Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 09-08-2015 02:27

2003-2015: La década votada

Un repaso por las operaciones, carpetazos, aprietes y prebendas durante las elecciones de la era K. El robo a Massa, el narco de De Narváez y las testimoniales. Cómo cambió Scioli. Fotogalería

El kirchnerismo nació en un ballottage. El 14 de mayo del 2003, luego de haber ganado la primera vuelta por dos puntos, el ex presidente Carlos Menem desistía de pelear por la segunda vuelta contra el entonces ignoto gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner. Por esas horas, las encuestadoras aseguraban que el hombre del Sur que contaba con el apoyo de Eduardo Duhalde se impondría cómodo en el ballottage. “Como decía la compañera Evita, renuncio a los honores y a los títulos, pero no a la lucha”, repetía Menem en un spot en el que anunciaba oficialmente que se bajaba.

Kirchner sabía que la jugada política del riojano lo ponía en una posición de inestabilidad. Según dijo en su primer discurso como virtual presidente, Menem “apuntaba a mostrar débil y frágil al gobierno” que se iniciaba con su decisión.

A partir de ahí Kirchner se encargó de construir poder a cualquier precio. Y se convirtió en una máquina efectiva de cooptación de voluntades. Durante la “década ganada” hubo cinco contiendas electorales en las que el kirchnerismo recurrió a los métodos más polémicos para ganar. No siempre les fue bien, pero para obtener una victoria desplegaron un arsenal de operaciones, difamaciones, aprietes, carpetazos, candidaturas testimoniales y hasta aportes de campaña de dudoso origen.

Quirófanos K. Las elecciones de medio término fueron una pesadilla para los Kirchner. Salvo en el 2005, cuando Cristina Fernández asumió como senadora y le ganó la elección a Hilda “Chiche” Duhalde, siempre la pasaron mal. Pero esa elección, la primera en la que los Kirchner buscaban revalidar su poder tras la asunción en el 2003, estuvieron marcadas por una de las operaciones más sucias contra un opositor. La víctima fue el hoy fallecido Enrique Olivera, que se presentaba como candidato a diputado porteño por el ARI de Elisa Carrió. Una semana antes de las elecciones, el director de Deportes de la Ciudad, Daniel Bravo, denunció que Olivera no había declarado dos supuestas cuentas en Suiza y los Estados Unidos en las que tenía 2 millones de dólares. Bravo respondía políticamente al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y Carrió se encargó de realizar una querella penal contra Kirchner y Fernández por estar detrás de la movida. La denuncia y la información eran falsas, pero dañaron la imagen de Olivera, que medía muy bien en las encuestas. En el 2007, el propio Bravo reconoció en la Justicia que los datos eran truchos.

No fue la única operación que montó el kirchnerismo. En el 2009, le tiraron un carpetazo a Francisco de Narváez en el medio de la contienda electoral. Lo vinculaban con la efedrina y el tráfico de drogas. Según una nota que había publicado en el diario Página/12, el periodista Horacio Verbitsky, de un teléfono de la flota que pertenecía al “Colorado” había salido una comunicación de pocos segundos con Mario Segovia, el “rey de la efedrina”. El teléfono lo usaba Danilo Coronel, un peón en uno de los campos de De Narváez. En esa campaña, el kirchnerismo se jugaba todo. Cristina había asumido en el 2007 y los dos primeros años habían sido una pesadilla. La guerra con el campo, la pelea definitiva con el Grupo Clarín y el voto no positivo del vice Julio Cobos habían dejado malherido al Gobierno. Por eso, el propio Kirchner había decidido ponerse en la boleta como candidato a diputado y sumar al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli; al jefe de Gabinete, Sergio Massa y a la actriz Nacha Guevara, inaugurando el concepto de candidaturas testimoniales: iban en la lista, ganaban y no asumían.

A pesar de las operaciones contra De Narváez, “el Colorado” ganó esa elección, en parte gracias al apoyo de Marcelo Tinelli que lo imitaba en su programa ShowMatch y lo roció de popularidad. Los bailes del imitador Roberto Peña y su frase “alica, alicate” lo ayudaron a posicionarse.

De esa derrota nació la Ley de Reforma Política que incluyó a las PASO como método para definir a los candidatos, en un intento por licuar a la oposición. Las PASO también fueron una trampa oficialista. Los K, a pesar de haber impulsado la ley, casi no la usaron. En el 2013, fueron sólo con Martín Insaurralde como candidato único. Y ahora, la Presidenta le allanó el camino a Daniel Scioli para no dispersar el voto. Sólo hay una PASO K en la provincia de Buenos Aires, entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez.

Robos y aportes. La campaña del 2007 que llevó a Cristina a la presidencia estuvo manchada por los extraños aportes que recibió. Farmacéuticas y laboratorios fueron los principales aportantes. Muchos de ellos empezaron a tomar relevancia tras el triple crimen de General Rodríguez en el que murieron Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón. El propio Forza, que estaba metido en el tráfico de efedrina, había aportado 200.000 pesos a la campaña de la Presidenta.

En la provincia también pasó de todo. Daniel Scioli tuvo que cambiar su domicilio en Capital Federal para ser gobernador de la provincia de Buenos Aires. Allí no escatimaron recursos. Durante esa campaña los punteros repartieron colchones, termotanques y chapas para fidelizar el voto.

Las elecciones de medio término en el 2013 fueron un gran golpe para el kirchnerismo. El ex jefe de Gabinete, Sergio Massa, los enfrentaba en la provincia de Buenos Aires. Se había decidido a jugar contra el kirchnerismo y hasta último momento estuvo por cerrar un acuerdo con Scioli para que se le sumara. En esa campaña un extraño robo a la casa de Massa volvió a convertirse en una operación oficial. Otra vez aparece Horacio Verbitsky como el difusor de la noticia. En Página/12 contó que un prefecto, Alcides Díaz Gorgonio, había entrado a robar a la casa del candidato opositor y que el propio Massa se había encargado de esconder el episodio para que no perjudicara su campaña que estaba basada en la seguridad. Aunque era cierto que Massa no lo había hecho público, al final se comprobó que el prefecto era agente de Inteligencia y lo condenaron por robo triplemente calificado.

Los vices también fueron un dolor de cabeza para los K. Scioli, tuvo una relación tirante con Kirchner, que lo castigó luego de que dijera que había que subir las tarifas de los servicios públicos. Cobos llegó de la mano de la transversalidad, pero el voto no positivo lo expulsó del kirchnerismo. Y Amado Boudou, que soñaba con ser el sucesor de Cristina, quedó manchado por el caso Ciccone.

Ahora, en medio de la última campaña con los Kirchner como protagonistas, la contienda alcanzó niveles altísimos de agresiones entre algunos de los candidatos oficiales, que se acusan de tener vínculos con los narcos. Aníbal Fernández y Julián Domínguez son el mejor ejemplo de lo salvaje que se volvió la campaña. Tras una década ganada, no cambió nada.

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por Nicolás Diana

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