Hacer cumbre en el Everest, el Aconcagua, el Kilimanjaro, el Elbrus y el Jaya, los picos más altos de los cinco continentes, es la meta de montañistas y amantes del turismo-aventura que se preparan durante meses para el que puede ser el ascenso de sus vidas. No es para cualquiera: el alpinismo requiere estado físico, conocimientos técnicos, y dinero. Mucho. Claro que, para los fanáticos, plantar una bandera en la cima de un gigante de rocas, hielo y nieve, no tiene precio.
En el país no faltan circuitos atractivos. Pero el hombre siempre quiere una montaña más, un desafío diferente. Los alpinistas argentinos que ya se le atrevieron al Aconcagua (Mendoza), a los cerros Fitz Roy y Torre (en el Chaltén, Santa Cruz) o al neuquino volcán Lanín, tarde o temprano van a la conquista de montañas internacionales. Aprovechan la contra-temporada: cuando el clima ya no permite ascender las laderas vernáculas, cruzan al otro lado del planeta a buscar nuevas marcas, nuevos trofeos; logros que tiene más valor si se trata de una montaña de difícil accesibilidad.
Pum, para arriba. Subir a la montaña requiere logística y organización profesional. Algunos lo hacen por su cuenta. En general son andinistas con mucha experiencia, que han guiado grupos y conocen la naturaleza del terreno; pero también hay quienes contratan el servicio de una agencia y la guía de expertos en los lugares de destino.
Antis Outdoor es una de las pocas organizaciones argentinas de montañismo y trekking que organiza este tipo de expediciones deportivas y recreativas tanto en el país como en el exterior. Las tres cumbres con las que más trabajan fuera del país son el Kilimanjaro en Tanzania, el McKinley en Estados Unidos y el Elbrus en Rusia; además de un programa de caminatas por los Andes chilenos.
El estado físico y la pericia son fundamentales. Los instructores toman referencias objetivas antes de aceptar a un escalador: espirometrías, ecocardiogramas y el Test de Cooper (aquella legendaria prueba de resistencia que consiste en recorrer la mayor distancia posible en doce minutos a una velocidad constante, con la que más de uno ha sido torturado por su profesor de educación física en la escuela secundaria). Es que una vez que comenzó la travesía nadie quiere abandonar el objetivo y volver para atrás. Mucho menos retrasar al grupo.
El ascenso al Kilimanjaro consiste en una expedición de trekking a una altura de 5.892 metros que dura aproximadamente siete días y puede costar alrededor de 2.200 dólares si se contrata por agencia. El precio incluye guías, equipamiento –carpas, cocina y comida para una semana–, pero no el pasaje aéreo.
Grupos de no menos de dos y de hasta ocho personas realizan estas travesías acompañados por profesionales y asistentes de montaña locales habilitados por el Parque Nacional, un cocinero, y dos “porteadores” (los que cargan los equipos).
La expedición y el intento de cumbre al monte McKinley –conocido como Denali tal en lengua indígena– es de las más riesgosas. Para escalar el pico más alto de América del Norte, de 6.194 metros, se requieren conocimientos más técnicos y por lo tanto los requisitos para quienes deciden hacerlo son mucho más altos.
La organización y la logística, el equipamiento, los traslados en avioneta ida y vuelta hasta la base del monte, seguros de accidente, y la presencia de un líder de grupo que toma las decisiones en la montaña durante los veintitrés días de la expedición, cuestan alrededor de 6.000 dólares, además del viaje a Estados Unidos.
Como con casi todo lo que es divertido, la inflación y las restricciones cambiarias se convirtieron en una traba para los argentinos que tenían la intención de conquistar la cima del Denali en 2014, al punto que la excursión anual de Antis tuvo que suspenderse. “Uno propone las fechas pero no se concretan los viajes por el poder adquisitivo”, explica Gonzalo Ayavedra, presidente de la agencia, “Había interesados pero ninguno concretó”.
Adrián Sánchez, instructor y profesor del Centro Andino de Buenos Aires (CABA) explica que, que durante el invierno, los montañistas argentinos eligen países como Perú, Ecuador y Bolivia. Se destacan las expediciones a la Cordillera Real, el cordón más importante de los Andes Bolivianos, o al Nevado Sajama, el pico más alto del país vecino, con unos nada despreciables 6.542 metros de altura, ubicado en la Cordillera Occidental y donde se la actividad es mixta: no faltan la caminata por la nieve con crampones y la escalada técnica en roca o en hielo.
“Para llegar al Sajana se puede tardar entre diez y quince días. Si vas solo desde Argentina, para calcular el costo contás el pasaje que está 500 dólares y un gasto promedio de 150 dólares más. En cambio, sí contratás la excursión en una agencia puede salir 2.000 dólares sin el traslado. El Sajana es increíble porque te alejás de todo y estás solo en el medio de la cordillera”, señala el instructor.
Hacia el techo del mundo. En Europa, dos de las montañas más visitadas por los alpinistas argentinos son el Mont Blanc y el Cervino, en los Alpes (un pico especialmente popular entre los golosos: es el logo de los chocolates Toblerone). Pero la meca de los alpinistas son las Cordilleras de India y Nepal y los 8.848 metros que separan la tierra de la cima más alta del mundo.
Considerado como el “techo del universo”, el Monte Everest atrae todos los años a cientos de experimentados montañistas que sueñan con realizar el ascenso en un promedio de sesenta días, aunque también existen opciones alternativas, como un trekking a la base del monte, para quienes no pueden afrontar una travesía que requiere mucha preparación física, y sobre todo, dinero para costearla.
Ascender al Everest con Benegas Brothers Expeditions, una de las organizadoras de expediciones más respetadas del mundo, cuesta 65.000 dólares, que no incluyen el traslado aéreo y la tasa de 10.000 dólares que el gobierno nepalés cobra a cada alpinista que intenta la aventura de hacer cumbre. La agencia pertenece a los mellizos Damián y Willie Benegas, dos alpinistas argentinos famosos por sus marcas y récords mundiales, además de por sus dramáticos rescates de colegas en apuros. En el precio se incluye, además de los guías de montaña de la agencia, el soporte de los “sherpas”, los nepaleses que mejor conocen el terreno, y que acompañan a los grupos casi todo el trayecto.
Aun con costos tan altos, la escalada al Everest puede emprenderse en forma autónoma. Es más económico –en muchos casos, hasta la mitad del precio– pero requiere de muchísima experiencia y contactos locales para pagar por los permisos, los sherpas (cobran unos 6.000 dólares) y los tubos de oxígeno (unos 1.200 dólares) especialmente diseñados para esas alturas.
Claro que la montaña no es para todos. Muchos intrépidos, con el entrenamiento y el presupuesto adecuado, lo intentan. Algunos dejan la vida en ese intento. Otros llegan al final del recorrido, muchas veces como parte de un desafío personal; por el simple lujo de poder verlo todo desde la cima del mundo.
por Luciana Betteto
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