Su fortuna asciende a 5.403.658 pesos y, sin embargo, todas las noches duerme en una bolsa de dormir en un conventillo en el barrio porteño de Constitución.
Antes, vivía en un departamento en Belgrano y todas las mañanas recorría a trote el trayecto entre ese barrio y su oficina del centro porteño. Dos veces por semana cena con vecinos de la Villa 31, en Retiro, en alguno de los improvisados bares del asentamiento. Dicen que va solo, sin custodia. Hace unos años, vivió durante seis meses en una carpa en una isla de Tigre.
En los despachos de la Casa Rosada juran que es el único funcionario K que se atreve a pisar el despacho de Cristina Fernández en alpargatas. No usa traje, a menos que el protocolo lo obligue. Es médico cirujano, teniente coronel del Ejército, especialista en táctica y estrategia; paracaidista, buzo táctico, alpinista, hincha de Boca Juniors e instructor de karate, reconocido a nivel mundial, y desde hace años interviene en los conflictos sociales más álgidos del kirchnerismo. Por algo lo apodan “El Loco”.
Pero antes que eso, el secretario de Seguridad, Sergio Alejandro Berni, es un soldado del kirchnerismo. “Soy consciente de que me estoy inmolando, pero yo voy donde me diga la Presidenta”, suele reconocer entre sus íntimos el funcionario que habla directo con Cristina.
MILITAR K. Justo cuando les había confesado a sus amigos que a los 50 años –que cumplió en el verano– quería empezar a retirarse, en marzo recibió la orden presidencial: fue designado al frente de la Secretaría de Seguridad, una jugada de Cristina para acotar los movimientos de la ministra Nilda Garré, que cayó en desgracia en Olivos. Y como buen soldado, Berni acata las órdenes y las cumple a rajatabla. Había sido elegido senador bonaerense y ubicado como vicepresidente primero del Senado provincial, pero dejó todo de lado para ocupar su nuevo cargo.
A Berni no le desagrada su raigambre militar, todo lo contrario. Todavía conserva las costumbres del Ejército: se levanta al alba, y a las 8 de la mañana ya tiene planificado todo su día. Termina a la medianoche, y suele recorrer las villas durante la madrugada.
En el 2003, cuando Berni desembarcó junto a Alicia Kirchner en el Ministerio de Desarrollo Social –donde estuvo hasta el 2011–, ya traía en sus maletas más de una década de relación con los Kirchner. Los conoció en 1989, en Santa Cruz. Había sido designado por el Ejército en Rospentek, una localidad inhóspita del departamento de Güer Aike, al sur de Santa Cruz. Kirchner era intendente de Río Gallegos y Cristina diputada provincial. Berni escapaba de la unidad militar para escuchar los discursos de la legisladora. Había completado su residencia de médico cirujano en el Hospital Militar y luego fue trasladado al Sur.
Sin embargo, su participación en el Ejército le valió al funcionario una denuncia controvertida. En su programa “Periodismo Para Todos”, Jorge Lanata mostró un video en el que mineros de Río Turbio acusaban a Berni de realizar tareas de inteligencia en la toma de la mina en 1994, durante la gobernación de Kirchner. El entorno del funcionario lo desmiente: dicen que bajó hasta la mina para atender a uno de los mineros. Desde los inicios del kirchnerismo, el funcionario metió los pies en el barro.
Estuvo al frente de las inundaciones en Tartagal, en Salta, en el 2009; del temporal de granizo en Rosario, en el 2006; fue el negociador de la toma del Parque Indoamericano, en Lugano, en diciembre del 2010, y negoció cara a cara con Los Dragones, los sindicalistas de la construcción que tomaron el Cerro Dragón, en junio pasado.
Aunque su consagración fue el 20 de junio pasado. Esa noche, en la destilería de YPF en La Matanza, el funcionario montó un operativo de distracción frente a cientos de camioneros que impedían la salida de camiones con combustible.
Concentró la atención de los manifestantes en una de las salidas del predio mientras sacaba los camiones por una puerta lateral. Fue la ruptura final del Gobierno con Hugo Moyano. “¡Cómo se la comieron, eh!”, bramó Berni frente a los periodistas.
ENTRE ALICIA Y EL CAMPO. Es uno de los pocos que tiene diálogo directo con Cristina y goza de su confianza absoluta. Los funcionarios que lo frecuentan dicen que es capaz de correr a manifestantes de una ruta por la fuerza sin pedir permiso. “Si a esta altura no sé lo que tengo que hacer, me tengo que ir”, desliza Berni entre esos funcionarios.
Pero además de su rol al frente del área de Seguridad, el funcionario ocupa su tiempo en otro objetivo: el de posicionar la candidatura de Alicia K en la provincia de Buenos Aires, en el 2013 (ver recuadro). Berni y la ministra trabaron buena relación en el Sur, y la consolidaron a partir del 2003. Ese año, Berni invirtió en 19 hectáreas en Lima, en la localidad de Zárate, que finalmente escrituró en el 2005. Allí construyó una modesta casa de campo a la que llamó “La Milagrosa”.
Según su declaración jurada, el funcionario posee además dos departamentos en la Ciudad de Buenos Aires y campos en Santa Cruz. En El Chaltén construyó con sus propias manos un complejo de cabañas que aún administra.
Comparte con su única hermana la sociedad Logística Integral Río Turbio SA: tiene el 80% de las acciones, equivalentes a 160.000 pesos.
Su hermana es su única familiar directa. Berni nunca se casó ni tuvo hijos. Tiene una explicación, que le confiesa a sus amigos: “Soltero, conflicto cero. Los mejores 20 años de mi vida se los regalé al kirchnerismo”.
por Federico Mayol
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