Saturday 6 de December, 2025

TECNOLOGíA | Hoy 01:21

Los 7 errores que todos cometemos sin darnos cuenta

Protegernos no es difícil. Requiere hábitos pequeños, decisiones simples, y un poquito de desconfianza saludable.

La ciberseguridad parece un tema complicado, lejano, lleno de palabras raras, explicaciones técnicas y amenazas invisibles. Pero la realidad es que los problemas más comunes no ocurren por ataques súper sofisticados ni por hackers de película, sino por errores simples que cualquier persona puede cometer: desde el verdulero del barrio que usa siempre la misma contraseña porque “así no me la olvido”, hasta la tía Lili que abre un mensajito de WhatsApp pensando que es una receta casera, o tu sobrina Adela que estudia veterinaria y guarda todos los trabajos en su notebook sin copias de respaldo porque “¿qué podría pasar?”. La ciberseguridad, en el fondo, no es otra cosa que cuidarnos en un mundo digital que funciona igual que el real, solo que más rápido, más conectado y, por desgracia, con gente tratando de aprovecharse a cada minuto.

El error número uno: confiar demasiado en la gente (y en los mensajes que reciben). Aunque parezca mentira, el ataque más común no tiene que ver con antivirus, firewalls o programas raros. El problema es confiar. Nos pasa a todos. Somos seres humanos, y los ciberdelincuentes lo saben mejor que nadie. Por eso imitan bancos, empresas de correo, vendedores, tu propia obra social, la AFIP o hasta un familiar desesperado que te escribe para pedirte plata.

Este tipo de engaño tiene un nombre complicado, "phishing", pero la idea es sencilla: te mandan un mensaje que parece real, te apuran, te generan miedo o urgencia, y te hacen tocar un enlace o entregar datos. Es como si alguien tocara timbre y dijera ser del medidor de gas, pero le faltara el uniforme. A veces la gente pasa igual.

Cualquier persona puede caer. Juan puede recibir un mail del “Banco Nación” diciendo que su cuenta será bloqueada si no entra YA a un enlace. Catalina puede recibir un “currículum de un cliente nuevo” que en realidad es un virus. Y Carlos puede recibir un WhatsApp que dice “tu hija tuvo un accidente, necesitás confirmar este código urgente”. Son cosas que pasan todos los días.

Por eso, la primera regla es simple: Si un mensaje te apura, te asusta, te pide plata o datos, lo más probable es que sea un engaño.Y si tenés dudas, preguntá. Una llamada de 20 segundos puede evitar un problema de meses.

Creer que una contraseña fácil nos hace la vida mejor (cuando en realidad la complica). Las contraseñas son como las llaves de tu casa: si las dejas debajo del felpudo, cualquiera entra. Y, sin embargo, seguimos usando claves como “123456”, “qwerty”, el nombre de una mascota o la fecha de cumpleaños. Incluso gente profesional, incluso jóvenes, incluso personas que ya sufrieron estafas antes.

¿Por qué pasa? Porque la vida es complicada, todos estamos apurados, y recordar cosas difíciles es incómodo. Pero el problema es que cuando una contraseña es sencilla, los atacantes la descubren en segundos. Tienen programas que prueban millones por minuto. Siempre lo explico así: tu contraseña no la adivina un tipo solo en un sótano; la adivina una computadora que prueba opciones como una ametralladora. Lo bueno es que hay una solución muy simple: usá frases. No “Pedro2024”, sino algo como: “Miprimercafeenlacalle” o “Hayquecomprararroz”. Largas, fáciles de recordar, imposibles de adivinar. Y si te cuesta mucho, existe otro invento maravilloso: el gestor de contraseñas. Un programita que recuerda todo por vos y que solo necesita que memorices una única frase larga.

Pensar que “a mí no me va a pasar” (cuando ya les pasó a todos). Este es el error más humano y más peligroso. Tendemos a creer que los problemas les pasan a otros. Es como manejar sin cinturón porque “voy a la esquina”. O dejar el auto sin alarma porque “es un barrio tranquilo”. En ciberseguridad, esa confianza nos cuesta caro. La realidad es que todos somos un objetivo, no porque seamos importantes, sino porque somos muchos. Los atacantes no se levantan pensando “hoy le voy a robar a Juan”; se levantan y lanzan miles de ataques automáticos a todo el mundo. El que cae, cae.

Nunca te olvides: para un ciberdelincuente, vos sos un número; pero tu pérdida es 100% real. Los ejemplos se repiten: Personas que pierden sus fotos de toda la vida por un virus. Negocios que quedan sin poder cobrar porque las computadoras se bloquean. Jóvenes que venden cosas por redes y terminan estafados con comprobantes de transferencias falsos.

Jubilados que dan un código que no entienden y pierden los ahorros del mes.

