Sandra Arroyo Salgado está quebrada. Llora. Este domingo 21 de mayo es el Día del Padre y está preocupada por contener a sus hijas para que la realidad no golpee tan fuerte. Pero los frentes que tiene que contener son muchos. En los últimos meses, el estrés de la investigación por la muerte de su ex pareja, el fiscal Alberto Nisman hizo que su vida detonara. Hace más de una semana que ya no convive con su pareja, el abogado Guillermo Elazar.
Cerca de la jueza de San Isidro cuentan que la separación fue producto de una crisis de pareja potenciada por el contexto atípico que vivía la relación. Arroyo Salgado y Elazar vivían en San Isidro en un clima de paranoia, alimentado por las amenazas de muerte que pesaban sobre la ex esposa del fiscal y sus hijas, sumado a distintos episodios poco claros en los cuales se vulneró la seguridad de la familia.
El último hecho fue el 20 de mayo y disparó todos los fantasmas, porque uno de los custodios violó el protocolo de seguridad. En medio de la noche, abandonó su puesto de trabajo y no lo informó. Arroyo Salgado se dio cuenta cuando salió de su casa para ver por qué había tanto alboroto en la calle. Había vecinos del barrio exaltados y efectivos de la policía bonaerense. La jueza llamó por teléfono a su custodio, que no estaba en el lugar, y le pidió explicaciones. El custodio le dijo que había oído ruidos raros y fue a verificar qué era. Más tarde se supo que el personal de seguridad le había disparado al hijo de una vecina sin dar ningún aviso.
Al enterarse de esta situación, Arroyo Salgado se preocupó y pidió que la Policía Federal, de quien depende la custodia de la jueza, tomara cartas en el asunto. A los pocos días tuvo una reunión con la ministra de Seguridad Andrea Rodríguez, quien le pidió disculpas por lo sucedido y le prometió que investigaría el hecho.
El agente había roto todos los protocolos: no avisó que abandonaría su puesto de trabajo, disparó su arma sin dar previo aviso y tampoco informó lo sucedido a Arroyo Salgado. La responsable de esta investigación es la fiscalía de Martínez, a cargo de Gastón Garbus.
Seguimiento. Hace un mes, la jueza decidió mudarse junto con sus hijas al barrio cerrado Highland Park, donde tienen una casa, la cual es parte del expediente de sucesión. La determinación fue tomada luego del episodio con el custodio, que fue la gota que colmó un vaso lleno de temores. Temores que no solo absorbía Arroyo Salgado, sino también una de sus hijas. Una tarde, un fotógrafo tomaba imágenes de Kiara, la mayor, mientras practicaba deporte. Cuando la jueza advirtió la situación, se acercó al fotógrafo y le preguntó: "¿Para qué medio trabajás?". El fotógrafo respondió:
"Soy free lance. No publico en un solo medio en particular". Pasaron los días y las fotos nunca fueron publicadas, lo que alimentó la sensación de seguimiento que ya sufría. La jueza conoce bien cómo trabajan los servicios de inteligencia. En una de las tantas amenazas que recibió Nisman, se mencionaba a sus hijas. “Vos vas a aparecer en una zanja reventado a balazos y tus hijitas ni te contamos. Sabemos todo de ellas: sus movimientos al colegio, al club, dónde vive. Todo. También decile a tu ex que vamos a ir por ella. No sea cosa que alguna de las chiquitas quede con vida y encima tenga a su madre (sic). Van a morir todos”, fue la tremenda intimidación.
El 13 de marzo, sus vecinos de San Isidro oyeron ruidos cerca de la medianera que da a la casa de Arroyo Salgado. Cuando se acercaron al lugar, notaron que había una pequeña estructura para cruzar el paredón. En la madrugada del 18 de enero, alrededor de las 3 de la mañana, Guillermo Elazar había visto a tres personas asomadas en la medianera, según declaró ante el juez federal Luis Rodríguez en la causa que investiga el punto negro que apareció en la frente del fiscal Nisman en la foto que esta revista publicó el 17 de enero.
Ex pareja. Guillermo Elazar es un abogado que, según cuentan sus allegados, siempre supo rodearse de figuras influyentes. Su amistad con Pablo Batalla, ex director general del Teatro Colón, le sirvió para desembarcar en la función pública entre el 2001 y mediados del 2004. Los trabajadores del Colón de aquellos años lo recuerdan más por su vestimenta elegante que por su tarea en sí. Elazar mide alrededor de 1,80, tiene el físico trabajado, la espalda ancha y, al igual que su ahora ex pareja, también tiene dos hijas, una de 8 años y otra de 15.
Figuraba como presidente de la sociedad Dormii, propietaria del boliche Follia, que estaba flojo de papeles: tenía una habilitación irregular en terrenos alquilados al Club Ciudad de Buenos Aires. También es socio del actor Fernando Lúpiz en la productora Montana Producciones, especializada en obras de teatro, que ostenta entre sus éxitos más recientes las obras “El zorro”, “El fantasma de Canterville” y “Caviar”. Además es propietario de empresas dedicadas a la prestación de servicios de recreación y prácticas deportivas.
Elazar también comparte el estrés de Arroyo Salgado. Cuando fue a declarar al juzgado de Rodríguez, contó que el día que le mandó a la jueza la foto de Nisman con la mancha en la frente vía Whats App, y mientras hablaban por teléfono, escuchó ruidos y pisadas en el piso de arriba. Llamó a la custodia de la Policía Federal que tiene asignada la jueza y cuando fueron a revisar no encontraron nada.
Al final tanta sensación de inseguridad terminó siendo tema de terapia para toda la familia y por sugerencia del analista tanto de las hijas como de la misma Arroyo Salgado decidieron mudarse a un lugar donde se sintieran más seguras. Por eso hicieron las valijas y partieron hacia la casa del country que alguna vez fue el hogar de la familia Nisman. Esta vez con la custodia reforzada: dos custodios de la Federal y dos privados en todo momento.
En ese plan de mudanza no estaba incluido Elazar. Las discusiones permanentes no ayudaban a devolver la armonía a una familia convulsionada y por eso la decisión fue de mutuo acuerdo. Aunque el diálogo sigue, por ahora no hay vistas de reconciliación.
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por Rodis Recalt
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