Tuesday 19 de November, 2024

OPINIóN | Hoy 14:49

Sexo, género y salud mental: una tríada que interroga a la comunidad científica

¿A partir de qué edad se recomiendan los nuevos tratamientos hormonales para personas trans y no binarias? ¿Por qué no se contempla la salud mental en las investigaciones de estos tratamientos? ¿Cuáles serían sus consecuencias?

Con sus ojos rasgados, la piel blanca de porcelana, un trajecito sastre y un prolijo corte Carré, entró la Sra. R a mi consultorio. Hablaba con acento extranjero. A los pocos minutos rompió en un llanto incontenible. Como pudo, intentó explicarme que su hija había viajado a su China natal. Desde allí le había comunicado que era lesbiana y, además, no quería tener hijos. Para la Sra. R. esto representaba una verdadera tragedia. Venía de una familia tradicional y le resultaba inadmisible la decisión de su primogénita.

Para comenzar a entender estas realidades, conviene definir los conceptos. El sexo está ligado a la biología, a la herencia genética y hormonal. En cambio, el género es una construcción cultural y subjetiva. Las minorías sexogenéricas son más vulnerables y tienen lo que se llama “estrés de minorías”. Pueden tener vivencias de inadecuación o incomodidad con su propio cuerpo.

En el reciente congreso de salud mental, que tuvo lugar en un coqueto hotel de la zona portuaria en la ciudad de Mar del Plata, la Dra. Christina Dalla alertó sobre la falta de información que tenemos en los diagnósticos para las minorías sexogenéricas. También señaló que, en los países anglosajones, hay un cuestionamiento respecto de la edad de inicio para los tratamientos de inhibición puberal y de hormonización.  El Reino Unido, por ejemplo, vetó el uso de bloqueadores de pubertad en menores de edad. La Dra. Dalla es profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Atenas y presidenta de la Sociedad Mediterránea de Neurociencias. Ella explica que: “El sexo y el género juegan un papel importante en la salud mental. El desarrollo de tratamientos seguros y eficaces para poblaciones específicas sólo puede lograrse con una financiación mejorada, que genere datos sólidos y confiables”.

Muchas personas que salen de las normas sexuales establecidas, se aíslan o se alejan de sus familias. La sociedad impone una mirada rígida y esto trae mucha angustia. Según una encuesta del GAPET (Grupo de Atención de Personas Transgénero del Hospital Durand), las minorías sexuales son más vulnerables que el resto de la población en general. El 52% de los entrevistados había intentado el suicidio a lo largo de su vida.

En la actualidad, hay muchos hospitales porteños que tienen consultorios inclusivos para atender las necesidades de una población que se hace cada vez más visible. En nuestro país, se puede acceder a los tratamientos de cambio de género a partir de los 16 años de edad. A partir de los 9 años, la persona menor de edad, debe contar con la autorización de sus padres y del equipo tratante.

La Lic. Verónica Czerwacki coordina grupos para familiares y allegados de niñas, niños y adolescentes trans y no binarios. Señala que muchas veces resulta preferible ofrecer la asistencia adecuada, antes que impedir el acceso a un tratamiento de inducción hormonal o de inhibición puberal. Ella asegura que: “Los equipos interdisciplinarios con perspectiva de género, evalúan la salud integral de una persona y el riesgo que supone un tratamiento, para cada etapa evolutiva”. Czerwacki añade que, en su experiencia, hay menores de edad que viven la elección de género con sufrimiento por el estigma social. En esos casos no conviene demorar los procesos terapéuticos.

Sabido es que las mujeres somos más propensas a patologías como la depresión, las fobias y el estrés postraumático. En los varones, en cambio, hay mayor prevalencia de problemáticas ligadas al consumo de alcohol, a las adicciones y a la violencia. Lo cierto es que existen diferencias cromosómicas, hormonales, morfológicas y conductuales. A estas condiciones, hay que sumarle la epigenética contextual, es decir, las características que se constituyen a partir del nacimiento y durante la vida de cada persona. Con el avance de las neuociencias, se ha descubierto que el malestar entre la propia imagen corporal y el entorno cultural, desencadena una constelación sintomática.  Aparece un estrés leve crónico que puede agravarse con el paso del tiempo. Esto disminuye la plasticidad neuronal y puede acarrear comorbilidades como depresión ideaciones de muerte o adicciones. En este campo, hay mucho por hacer, aún falta investigar, por ejemplo, cuál es la respuesta al tratamiento farmacológico, el papel de los neuroesteroides en los circuitos neuronales y las posibles consecuencias de los tratamientos de hormonización en la psiquiatría infanti.

Con todas estas novedades, y al regresar del congreso marplatense, me preguntaba ¿Si la tasa de suicidios de las minorías sexogenéricas es más alta, porqué hay menos ensayos clínicos? ¿Cuánto tiempo falta para que aprendamos a respetar por igual, a las personas sin importar su condición? Estas son, sin duda, asignaturas pendientes que tienen las empresas particulares y los gobernantes, con nuestra sociedad.

*Licenciada y profesora en Psicología, egresada en 1994, en la Universidad de Buenos Aires. Profesora en la Universidad de Palermo y el Instituto Universitario River Plate. Miembro del Equipo Federal de Salud Integral. Coordinadora del equipo de Fotografía Terapéutica @danielabalanovsky

por Daniela Java Balanovsky

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