Tuesday 19 de March, 2024

PERSONAJES | 23-11-2017 14:56

Horacio Convertini: "Somos editores implacables de lo que hacen los demás"

Periodista de larga trayectoria y su nombre suena fuerte en el universo del policial negro y la literatura juvenil. Su última novela "Los que duermen en el polvo".

Por Pablo Steinmann.

Inclasificable, tanto por su ya casi decena de títulos publicados y premiados (que van de la nouvelle a la literatura juvenil y de ahí al policial negro y al cuento), como por su propia trayectoria, Horacio Convertini arrancó en el periodismo (donde aún hoy deja huella como Editor Jefe de Revista Viva) y luego abrazó con desesperación las letras gracias a un taller, entre revelador e iniciático, de Pablo Ramos ¿Escritor tardío o periodista precoz? “Ambas cosas”, responde Convertini sin dudar y acto seguido completa: “Empecé en el periodismo gráfico en 1983, con 22 años, y nunca paré. Soy un bicho de redacción, formado a los tropezones, a fuerza de ensayo y error. El periodismo me dio de comer, me dio un lugar de pertenencia, me hizo vivir experiencias que nunca habría tenido de otro modo y es un oficio que todavía me hace cosquillas. La literatura, o dicho de otro modo, la decisión de apostar fuerte a la escritura, llegó mucho más tarde, a los 45, como consecuencia de una coyuntura laboral que me tenía un poco bajoneado. Andaba con ganas de explorar terrenos más creativos, había acumulado algunos cuentos decentes en la memoria de la computadora y tomé coraje. Funcionó como catarsis y como cable a tierra”, sentencia.

NOTICIAS: ¿Lo llevó ese derrotero a sentirse en algún momento un outsider de la literatura?

Horacio Convertini: Sí. Mi único vínculo con la literatura eran los libros que tenía en la biblioteca. Había estado unos años en Puán, pero estudiando Historia. No conocía a ningún escritor ni tenía amigos en el periodismo cultural. Una vez, cuando ya había publicado mis primeros textos, fui a la presentación del libro de una escritora que admiro y que, en esa época, era compañera de trabajo. Duré cinco minutos: lo suficiente para saludarla de lejos y correr a la parada del colectivo. Sentía que esa especie de ritual no me incluía.

NOTICIAS: ¿Por qué el policial negro? ¿Y por qué la literatura juvenil? ¿Siente muchas diferencias entre ambas esferas?

Convertini: Llegué a la novela negra sin tener debida conciencia de estar escribiendo literatura de género. El noir, por suerte, es un espacio lo suficientemente amplio para contener tanto a un policial clásico de Mankell como a mis historias de perdedores a los que el crimen les llega casi de rebote y en las que el enigma ocupa un lugar subalterno. A la literatura infantil sí llegué deliberadamente. Quería probarme en ese segmento y descubrí varias cosas: que el encuentro con los pibes, cada vez que visito una escuela, es muy enriquecedor, que las editoriales del sector están muy abiertas a nuevas propuestas y que la lógica comercial está unida a la pedagógica, lo que a veces no está tan bueno.

NOTICIAS: ¿Cree que hay un boom de la novela negra local?

Convertini: No. Hay más un boom de autores que de lectores. Salvo lo que ocurre con (Claudia]) Piñeiro o (Jorge) Fernández Díaz, los lectores siguen eligiendo las tramas detectivescas clásicas que ocurren en otros países, cuanto más lejanos mejor.

NOTICIAS: En "Los que duermen en el polvo", su última novela, combina esa suerte de atmósfera negra y policial con una distopía local: una Argentina invadida por zombies. En "El último milagro" ya había incorporado elementos de la ciencia ficción. ¿Le interesa arremeter contra las fronteras de los géneros?

Convertini: No me interesa sentirme encerrado por los límites de ningún género. Ya bastantes límites me pone el ejercicio del periodismo. La literatura es para mí un espacio de libertad absoluta.

NOTICIAS: ¿Cree que esa idea –zombies en Argentina- puede atraer otro tipo de público a tu obra?

