Si salieran a la cancha, mostrando sus piernas, con la celeste y blanca ceñida al cuerpo, los estadios brasileños se vendrían abajo. En una encuesta del diario La Nación, bajo la consigna de “cuál es la botinera argentina más linda”, picó en punta Evangelina Anderson (33%); la siguió la mujer de Lionel Messi, Antonella Roccuzzo (25%); la modelo española Tamara Gorro (13%) y lejos, Eliana Guercio (6%). En la lista figuran también las modelos Yanina Screpante, Lucía Fabiani (italiana), Christel Castaño (española), la ex tenista Gisela Dulko y “La princesita” Karina. Pero, ¿ser la mujer de un jugador de fútbol es ser botinera?
Devaluación. Inglaterra, 11 AM. BMW blanco, mujer al volante de jeans ajustados, tacos, y una superproducción de make up y peinado, acompañada por otras en igual sintonía. Destino, el shopping. “Nosotras lo que hacemos es estar todo el tiempo juntas, hacer cosas para no estar en casa”, le dijeron las mujeres de otros jugadores a la actriz Jimena Barón, en pareja con el hoy delantero de la Juventus, Daniel Osvaldo, cuando la pasaron a buscar para hacerla parte del team. “Hay cosas de las botineras que me dan vergüenza. Al principio yo las defendía, decía 'no puede ser que metan a todas en la misma bolsa' y la verdad es que un ochenta por ciento es así”, aseguró Barón en una entrevista reciente.
Para algunas, el botín de fútbol domina la escena y convierte en príncipe encantado al que está transpirado por correr detrás de una pelota. Con ese cristal aumentado, fantasean anónimas groupies del balón, que se florean en los boliches frecuentados por los equipos o las que planificaron estrategias “cazajugadores” y se lanzarán a ponerlas en práctica en Brasil, incluso aunque tengan que llegar a dedo. Otro es el caso de quienes son conocidas y pasan de bajar las escaleras de un teatro llenas de plumas y voluptuosidades, a ser esposas (con o sin papeles) de los futbolistas y madres de sus hijos.
Pero incluso en ese grupete hay distinciones: “No soy Nannis, ni Wanda. Yo estoy en la línea de Nicole”, se diferenció Evangelina Anderson alguna vez cuando le preguntaron si pertenecía al club. Wanda Nara, reina orgullosa de las botineras hechas y derechas, está fuori della Copa porque pese a ser la reciente esposa de Mauro Icardi, sus alianzas maritales no la colocan dentro de la selección, aunque sí la llevan a vivir en Europa y jugar a la ostentación noventosa en las tapas de las revistas.
No sos vos, soy yo. Claro que Karina puede ser debutante en un mundial pero tiene nombre propio (¡y hasta corona!), como también Gisela Dulko, por ejemplo. Lo de Nicole y “Poroto” Cubero abrió aguas y, según la teoría de Neumann, transformó en “cool” a los romances entre modelos y jugadores. Pero otra cosa es que la tilden de “botinera”: “La botinera es la que busca al jugador para salvarse monetariamente o trascender en el medio. Son dos cosas que yo no necesitaba porque ya tenía mi carrera, mi nombre”, sostiene.
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por Valeria García Testa
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