Friday 22 de November, 2024

POLíTICA | 08-09-2014 14:10

Cristina a Kicillof: "Yo no soy Alfonsín"

La Presidenta le ordenó “frenar a los loquitos” que quieren que se vaya antes. En el Gabinete ya lo cuestionan fuerte: “Falta una hoja de ruta contra la malaria”.

Entre los funcionarios peronistas no kirchneristas –hoy por hoy, más o menos alineados con Daniel Scioli o Sergio Massa–, el ministro Axel Kicillof no cae bien ni lo quieren como candidato. “Es la cara del ajuste”, lo acusan fácil. En cambio, Florencio Randazzo, Carlos Tomada y hasta el desplazado Julio de Vido, le reconocen su capacidad académica aunque no tanto su gestión económica: “Está perdido, va detrás de los acontecimientos e improvisa sobre la marcha –se compadece uno de ellos–; un día corremos por el dólar, otro día por los ‘buitres’ y otro por los empresarios que remarcan los precios, pero no hay una hoja de ruta para atravesar la ‘malaria’”.

Aislado. Acorralado. Absorbido por las demandas de la Presidenta. Como si estuviera en la isla de Lost y sin horizonte claro que pueda inspirar al resto del equipo de Gobierno. Los críticos del propio gabinete oficialista dicen creer en la honestidad de los argumentos de Kicillof. Pero aseguran que la economía que conduce resulta “incompatible con la política”. De hecho, la imagen del ministro reúne más de un 60% de opiniones negativas y regulares en la población y tantas menciones buenas y muy buenas como de desconocimiento, 17%. No se puede saber a esta altura si Kicillof es efectivamente un “piantavotos”, pero su gestión se caracteriza por agravar los problemas en vez de solucionar o acotar sus efectos negativos. “Es convincente cuando da clases y peligroso cuando decide y trata de convencer a la doctora”, lo desjerarquizó Zannini en una reunión con referentes del distrito porteño del Frente para la Victoria.

Por eso mismo, Cristina Fernández lo reacomodó la última semana en su puesto de “superministro” de Economía en contra de la tradición K: “Ahora viene lo peor y tenés que estar en cada frente de batalla. De candidaturas hablaremos el año que viene. Lo principal es frenar a los ‘loquitos’ que nos quieren fuera del Gobierno antes de tiempo...¡Les quiero demostrar que yo no soy Alfonsín! Y en eso, todos tenemos que estar juntos”. Excitada y conmovida, insistió en que el ministro debía anticiparse a posibles malas noticias y garantizar el flujo de dólares chinos –en realidad, los Renminbi, la moneda oficial, convertibles–, pese al default. El Gobierno precisa al menos 4.000 millones de dólares antes de fin de año, de los 11.000 millones contemplados en el swap firmado por los respectivos bancos centrales. Kicillof volvió a subirse a un avión y se sumó a las gestiones que ya realizaba De Vido.

En el gabinete, de existencia apenas formal, circulan todo tipo de comentarios de pasillo. El acceso a la fuente genuina del poder se ha hecho cada vez más difícil. Y las experiencias de cada funcionario justifican sus conductas actuales, y los trascendidos. Un comentario se impone por encima de todos: “Pagamos los platos rotos de los enamoramientos de la Jefa, primero se aferró a (Martín) Lousteau, después a (Amado) Boudou y ahora está encandilada por Kicillof. ¡Si no entiende nada de economía! Lo peor es que esos ministros tampoco supieron qué hacer”. El hombre que habla así está apurado por llegar de una vez a las primarias PASO, convocadas para el 9 de agosto del 2015. Admite que quiere olvidar pronto la “pesadilla” de estos días que, para él, expresan el clima previo a cualquier cambio de mando. “Hay debilidad y un poquito de desgobierno, o se parece bastante a eso; nada que no supiéramos que iba a ocurrir”, confiesa casi con naturalidad. Se ilusiona, pese a todo, con su precandidatura autorizada por la Presidenta.

Pero más allá de las habladurías, de los celos del poder y de las visiones catastróficas, Kicillof sigue ilusionando a Cristina.

En NOTICIAS de esta semana “KICI-LOST: perdidos en la crisis (la confusión oficial por dentro)”. El lado íntimo de una tormenta económica que alerta al país.

Además:

El legado de Gustavo Cerati.

Y el bautismo secreto de Juliana Awada, la mujer de Macri.

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