Ganó Trump. En los días previos la mayoría de las encuentas insistían con la paridad. El triunfo estaba para cualquiera de los dos. Clinton llegaba golpeada por la investigación del FBI, pero acortaba terreno decían. Del otro lado, Trump, que había perdido en la opinión de los analistas dos de los tres debates, sufrido la crítica de medios masivos demócratas y de los pequeños diarios republicanos del interior por igual, y varios escándalos que ya no vale la pena enumerar, estaba más entero. ¿Porqué? Todo lo malo que le podían endilgar ya estaba dicho. Y las encuestas lo ubicaban ahí, cerca.
Las encuestas. Las encuestas han demostrado este año que sirven de poco a la hora de predecir resultados electorales. La votación de Brexit y el acuerdo de Paz en Colombia como máximos exponentes. Y ahora la elección estadounidense, claro. Pero las encuestas forman parte del pasado ya. En todo caso valdrá la pena analizar porqué fallan. Y la respuesta más o menos obvia saltará a la luz: es incómodo manifestarse en contra de la integración (caso Brexit); de la paz (Colombia); de la decencia (caso Trump). Y sin embargo la tendencia es mundial. Los vendavales políticos y sociales en Inglaterra, España, Francia, Alemania, y podríamos seguir enumerando países, dan cuenta de ello.
¿Vamos hacia un mundo de puertas cerradas, de nacionalismos baratos? Si y no. El sistema no se viene abajo, pero sufrirá ajustes. Y lo mismo le pasará a Trump. La presidencia corre a la derecha a candidatos de izquierda como Lula. Y a la izquierda a Trump. Bueno, quizás no. Pero lo modera. “Seré el presidente de todos los estadounidenses”, enfatizó en su discurso triunfal. Frase clásica que tiende a cerrar la grieta. Aunque en el caso Trump algunos la lean al revés: "harán lo que yo digo".
Lejos de las tendencias suicidas que brotan en las redes sociales, los analistas políticos internacionales coinciden en que Trump se acomodará. Porque Trump, ensayan, es bocón pero no tonto. La caída de los mercados internacionales lo obligará a la diplomacia y la seducción. Y a la inversa, quienes lo criticaban, a acercar posiciones (Alemania y España ya se apuraron a felicitarlo). Vale incluso para México, que ayer vio devaluar su moneda estrepitosamente.
El analista de Forbes Thomas Del Beccaro, por ejemplo, ve los planes del magnate en el ámbito económico desde una perspectiva positiva. Y sostiene que en caso de que se implementen sus reformas "la economía mejorará en comparación con su estado actual" y "el sector privado experimentará un crecimiento más rápido". Con lo que él llama la mayor "revolución fiscal" desde los tiempos de Ronald Reagan, Trump pretende crear 25 millones de puestos de trabajo y reformar los acuerdos comerciales "defectuosos", como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). Tarea más difícil. Y sin embargo el caso europeo marcha en la misma senda.
Finalmente, la política exterior de Trump, se pronostica por estas horas en las versiones más optimistas, será un tema menor. Y uno que al núcleo norteamericano le importa poco. Las miras estarán puestas en salvar la economía interna. Y Trump, que presume de saber de negocios, podrá demostrar si sus recetas sirven.
Por último, y aunque tiene mayoría republicana en el Congreso, Trump es un outsider incluso en su partido. Y en parlamento estadounidense incide en la mayor parte de los planes. La poca suerte de Obama para implementar sus políticas como testigo. El nuevo presidente también deberá negociar con ellos para conducir.
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