Francisco Macri (85) sabe que tratan de mantenerlo “bajo control”. Es decir: que no hable más de la cuenta, que no emita declaraciones políticas “incorrectas” –del tipo de apoyo a los Kirchner y a La Cámpora– y que evite, en lo posible, hablar de su hijo mayor, sobre todo porque ahora es el Presidente de la Nación. En principio, para los amigos y funcionarios de Mauricio Macri no es una novedad el estado de alerta. Están acostumbrados a operar para minimizar los “daños” que podría provocar el jefe del clan en cualquier momento: durante varios años, el entorno del hijo mayor lo consideró un factor “conflictivo” y “perturbador” para el ascenso de Mauricio a la Jefatura de Gobierno porteño, primero, y a la Presidencia luego. ¿Solo pasión y amor filial? ¿Puro ejercicio del poder? ¿Competencia sin límites?
“Un poco me ama y otro poco me boicotea”, suele explicar el hijo respecto de su padre. Ahora, los macristas de la primera hora le quieren trasladar rápidamente a Franco toda la responsabilidad por montar una empresa offshore en las Bahamas donde figuran Franco y sus dos hijos mayores como directores. Según el empresario, la sociedad fue declarada ante la AFIP pero no abrió cuentas bancarias ni hizo movimientos de capital hasta que se la dio de baja en el 2009. Para el Gobierno, de las aclaraciones que hagan falta se hará cargo Franco cuando a él le parezca.
El Presidente va a tener que explicarlo, sin embargo: el fiscal federal Federico Delgado imputó a Mauricio por su participación en la sociedad y le pidió al juez Sebastián Casanello abrir un expediente contra el Presidente para determinar si omitió “de manera maliciosa” de sus declaraciones juradas su participación en la firma Fleg Tranding Ltd. La causa –casi una obviedad– fue promovida por el diputado neuquino Darío Martínez, del Frente para la Victoria.
Amor fraternal. “Siempre pensé que Mauricio iba a reemplazarme un día en el manejo de mis empresas”, insistió siempre Franco para justificar sus propios errores. “La competencia entre nosotros hubiera servido para que yo alcanzara altos niveles de profesionalidad; cuando me sentí boicoteado, decidí abrirme y hacer mi camino, primero en Boca y luego en la política”, reflexionó Mauricio con el paso del tiempo. “Puse especial y a veces excesiva atención en mi hijo mayor, tal vez por eso hace poco nos volvimos a hablar y a reconciliarnos”.
El 17 de octubre del año pasado, Franco debió ser internado de urgencia por una hemorragia interna. Perdió mucha sangre. Se sentía morir. No quería despedirse de este mundo sin recuperar el diálogo y la fluidez de trato que tuvieron en otros tiempos de “compinches”. “Él muestra las dos caras de la misma moneda: me permitió educarme, me dio mis primeras oportunidades de trabajo y me transmitió su fervor por hacer cosas. Hasta que me di cuenta de que tenía que abrirme. Y a partir de ahí, los quiebres fueron públicos y fue duro”, reconoce Mauricio.
Ahora se hablan y respetan. Lástima que la filtración de Panamá Papers vuelva a complicar la relación.
por José Antonio Díaz
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