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POLíTICA | 19-11-2016 02:07

Si la tocan a Cristina... ¿qué?

El kirchnerismo duro amenaza con "un nuevo 17 de ocubre" si la ex presidenta va presa. ¿Bluff o realidad? La escalada de violencia.

Los trabajadores se enteran de la noticia y dejan su puesto de trabajo para ir, guiados por una mano invisible, hacia la Plaza de Mayo. Allí se juntan con el pueblo y aparecen las banderas, los bombos, los cantos. La incertidumbre, el miedo y al final la victoria, con la ex presidenta saliendo del balcón de la Casa Rosada envuelta en triunfo y con un futuro prometedor. Hay kirchneristas que sueñan con esta versión aggiornada del mítico octubre peronista, que la convertiría a ella en mito y los devolvería a ellos a la gloria. Otros la repelen y se retuercen ante esa actitud más combativa, temiendo quedar manchados para las elecciones. Lo cierto es que el fantasma que recorre el movimiento de CFK, perseguida por las causas judiciales, abre la pregunta incluso entre sus filas: si la tocan a Cristina, ¿qué quilombo se va a armar?

El juez Claudio Bonadio, que instruye la llamada causa del dólar futuro –el pleito más avanzado en términos procesales que tiene que enfrentar Cristina, además de los litigios por Hotesur, Los Sauces y la “Ruta del dinero K”–, avispó temores cuando confirmó el procesamiento de la ex mandataria, en la segunda semana de noviembre. Esa acción, que dejó a Cristina al borde del juicio oral, apuró los tiempos y ayudó a que se clarifiquen los bandos: el ala dura que promete una sublevación si la detienen y los más moderados, que hacen hincapié en que en poco más de seis meses se vienen unas elecciones clave y no sobra ningún voto como para fomentar la agitación social. Es la grieta K.

Todo preso es político. El polémico dirigente de Quebracho, Fernando Esteche –quien se negó a hablar para esta nota–, había mostrado la cara más conflictiva del bando cristinista: “Si un juez mete presa a Cristina, puede aparecer muerto”. Aunque el líder de la controversial agrupación está muy lejos de pertenecer al círculo íntimo de la ex presidenta, comparte con ellos la visión de que una detención traería levantamientos populares y consecuencias catastróficas para la sociedad. La mesa chica de Cristina, además, se distingue del resto porque está convencida, o al menos así lo dice, de que las causas contra la jefa son parte de una campaña de mentiras detrás de la cual están Clarín y el Gobierno. “Si el poder real presiona a sus hombres en el Poder Judicial, y estos cometen la torpeza de detenerla, se puede esperar que el amor de su gente se manifieste en las calles, reclamando pacíficamente su libertad. Cristina cumple hoy el rol de Perón: si la detienen el pueblo iría en busca de su líder, como en el 17 de octubre”, le dice a NOTICIAS el ex vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto. El dirigente, que asegura que la causa por el dólar futuro es “irracional” y le provoca “risa”, afirma que “hay intereses que la quieren ver presa, porque ella candidata es un problema”.

El piquetero Luis D’Elía va un poco más allá, fiel a su estilo: “Creo que Macri, Lorenzetti y la Embajada de Estados Unidos trabajan juntos para que Cristina vaya presa. No sé si lo van a poder lograr, pero para nosotros sería una presa política”.

Noticias: Ustedes tienen una canción: “Si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”, ¿qué quiere decir?

D’Elía: Bueno, alguna vez lo tocaron a Perón y hubo un 17 de octubre. Que la metan presa, no hay problema, pero va a haber un 17 de octubre, no tengan dudas.

