Una dieta mediterránea, con alto consumo de frutas, vegetales, pescados y alimentos no procesados ayuda a conservar la salud cardiovascular, disminuyendo la incidencia de ataques cardíacos y de accidentes cerebrovasculares. Es lo que muestra un estudio científico realizado sobre 15 mil personas procedentes de 39 países diferentes del planeta. El efecto benefactor de este tipo de alimentación se da, especialmente, entre quienes ya tuvieron algún tipo de trastorno en su corazón.
Dato muy importante que se desprende del estudio es que el efecto protector de esta dieta (declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2010) no se da por el hecho de evitar comidas con elevadas cantidades de grasas y/o hidratos de carbono, sino por aumentar la ingesta de alimentos saludables. Huir de los granos refinados, los postres, las gaseosas azucaradas, los fritos y los dulces, típicos de la dieta occidental chatarra es menos fundamental que comer más vegetales, frutas, pescados, carnes magras. El corazón recibe con beneplácito no el sacrificio sino el placer.
En la dieta mediterránea típica hay abundancia de alimentos de origen vegetal, frutas, cereales integrales, legumbres. La grasa principal es el aceite de oliva, tanto para freir como para aderezar. Y debe consumirse a diario queso y yogur, pescado (sobre todo azul), aves, huevos, frutos secos, miel y aceitunas. Poca carne roja, algo de vino tinto y hierbas aromáticas en vez de sal.
Ya en el año 2012 el Lyon Diet Herat Study, estudio de la American Heart Association había probado la eficacia de la dieta mediterránea sobre la tasa de recurrencia coronaria después de un primer infarto de miocardio. El estudio analizó durante 46 meses a un grupo de personas que, bajo un mismo perfil de factores de riesgo coronario, se alimentó a base de una dieta mediterránea basada en consumo de pan, hortalizas, verduras, pescado, fruta y una ingesta menor de carne roja (sustituida por carne de aves de corral). Los resultados concluyeron que los sujetos que siguieron una dieta de estilo mediterráneo tenían un riesgo del 50% al 70% más bajo de volver a padecer una enfermedad cardiaca.
Reincidencias. En este nuevo ensayo, los especialistas le pidieron a 15.482 personas con enfermedad arterial coronaria estable y un promedio de edad de 67 años que completaran un cuestionario completo de estilo de vida cuando se unieron al proyecto de investigación. Todo lo que tenían que hacer era responder cuántas veces a la semana consumían porciones de carne, pescado, lácteos, granos enteros o granos refinados, fruta, postres, azúcares, bebidas endulzadas, comidas fritas y alcohol. Dependiendo de las respuestas, cada participante obtenía una especie de “puntuación” en cuanto a cuán cerca de la mediterránea era su dieta (MDC, por las siglas en inglés), versus una calificación que consistía en asignar puntos según el consumo de comidas no saludables (WDS, es decir, dieta típica occidental).
"Tras ajustar otros factores que pudieran afectar a los resultados, encontramos que cada aumento de una unidad en la puntuación de la dieta mediterránea estaba asociado con una reducción del 7% en el riesgo de padecer ataques cardíacos, accidentes cardiovasculares o muerte en los pacientes con enfermedad cardiaca existente –explica Ralph Stewart, del Hospital Universitario de la Ciudad de Auckland, de Nueva Zelanda, que tuvo a cargo la investigación a nivel mundial-. Por el contrario, un mayor consumo de alimentos menos saludables y más típicos de las dietas occidentales no ha ido asociado a un incremento en estos eventos adversos.”
Algo fundamental es que los resultados obtenidos en el estudio fueron coincidentes en todos los países y regiones del planeta que incluyó la investigación, independientemente de geografías y culturas.
Razones. Luego de la sorpresa, llegó la explicación: “La investigación sugiere que debemos poner más énfasis en que las personas se alimenten con mayores cantidades de comidas saludables, y menos en evitar los alimentos dañinos”, deduce Stewart. Pero advierte: “Esto no significa que la gente vaya por ahí impunemente comiendo cosas que no le hacen bien”.
Lo más importante a tener en cuenta de este estudio, cree el nutricionista neocelandés, es que "algunos alimentos, en particular las frutas y las hortalizas, reducen el riesgo de ataques cardíacos, y este beneficio no se puede explicar por los factores de riesgo tradicionales como el colesterol 'bueno' y 'malo' o la presión arterial. Si una persona come más de estos alimentos, reducirá su riesgo cardiovascular”. El estudio no halló evidencia de daño originado por una ingesta modesta de alimentos como carbohidratos refinados, comidas fritas, azúcares y postres. Sin embargo, los científicos involucrados en el mismo admiten que no analizaron la ingesta total de calorías, un determinante importante de problemas de salud relacionados con la obesidad, y que tampoco analizaron los efectos de grasas buenas y malas, por lo que no pueden ser terminantes en cuanto a su importancia dentro de esta dieta.
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