Casi tan esperado como el regreso del fundador del movimiento al país allá por los setenta. Es verdad que hay algunas similitudes lejanas y también es cierto que estas fueron sabiamente exprimidas por el kirchnerismo: se machacó con la idea de que ambos huyeron de gobiernos totalitarios –en sólo uno de los casos es verdad-, el exilio de Perón y el “exilio” de Cristina fueron más largos de lo que sus feligreses deseaban, la falta de los líderes provocó ayer y hoy un peligroso vacío de poder y tanto en 1973 como en el 2016 se esperó que el retorno trajera algo de paz a un presente en llamas. Por todo eso y más se vivió la llegada de CFK al Aeroparque Jorge Newbery como un revival simbólico de la vuelta del General.
La consigna era “Ella siempre estuvo, ahora tenés que estar vos”. Vaya si la máxima fue respetada a rajatabla. No hubo dudas sobre la posible veracidad de las causas que persiguen a Cristina, ni cuestionamientos por un silencio prolongado: alrededor de cinco mil personas se acercaron al aeropuerto con una devoción casi religiosa. No solo se escucharon los clásicos de todos los tiempos como “si la tocan que quilombo se va a armar” o “Néstor no se murió”, sino que también hubo lugar para el nuevo hit de “Macri, basura, vos sos la dictadura”. Y las nuevas modas no se quedaron sólo en las líricas: más de uno se atrevió a usar una bizarra remera que rezaba que “en el país de los globos, el forro es Rey”.
Pero hubo ovaciones, y no sólo para la Jefa: los que más contacto tuvieron con el público, como el Diputado Andrés “Cuervo” Larroque o el ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, fueron muy aplaudidos y solicitados. Gabriela Cerruti, Martín Sabbatella, Oscar Parrilli, Wado de Pedro, entre otros kirchneristas, prefirieron tomar un perfil un poco más bajo. Dato de color: el periodista Diego Brancatelli fue coreado como un prócer más, al punto tal que, cuando custodios le impidieron acercarse a CFK, el público empezó a pedir a los gritos que lo dejaron pasar. Mucho peor cayó el hecho de que la organización del acto abriera, lógicamente, un camino para cuando la ex Presidenta se subiera al Ford que la esperaba. “Ella no es de ustedes, es de todos, vos sos un militante más como yo”, le espetó una furiosa señora a un chico de La Cámpora que intentaba abrir el paso. La confusión llegó al punto tal que el propio Larroque tuvo que intervenir para agilizar el armado de la barrera humana. “Te agarre laburando”, le comentó en broma Tomada al diputado.
A las 22.05 fue el esperado reencuentro. Remera blanca, chal, sin anteojos, precedida por dos jóvenes que cargaron sus tres valijas y con el estilo de siempre: Cristina volvió a la Capital y no le molestó que el país entero lo note. Fueron apenas un puñado de minutos, que alcanzaron para que la antigua mandataria tuviera un contacto cercano con varios de sus seguidores y se luciera para los flashes. Entre cantos y gritos se fue saludada del Aeroparque rumbo a su domicilio en Recoleta, dejando atrás a una muchedumbre atorada en la Costanera que se quejaba una y otra vez de los “carísimos” choripanes que se vendían a $50. “Con Cristina esto no pasaba", lanzaron entre risas algunos.
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