El ala más combativa tiene bien en claro que, como dice el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, “el kirchnerismo es Cristina”: si la tocan a Ella, los tocan a todos, en un sentido muy literal. Este movimiento, que se hizo fuerte por su relato heroico y de lucha setentista contra todos los males, no debe –ni puede– tolerar que a su adalid la pasen por encima. Las corrientes que cuentan con un liderazgo tan carismático y personal como el kirchnerismo dependen de la fortaleza de su cabeza para estructurarlos y dirigirlos. Es decir: los dioses no sangran, y si lo hacen ya no son dioses. Si a Cristina la detienen, o incluso insinúan hacerlo, y la polvareda que esto levanta no es amenazante para el orden social, sería como firmar un certificado de defunción política, algo que los adversarios de CFK (dentro y fuera del peronismo) bien aprovecharían. “Sería un hecho que conmocionaría a toda la sociedad, a la política nacional y la internacional”, asegura el ex ministro de Defensa de CFK, Agustín Rossi. El actual diputado del Parlasur, uno de los hombres más cercanos hoy a la antigua presidenta, apunta para el lado de la epopeya: “No nos persiguen por nuestros errores, sino por nuestros aciertos. Quieren tapar, de alguna manera, el creciente descontento popular por la mala situación de la economía. Ellos piensan que, como no le pueden dar pan al pueblo, le dan circo”.

Paz y amor. Del otro lado del mostrador está el segundo cordón de kirchneristas, políticos que ya no están (o nunca estuvieron) muy pegados a Cristina y que tienen una pata en ese movimiento y otra en el PJ o en el peronismo no alineado. Para ellos, que no están tan agrupados y cohesionados como el ala combativa, instigar y promover un clima de agitación social sólo haría crecer a los demonios que persiguen a su corriente y que le ayudaron al macrismo a ganar las últimas elecciones. “Es una boludez que buscan algunos que de política no entienden nada y que piensan que de esta manera vamos a volver a gobernar. Así no se puede construir. Si queremos ganar las elecciones el año que viene tenemos que ser más vivos”, relata un dirigente del kirchnerismo porteño que prefiere no revelar su nombre. Uno de los pocos que se animan a discrepar con la versión oficial del cristinismo es el siempre sorpresivo Guillermo Moreno. “Hay que tener respeto por el Poder Judicial y por su accionar, aunque ciertamente hay jueces, como Bonadio, que no se lo merecen”, dice el ex secretario de Comercio, aunque asegura que “de ninguna manera” hay razones para que este magistrado detenga a la ex presidenta.

Algunos de este grupo lanzan también un interrogante: ¿Tan malo sería si terminara presa? Para los que llevan años en el juego de la política, pasar un tiempo en una cárcel sólo la convertiría en una mártir y haría crecer todavía más su figura. Sería un sacrificio por el equipo.

Futuro incierto. Todavía es temprano para vislumbrar qué pasará con Cristina en el 2017, el año en que el macrismo enfrentará sus primeras elecciones como Gobierno. Sin embargo, hay algo que ya se puede materializar: la grieta que, parece, jamás se cerró. El clima de violencia, relacionado a la política y a sus distintos grupos, viene en escalada. Una semana atrás, el periodista de Clarín, Nicolás Wiñazky, sufrió una agresión de un simpatizante K cuando hacía una nota. No fue el único episodio de ensañamiento en este año: la periodista Mercedes Ninci también fue atacada durante una marcha de la oposición en abril; una citación de Cristina Kirchner a Comodoro Py, el último día de octubre, terminó a las piñas entre sus simpatizantes y la policía; Macri recibió un piedrazo en Mar del Plata en agosto; en la primera semana de noviembre, concejales de Florencio Varela se trenzaron a las piñas durante un debate para nombrar a CFK como ciudadana ilustre; y esta última denunció, en junio, “una intimidación” cuando ocurrió una fallida entradera a la casa de los padres de su fallecido esposo en Río Gallegos, entre otros hechos.

Por ahora, y quizás para siempre, la líder opositora más importante sigue en libertad. Y lo cierto es que el “quilombo” no va a esperar a que ella sea o no detenida: parafraseando a los Redondos, el quilombo ya llegó.

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