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SOCIEDAD | 23-03-2017 00:00

Indio Solari: un ídolo en el barro

Fundó un credo que no profesa. Antisistema y lujo. El encierro en su mansión después de la tragedia. El caso de un líder fóbico social.

El masivo recital con el que el cantante planeaba comenzar a gestar una despedida musical con toda la gloria –y toda la masividad posible– terminó con dos muertos y lo colocó en un rol protagónico que, según él mismo, “le excede” y el cual siempre aborreció: el centro de la escena pública. El personaje que el hombre más hermético y misterioso del rock nacional se esmeró en construir a lo largo de los años se resquebraja. Su lírica ya no lo exime de responsabilidades. Hasta algunos de sus fanáticos más empedernidos reconocen que “El Indio se equivocó feo”. La careta de Solari se cayó y dejó en evidencia al hombre detrás del mito.

El símbolo se desdibuja con una velocidad diametralmente opuesta a lo que él tardó en construirlo. Al endiosado Indio, las contradicciones entre su prédica y su modo de vida lo ponen en jaque. Pecados “humanos” como la avaricia y el ego lo bajan de su pedestal. Los medios de comunicación, que hasta hace una semana lo congratulaban por su poder de convocatoria, hoy lo demonizan y lo responsabilizan de cosas que quizás no estén a su alcance. Los colegas del rock le enumeran defectos y algunos le apuntan. “Toda la cadena de organización está involucrada en la responsabilidad, hasta El Indio”, aseguró Juanchi Baleirón, líder de Los Pericos. Mientras, la Justicia lo investiga.

Sólo los fieles de la “religión ricotera”, esos que recorren miles de kilómetros para llegar a sus “misas”, permanecen a su lado y cerraron filas alrededor suyo. Porque si algo ha sabido forjar Solari a través de su carrera fue un público fiel, que lo idolatra más allá de todo. Incluso sin importar que el propio Indio no profese el culto que él mismo forjó. “Jamás iría a ver un recital mío de esta naturaleza, de estar metido ahí en el pogo. Ni en pedo”, dijo el propio cantante. “Él es todo lo opuesto a la imagen del rockero que muchos creen. De hecho aborrece esa figura”, explica alguien que compartió escenarios con él.

Pero a esta especie de religión pagana no le importa que su profeta no siga las normas que él predica. Un líder que genera encanto desde la distancia y el encierro. Que hace tiempo sepultó al rockero y se convirtió en un empresario musical y que prefiere una tranquila vida en Nueva York al asedio de sus fanáticos en la Argentina.

Ángel o demonio. Adorado hasta límites insospechados, Solari tuvo un final de carrera impensado. Las dos muertes del recital en Olavarría desnudaron su lado más carnal. Porque si bien las pericias determinaron que ninguno de los muertos falleció por causa de la avalancha, la prensa que él siempre esquivó y miró con desconfianza, aprovechó. “Los medios son vengativos y él siempre fue triunfal. Esto fue un fracaso y a los medios les gusta ensañarse”, explica un ex amigo del Indio. ¿Tiene responsabilidad en esta tragedia o es un chivo expiatorio de la sociedad para exculpar las responsabilidades del Estado?

“Estaba muy angustiado, lloraba”, dicen quienes lo vieron al ser anoticiado de los sucesos, que según la información que se publicaba en esos momentos, hablaba de siete víctimas fatales producto de la avalancha humana. Las lágrimas de Solari se repitieron el domingo 12 cuando prestó declaración ante la fiscal Susana Alonso. En esa testimonial, además, aseguró no formar parte de la organización del evento y lamentar mucho lo ocurrido. “Él siempre fue un tipo muy sensible, y desde lo de la enfermedad, se puso más llorón que nunca”, explica un viejo compañero de ruta. En el 2015 el músico confirmó que sufría de mal de Parkinson y la posibilidad de una inminente retirada de los escenarios se volvió tangible. “En Olavarría iba a anunciar un próximo recital para fin de año o principios del 2018 que iba a ser el último. Su retiro”, asegura un allegado.

