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POLíTICA | 07-06-2016 18:23

Quién es el ghostwriter del Papa Francisco

El cordobés Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica, prepara y corrige los textos de Jorge Bergoglio. Lo apasionan los canarios, es hincha de San Lorenzo y escucha a la Mona Jiménez.

Jorge Bergoglio se le venía encima uno de los meses más duros de su vida: tenía la responsabilidad de liderar un grupo que redactaría el trascendental documento de “Aparecida”, algo que prometía marcar un antes y un después en la Iglesia latinoamericana. Uno de sus pocos consuelos en esos días de mucho trabajo era que no muy lejos de Brasil, donde se encontraba, el San Lorenzo de Ramón Díaz se llevaba puesto al resto de los equipos y estaba a punto de salir campeón. La casualidad, o quizás la Providencia, hizo que el único cura argentino del staff de redacción fuera, como él, un cuervo de ley. Entre gol y gol del Ciclón, y más que nada por la creencia compartida de una espiritualidad más abierta, se fueron acercando. Ya para cuando volvían al país, la relación entre Bergoglio y Víctor Férnandez era tal que el hoy Papa pidió especialmente que compartieran asientos en el vuelo de regreso.

Dos años después, en el 2008, Bergoglio, por entonces arzobispo de Buenos Aires, lo llamó para pedirle que dejara la pequeña iglesia de Río Cuarto en donde trabajaba -que Fernández todavía extraña- para convertirse en el nuevo rector de la Universidad Católica. Desde entonces se hicieron íntimos, y hoy el número uno de la UCA es el “ghostwriter” del Papa. Con más de 300 libros publicados, Fernández es la pluma en la que Francisco más confía: no hay texto importante para el Santo Padre que no pase por las manos del cura cordobés.

Perfil bajo. Siete años después de la mudanza que le cambió la vida, Fernández sigue intentando luchar contra la corriente para mantener su vida lo más alejada de los flashes que pueda. Le cuesta: hace poco intentó defender a su amigo del Vaticano, que está lejos de la trinchera, y la jugada la pagó cara. “Es sólo un rosario, un instrumento para orar y él no dijo ni una palabra”, dijo el rector de la UCA sobre el regalo que le mandó el Papa a la detenida Milagro Sala y desató el escándalo por la defensa del envío. Fernández -a quien Francisco ordenó arzobispo dos meses después de haber llegado al sillón de San Pedro- cayó entonces justo en el medio de la grieta y se espantó. Él dice que siempre intentó mantener buena relación con ambas partes del conflicto. “Si Marcos Peña me llama, voy sin problemas a la Rosada”, asegura Fernández, que ya visitó al católico Jefe de Gabinete en al menos dos ocasiones. También tiene un muy buen trato con el ministro de Educación, Esteban Bullrich, y la vicepresidenta Gabriela Michetti, y suele recibir en su despacho al kirchnerista Julián Domínguez o al ex gobernador Daniel Scioli. “Tuve demasiada exposición y no tengo vocación de mártir”, suele repetir entre risas a sus allegados.

“Tucho”, apodo que heredó de su padre radical y cuervo, a quien gastaban por los interminables goles que el futbolista de Huracán Norberto “Tucho” Méndez le hacía al Ciclón, prefiere la tranquilidad de su estudio en la facultad de Puerto Madero por sobre los conflictos mediáticos. Allí no sólo trabaja, sino que vive en un pequeño cuarto ubicado detrás del lugar de trabajo. El paisaje allí es curioso: además de las cruces y las biblias, se mezclan tres divertidos canarios que jamás dejan de cantar con pilas de discos de música y de series norteamericanas (“House of Cards” es su preferida). “Los pájaros me recuerdan a mi Córdoba natal. A veces, por la nostalgia, hasta escucho a la 'Mona' Jiménez”, confiesa Fernández y se entiende rápido porque el Papa lo eligió: ambos curas son muy distintos al resto.

El teléfono de Dios. “Es de los mejores amigos de Francisco: todo lo que él dice, el Papa lo cree al pie de la letra”, asegura otro cura íntimo del Santo Padre. Fernández intenta bajar los ánimos a estas declaraciones, pero igual confiesa que tiene un pequeño cuaderno del que no se despega y en el que anota todas aquellas cosas que siente que le tiene que comunicar a su amigo. Se mandan mails con frecuencia y hablan por teléfono por lo menos una vez al mes. Y estos tiempos de turbulencia entre el Vaticano y el Gobierno no fueron la excepción. “Hablamos bastante por lo ocurrido últimamente: él me dice que me meta si siento que puedo ayudar. Le dolió que digan que no quiso recibir a Barrientos”, dice Fernández.

El amigo de Francisco se preocupa, y mucho, por la tensión innegable entre el macrismo y el bando franciscano. “Se desaprovecha la figura del Papa, alguien que podría ayudar a cerrar la grieta”, se lamenta. Según él entiende a la Iglesia, su trabajo es defender los intereses de los más fragiles, en especial cuando la política hace que aumente su “sufrimiento”. “Los obispos no pueden dar un cheque en blanco a ningún gobierno. Aunque alguno puede equivocarse y pensar que es una operación política, esto es sólo ser fiel a nuestra propia educación”, defiende Fernández a las posturas más duras que tomó Francisco y los suyos en los últimos tiempos, como el comunicado que emitió la UCA alertando por el crecimiento de la pobreza en el país.

Pero tiene fe en que la relación entre los argentinos más importantes será mejor con el tiempo, de la misma manera que espera que en unos años Francisco lo deje ir a alguna diócesis del norte del país. Mientras tanto tendrá la pluma en el tintero y el oído bien abierto por si su amigo lo necesita. Y, por si acaso, una camiseta de San Lorenzo.

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