A todos nos puede pasar. Y por eso mismo, a todos nos conviene cuidarnos.

No actualizar nada “para no complicarse” (cuando las actualizaciones son las que te protegen). A muchos les molesta cuando el celular pide actualizarse. “Más tarde”, “ahora no”, “después lo hago”. Y así pasan semanas… o meses. Lo mismo con la notebook, con programas viejos, con sistemas que nadie toca.

El problema es que, cuando un programador descubre una falla, la corrige con una actualización. Pero si no la instalás, seguís expuesto. Es como si te avisaran que tu puerta tiene un agujero y te dieran gratis un parche… y vos lo dejaras tirado arriba de la mesa. Los atacantes viven buscando esos agujeritos. Si vos no actualizás, sos el blanco perfecto. La buena noticia es que no hace falta ser técnico: la mayoría de los dispositivos actualizan con un clic. Es una de las defensas más fáciles, rápidas y efectivas.

 

Guardar todo en un solo lugar (y creer que nunca se rompe nada). Este es un error universal. Guardamos fotos, trabajos, documentos, facturas, recetas, todo… en un solo dispositivo. Es cómodo, sí. Hasta que ese dispositivo se rompe, se pierde, se moja o se bloquea. Y ahí aparece la verdadera pesadilla: lo único importante no era el celular o la notebook; eran los recuerdos, el trabajo, los años de información guardada. Por eso existe algo que parece de nerds pero es para todos: las copias de seguridad. No hace falta usar palabras raras; basta con entender esto: Cuando algo está en un solo lugar, está en riesgo. Cuando está en dos, está más seguro. Y si está en tres, muchísimo mejor. Podés usar un pendrive, una nube, un disco externo. Lo que te resulte más simple. Pero elegí algo, y hacelo parte de tu rutina.

Si Adela pierde su notebook con todos los trabajos de la facultad, no importa cuánto llore: nadie puede recuperar eso sin copia previa. Y lo mismo vale para tu vecino, para vos, para mí, para cualquier persona.

Usar el Wi-Fi como si fuera agua libre (cuando en realidad puede ser una trampa). Las redes Wi-Fi públicas en cafés, aeropuertos, plazas, son cómodas, pero inseguras. No porque “el bar te quiera robar”, sino porque cualquiera conectado puede intentar mirar lo que hacés. Es como hablar de tus ahorros en voz alta en la mesa de un bar lleno. Cuando te conectás a una red abierta, todo lo que hacés puede ser interceptado por alguien con malas intenciones. No hace falta ser un superhacker. Hay herramientas simples que cualquiera puede aprender a usar.

La solución es sencilla:

Si es una red pública, no hagas nada importante. No entres al homebanking.

No compres nada. No abras mensajes sospechosos. Y si necesitás sí o sí usar una red pública seguido, usá una VPN de confianza (una especie de “túnel privado” que protege tu conexión). Es una costumbre pequeña que evita problemas enormes.

Pensar que la ciberseguridad es solo “tener un antivirus” (cuando es mucho más que eso). El antivirus es importante, claro. Y una solución profesional te salva de muchas amenazas reales. Pero ninguna herramienta hace magia por sí sola. La ciberseguridad es una combinación de hábitos, tecnología y sentido común. Podés tener el mejor antivirus del mundo, pero si entrás a un enlace falso, entregás tus datos, usás una contraseña débil, no actualizás nada o guardás todo en un solo lugar, el riesgo sigue existiendo.

Del mismo modo que un auto moderno tiene airbags, frenos ABS y sensores, pero igual necesitás manejar con cuidado, la ciberseguridad es un trabajo en equipo entre la tecnología y las decisiones que tomamos cada día.

Conclusión: la ciberseguridad no es un tema de expertos, es un tema de todos.

Cuando hablamos de los “siete errores más comunes”, en realidad hablamos de algo muy simple: cosas básicas que cualquiera puede mejorar sin ser técnico, sin estudiar informática y sin dedicarle horas. Porque la ciberseguridad no se trata de entender computadoras: se trata de entender personas. Cómo pensamos, cómo confiamos, cómo nos apuran, cómo reaccionamos cuando tenemos miedo o urgencia. Y por eso mismo, protegernos no es difícil. Requiere hábitos pequeños, decisiones simples, y un poquito de desconfianza saludable.

Si logramos que se apliquen aunque sea dos o tres de estos consejos, ya habremos ganado la mitad de la batalla. Porque en un mundo donde todo es digital, cuidarnos también es parte de vivir. No importa si sos técnico, abogado, panadero o estudiante de veterinaria. Los riesgos son los mismos. Y las soluciones, por suerte, están al alcance de todos.

**Maximiliano Ripani es experto en ciberseguridad de ZMA IT Solutions 

por Maximiliano Ripani

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