“El Indio siempre fue muy exigente y quería retirarse con gloria. Un súper show de despedida”, dicen en su entorno y agregan que el músico quedó fascinado con el último material editado por David Bowie poco antes de su muerte. Él quería emularlo. “Saber que va a ser lo último que vas a hacer, debe ser un mambo digno de ser bailado”, explicó el propio Solari trazando un paralelismo entre Bowie y él.

Quienes conocen a Solari aseguran que desde el diagnóstico de su enfermedad ya no es el mismo. El Parkinson potenció algunos aspectos de su personalidad y modificó otros. “Hay días que me quiero matar y hay días que no se me nota, prácticamente”, explicó el propio Solari, quien aseguró que su primer tratamiento lo realizó en una “clínica donde van todos los famosos”, pero que luego cambió por uno de los principales profesionales del área en la Argentina. Según pudo saber NOTICIAS, se trata del neurólogo Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), quien decidió cambiarle el tratamiento. “Ahora está mucho mejor”, explican en su entorno.

“Siempre fue muy hipocondríaco. Todo el día pensaba que estaba muy enfermo y que tenía algo. Andaba lleno de remedios, con un botiquín para todos lados”, comenta un amigo.

Anti. Tras enterarse de su padecimiento, Solari cambió. Sigue recluido en su mansión de 10.000 metros cuadrados de Parque Leloir y rehúye del contacto con la gente, pero empezó a acceder a algunas entrevistas y comparte parte de su intimidad en Facebook. A través de la página Virumancia, regentada por su mujer Virginia, el cantante tiene ahora otra llegada a sus fanáticos.

Sin embargo, gran parte de su vida sigue siendo un misterio. Algo que él se encargó de generar y magnificar. “Entendió que cultivando esa personalidad se aseguraba el éxito”, sostiene un allegado. Solari se convirtió en ídolo sosteniendo un personaje que se fue volviendo cada vez más distante de su realidad. “No es un rockerito cualquiera. Es un intelectual educado a fines de los ’60 con una fuerte influencia del anarquismo. Esto lo llevó a desconfiar de todo y fue delineando su forma de ser y también la de los Redondos”, explican sobre el hermetismo extremo que fue la principal bandera de la banda y sus integrantes.

Solari no lleva la típica vida de un rockstar y sus días pasan dentro de los murallones de un haras reconvertido en casa de campo. Personal de seguridad, cámaras y varios perros, su animal favorito porque según explicó "yo quiero un boludo que me dé pelota, que lo llame y venga", custodian sus días. “Vivo prácticamente encerrado en casa. No me llevo muy bien con ‘las gentes’”, comentó el propio Indio, quien rechaza el contacto social. En la casona de Parque Leloir pasa ahora sus horas luego de la tragedia de Olavarría y mientras avanzan las causas judiciales.

Dentro del predio, Solari incluso tiene su propio estudio de grabación “Luzbola”, por lo cual ni siquiera tiene que salir para dedicarse a la música. “Él se levanta temprano, y se dedica a trabajar”, asegura un allegado. Las pocas salidas se reducen a alguna cena en una parrilla cercana o una escapada hasta un shopping en las primeras horas de la mañana para evitar la muchedumbre. “Algunos negocios abren antes por él”, sostienen. Aunque canta para un público argentino, Solari asegura que extraña más Nueva York que Buenos Aires, ya que es en esa ciudad donde puede llevar una vida urbana con su mujer y su hijo, Bruno, quienes también siguen el mandato familiar de preservar a ultranza la intimidad. De hecho, cuando su familia lo acompañó al recital del 2014 en Mendoza, los fanáticos identificaron a Bruno y le pidieron que cuente anécdotas de su padre. “Mi papá no me deja”, fue la respuesta del niño que luego ingresó corriendo al hotel. Después del hecho, Solari ordenó reforzar la seguridad en el perímetro y el pequeño no volvió a salir solo a la vereda.

Paranoico al extremo y fóbico social, según quienes lo conocen, Solari encontró en el aislamiento la mejor manera de lidiar con su fama y, además, de poder seguir forjando su mito: “El personaje me llevó a eso”, dijo. “Siempre persiguió el éxito, no es un improvisado”, comenta un amigo para quien el estilo de vida fue justamente el modo que eligió El Indio para lograr sus ambiciones. “Su codicia pasó por el éxito, no por el dinero”, apunta un viejo amigo. “Alguien que dice que arma el pogo más grande del mundo, lo dice porque le importa. Otros artistas se jactan de tener la mejor calidad, pero él insiste con la cantidad de gente”, afirma.

