar en riesgo, que haya voluntarios que los vayan a visitar, que los médicos y los empleados bancarios sean entrenados en la cultura de que el viejo es diferente, pero no menos que el resto de la población”, enfatiza.

¿Claves para envejecer mejor? Mantenerse activo, continuar con cierto grado de conexión con el entorno y aprender a envejecer. “En la vida cada cosa tiene su momento –enfatiza Diego Bernardini-. Todos poseemos capacidades, el punto es dónde podemos aportarlas cuando ya estamos mayores”.

Seguí a Andrea en Twitter: @andrea_gentil

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