En el gimnasio Ocampo Wellness Club, en el exclusivo Barrio Parque, la cosa no pasó de un par de palabras y miradas insistentes. Mauricio Macri, desde la bicicleta fija, observaba cómo la sensual Juliana Awada se ejercitaba en el escalador, a pocos metros de él. Pero no se animó a encararla, más allá del saludo tímido al despedirse. Compartían las clases del personal trainer Aldo Giménez, también gerente del lugar. Y se miraban con evidentes intenciones.
Pero, como se dijo, no se animaron a más que eso en el gimnasio.
Corría la primavera del 2009 y el problema era que los dos estaban en pareja. Él con Malala Groba, ella con el empresario belga Bruno Barbier, que no es conde, en contra de lo que todos repiten.
Mauricio Macri le comentó la situación a uno de sus amigos del alma, el conocido actor Martín Seefeld, su ex compañero del jardín de infantes.
Y el actor lo sorprendió:
–¡Mi mujer es muy amiga de Juliana!
–¿En serio? –se entusiasmó Macri–. ¿Vos podés armar algo?
Dicho y hecho: poco después hubo una cena en lo de los Seefeld y los comensales fueron Juliana, Mauricio, el actor dueño de casa y su esposa Valeria Giuliani, dedicada a la confección de carteras.
Casi una cita a ciegas, solo que los tortolitos ya se habían visto en el gimnasio.
Todo trascurrió en armonía, entre copas de vino y risitas nerviosas. Aunque Macri, es cierto, esa noche no se atrevió a pedirle su número de teléfono a Juliana.
Al día siguiente enmendó el error: llamó a Seefeld, quien le transmitió la inquietud a su mujer, quien a su vez se la hizo llegar a Awada.
Ella aprobó:
–Sí, pasale mi celular.
Y así comenzó todo, en contra de las siempre distintas versiones que exponen ellos dos en público. No empezaron la relación en enero del 2010, como dice él, ni en febrero, como sostiene ella, ni mucho menos en abril, cuando la oficializaron ante la prensa. Fue en la primavera del 2009, y gracias a los incalculables oficios de “celestino” del actor Seefeld.
Poco después, en diciembre, los dos se separaron al unísono y sin muchas explicaciones de sus parejas, Malala Groba y Barbier. Y aunque evitaron mostrarse juntos de entrada, los amigos del empresario belga afirman que él siempre sospechó de una infidelidad de Juliana.
por Franco Lindner
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