La disputa por ser el poseedor de la muchedumbre de fanáticos más grande lo llevó incluso a ponerse al nivel de una leyenda de la música internacional. Cuando Mick Jagger, vocalista de los Rolling Stones, dijo que su pogo había sido más grande, Solari respondió irónicamente diciendo que algunos debían hacerse de abajo. El Indio convirtió al pogo en su capital simbólico más importante. “Es un tipo de un ego muy grande. Así como es de inteligente, es de narcisista y ser el artista más convocante de todos se volvió su obsesión”, explica un ex compañero que grafica: “Tocar ante miles y miles de personas es una sensación muy fuerte. Te sentís invencible. Carlos toca con más de 100.000 personas abajo que lo aman. Es algo muy poderoso”. El síndrome de Dios.

Discursos

Él jura que no sabe por qué la gente lo elige. Quienes lo conocieron están seguros de que su éxito radica en haber creado un discurso que atravesaba todas las clases sociales y, además, creó un “halo místico” para acrecentar su figura.

“No llegó por casualidad a donde está”, comenta un músico que alguna vez tocó con él, para quien “Carlos lo tuvo siempre todo calculado y siempre supo cómo ir moviéndose para lograrlo. No es algo que pasó por pasar”. Quienes lo conocieron de cerca dicen que cuando el éxito de Los Redondos fue creciendo, la bohemia de los primeros tiempos fue dejando lugar a la ambición de quien era su frontman. “Él soñó todo esto y cada paso que dio fue para conseguirlo. Cuando aún iba muy poca gente a verlos un día me agarra y me pregunta ‘¿Qué nos pasará cuando nos llegue el primer cheque de 10 mil dólares?’. Él ya sabía a dónde quería llegar”, detalla alguien que acompañó a Los Redondos en sus inicios.

Algunos incluso aseguran que la histórica decisión de Los Redondos de autogestionarse y rechazar a las discográficas fue parte de una estrategia de marketing. No sólo porque el rédito económico quedaba sólo en manos de la banda, sino también por lo que representaba para el público. “Esto generó muchos enemigos. De la industria musical, políticos y los medios de comunicación. Todo lo relacionado con Los Redondos se convirtió en un ‘grano en el culo’ para algunos”, afirma un hombre cercano a Solari.

El megaevento musical que el Indio imaginó no sucedió. Porque si bien cientos de miles se congregaron para felicidad de su ego, la muerte de dos de sus fanáticos lo obligó a dar explicaciones y a tener que abandonar por un rato su traje de ídolo. Carlos Alberto Solari quedó expuesto. Tanto, que en la Justicia se radicó una denuncia en su contra por presunta evasión fiscal y defraudación agravada. Fernando Míguez, el denunciante, aseguró en su presentación judicial que Solari forma parte de una asociación que blanquearía plata a través de la compra de inmuebles. “Si sobre los 155.000 tickets vendidos, se sobrevendieron otros 100.000, se habrían evadido más de 6 millones de pesos”, explica a NOTICIAS Míguez.

De acuerdo con el denunciante, el destino de este dinero no sería otro que la adquisición de inmuebles para su posterior venta. “Lo hacen a través de la inmobiliaria de un amigo en Castelar”, dice Míguez , para quien es más que sugestivo que la dirección de la productora “En Vivo SA” –la misma de Olavarría que presiden los hermanos Matías y Marcos Peuscovich– tenga la misma dirección y la misma fecha de creación que una financiera llamada Grupo Dax Recuperación Crediticia SA. “Hubo un arreglo entre Solari, Marcos y Matías Peuscovich y el intendente Galli”, apunta Míguez. Según el denunciante, el intendente de Olavarría podría haberse quedado con parte del dinero evadido para su fondo de campaña. Esta investigación va en paralelo de la que investiga las dos muertes y por la cual Fernando Burlando, abogado que representa a la familia de Javier León, ya adelantó que pedirá la detención de Solari.

Sin poder hacer gala del hermético personaje que lo blindaba, muestra su lado más humano.

por Pablo Berisso, Marcos Teijeiro, Giselle Leclercq

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