La hija de Mauricio Macri y Juliana Awada no es una niña más: desde que el doctor cortó el cordón umbilical que la unía a su madre se convirtió en una figura política dentro del PRO. A pesar de que recién el lunes pasado cumplió cinco años -festejo que pasó en la intimidad junto a sus padres en Tandil-, Antonia ya es un cuadro más del Gobierno. La imagen de la familia feliz es muy redituable para el oficialismo, que la exprimió y utilizó durante la campaña presidencial del 2015.
Durante las elecciones, y también después, la pequeña Macri acompañó timbreos, fue protagonista de posteos en las redes sociales, viajó junto a sus padres para muchas entrevistas y eventos, bailó en el escenario del búnker en Costa Salguero, y conoció a mandatarios de todo el mundo -los últimos casos fueron el cruce con la Reina de Holanda y la entrevista con el Papa en el Vaticano-.
Macri expone a Antonia y suma apoyos gracias a ello. La trata de un modo muy diferente al resto de sus hijos, todos mayores y con un perfil muy bajo. Con la Primera Dama pasa algo similar: su otra hija, Valentina, tampoco aparece en público, aunque en este caso es por pedido expreso de su padre, el falso conde Bruno Barbier, empresario belga. Sin embargo, se ve que el "factor Antonia" mide bien y está modificando algunas actitudes: en las fotos de este fin de semana en Roma, Valentina también aparece en cámara.
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