Pasaron de tenerlo todo al llano. Manejaron presupuestos millonarios, fueron parte del poder, decidieron contratos, designaciones, condujeron ministerios, empresas estatales y organismos descentralizados, entre otros espacios. Hoy apenas ocupan unas cuantas bancas en el Congreso y ven cómo se licua su cuota de poder. La Cámpora, la agrupación que cobijó y empoderó la ex presidenta Cristina Kirchner y su hijo Máximo, atraviesa uno de sus peores momentos desde su aparición pública hace ocho años en medio del conflicto del kirchnerismo con el campo. Crisis internas, reclamos, renuncias y expectativa por el rol de Máximo y el regreso de Cristina a la escena pública llenan de nerviosismo a la agrupación. “¿Cómo vamos a estar? Perdimos las elecciones y eso genera desorientación. Ahora hay que reorganizarse”, confiesa un camporista que sabe que no es el mejor momento de los militantes K.
En el léxico de La Cámpora, que supo llevarse todo por delante, hoy hay una palabra que repiten todo el tiempo: aguantar. Los camporistas saben que ahora tienen menos poder y que hay muchos enemigos que están dispuestos a tomarse revancha. Los tiempos cambiaron.
A pesar de que asumió como diputado, Máximo sigue jugando a las escondidas. Casi no se deja ver, pasa poco tiempo en Buenos Aires y no termina de decidir si levantará de una vez por todas el perfil. El hijo de la ex presidenta fue el único de los diputados K que no fue a la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Los camporistas también se preguntan cómo será el rol de su líder en la Cámara baja. Algunos aseguran que hablará en la sesión donde se defina la salida del default y el pago a los fondos buitre. Sería la segunda vez en toda su carrera política en la que hable en público. La anterior había sido hace dos años en un acto en el estadio de Argentinos Juniors.
Máximo pasa gran parte del tiempo en Río Gallegos. Allí vive junto a su novia, María Rocío García, y su hijo Néstor Iván. En el Sur tiene dos ocupaciones. Viaja hasta El Calafate para estar cerca de su madre, y se dedica a ayudar a su tía, la gobernadora de Santa Cruz Alicia Kirchner. El hijo presidencial está metido en las cuestiones provinciales y busca que con el cambio de Gobierno nacional la provincia no termine abandonada. Un dato: Máximo les hizo saber a sus amigos camporistas que tiene intenciones de convertirse en gobernador de la provincia después del mandato de su tía. “La única manera de llegar es que a Alicia le vaya bien”, les dijo.
Lo cierto es que el camporista detesta Buenos Aires y trata de viajar lo menos posible. Esa distancia le trajo algunos problemas. En el Senado hubo varios dirigentes que se enojaron con él y su madre porque buscan enviar mensajes a través de Virginia García, la cuñada de Máximo. Los senadores del bloque kirchnerista que hoy responden a Miguel Ángel Pichetto. “Que pongan la cara ellos”, se quejan.
La falta de un liderazgo claro empezó a generar un tembladeral dentro de La Cámpora. En Diputados el bloque se quebró con la salida del ex Anses Diego Bossio que se llevó varios legisladores. A eso se le sumó el caso José Ottavis. El camporista se puso de novio con la vedette Vicky Xipolitakis en el verano y sacudió los pilares ideológicos de la agrupación que busca mostrarse lejos de la frivolidad y todo lo que huela a noventismo. Aunque Ottavis jura a sus íntimos que su noviazgo no fue recibido mal dentro de La Cámpora, lo cierto es que para sus compañeros de militancia fue un exceso. “El Petiso”, como le dicen en la agrupación jura que está enamorado y que no le importan las críticas. Quizá para ponerse a tono con su flamante novia bajó varios kilos.
La alta exposición –entre otras cosas– le valió que lo terminaran corriendo de la presidencia del bloque de diputados del Frente Para la Victoria en la provincia de Buenos Aires. Ottavis tuvo que renunciar a la presidencia luego de que el bloque ya no le respondiera. Su salida fue estrepitosa: al día siguiente varios legisladores del bloque se enfrentaron para elegir al nuevo presidente y casi terminan a las trompadas.
Axel Kicillof también sufrió el despoder. Fue humillado por el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, quien le recordó lo mal que había negociado la deuda con el Club de París. Kicillof le recriminaba el acuerdo con los buitres.
por Nicolás Diana
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