Convertini: No lo sé. Lo que sé es que no me gusta pensar mi escritura en términos de mercado. Si no, ya estaría probando inventar una saga estilo Harry Potter. Mi intención fue que los bichos, esas criaturas que han copado la Argentina, fueran solamente una amenaza velada. El telón de fondo para la bestialidad humana. Lo que más me interesaba del fenómeno zombi era desarrollar su dilema moral: en qué nos convertimos para no convertirnos.

NOTICIAS: Como escritor y periodista, ¿cuánta bolilla le da a la crítica y al canon?

Convertini: Sin llegar a la paranoia, me gusta conocer las opiniones que generan mis libros, sean las del tipo común como las del crítico, el colega o el académico. La lectura es una experiencia personalísima que se ensambla con un montón de consumos culturales previos. No existe el metro patrón de satisfacción lectora. Por eso, lo que a uno le encanta a otro le puede parecer mediocre y viceversa. Tengo el oído atento, apenas eso. Y no me creo el dueño de todas las -respuestas.

NOTICIAS: La “posverdad”, los medios digitales, las redes sociales, ¿cómo se lleva con esta “nueva era” en las comunicaciones? Como periodista, ha sido  de muchos de esos cambios, incluso en las propias redacciones…

Convertini: Es un momento incómodo. El periodismo actual está enfermo de semiótica. Se analiza hasta un epígrafe hecho a las apuradas en el medio del cierre. Las redes se llenaron de Torquemadas, algunos con evidentes dificultades de comprensión de textos pero con un Twitter que arde. Nos hemos convertido en editores implacables de lo que hacen los demás. Ya sea a favor o en contra, se sobrevalora la tarea de los periodistas, y en eso nosotros tenemos bastante culpa, porque estamos todo el tiempo golpeándonos el pecho y presentándonos como paladines de la Justicia. Ni que hablar del poder de los medios. Los medios son responsabilizados hasta de la caída del pelo. Todo se explica a través de la influencia de los medios en la opinión pública, aunque la realidad ofrezca numerosos ejemplos para desmentir este supuesto. Trump llegó a la Casa Blanca con el 90% de la prensa en contra, que no sólo lo cuestionaba sino que lo ridiculizaba. Cristina, en 2011, ganó la elección de punta a punta con los medios grandes en la vereda de enfrente. Con la irrupción del paradigma digital, se instaló la idea de que hoy se hace un periodismo más berreta, demasiado preocupado por el click. No estoy tan seguro. Las condiciones materiales con la que se ejerce el oficio empeoraron respecto de los años 90, que fue de gran desarrollo, pero aún así, hoy se hace mejor periodismo que cuando empecé: la sanata, que era vital en los ochenta, hoy languidece. Es posible ser más preciso y hay caminos muy sencillos para contrastar datos y dar información correcta. Pero, desde luego, ni eso nos libra del error.

NOTICIAS: La literatura como vía de escape, dicen muchos, pero últimamente usted elige no “escapar” nunca de Pompeya, su barrio ¿por qué?

Convertini: Porque es mi infancia, porque es mi pago chico, porque de alguna manera marcó mi historia, y porque es increíblemente literario. Date una vuelta y me contás.

NOTICIAS: ¿Cuál elegiría como el momento más literario de su vida?

Convertini: No tengo. Soy el lado pancho de Hemingway.

NOTICIAS: Ha publicado realmente mucho en poco tiempo y siempre dijo que tenía mucho más aún para corregir y repensar. ¿Nunca padeció el síndrome de la hoja en blanco?

Convertini: Jamás. Tal vez por el entrenamiento que te da el periodismo. Escribo casi todos los días. A veces no más de diez líneas. A veces corrigiendo lo ya escrito. A veces cambiando un capítulo de lugar y haciendo los ajustes que este cambio genera en el resto del texto. Vivo la literatura como acción pura.

NOTICIAS: ¿Siente que ya encontró “su lugar”, “su firma” como autor o seguirá presentándose en los más variados concursos literarios?

Convertini: Hace ya un par de años que no participo de concursos. Lo hice, en su momento, como herramienta para probar la consistencia de mis textos, para que me leyeran tipos a los que jamás hubiera llegado, como Abelardo Castillo o Jorge Edwards, para ganarme un lugarcito en esa tierra de nadie que no conocía, para llegar a la publicación y, por qué no, para ganar unos mangos. Hoy, por suerte, el lugarcito ya lo tengo y puedo acceder de otra manera a un editor.

por Pablo Steinmann

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