Juan Manuel Urtubey volaba hacia Buenos Aires cuando Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Miguel Ángel Pichetto y Rodolfo Urtubey estaban reunidos en uno de los tantos cónclaves secretos de la semana, para consensuar el proyecto de Ganancias. Al finalizar la reunión, cuando los enviados del Gobierno se retiraron, Pichetto apuró al hermano del gobernador salteño: “¿Qué van a hacer? Nos tienen que dar quórum para el dictamen. Nos tienen que apoyar”, presionó. Ya era tarde.
El gobernador de Salta estaba convencido de que su jugada lo iba a dejar en el centro de la escena. Mientras Sergio Massa recibía el tan temido abrazo de oso del kirchnerismo y el Gobierno hacía malabares para frenar la embestida, Urtubey tomó el carril del medio, el del opositor responsable. Y en el rol de árbitro, se convirtió en una de las figuras de la cancha. Estuvo en el lugar y en el momento indicados.
“Se discutió la ley en términos de poder, no se buscaron consensos, que es lo que necesitábamos”, se diferencia ante NOTICIAS Urtubey. Por ese tipo de declaraciones se ganó el enojo de muchos peronistas, pero también consiguió probarse el traje de posible líder. “El peronismo es pragmático. Podemos putearnos pero al final seguimos al que más mide”, dice un allegado al gobernador. Después de todo, el objetivo es llegar con chances a las presidenciales del 2019. Con su entorno, Urtubey utiliza una máxima: “Esto es una carrera de resistencia, no de velocidad”.
Día frenético. El avión del gobernador aterrizó en Aeroparque la noche del lunes 19. El martes comenzó temprano, con reuniones en la Casa de Salta y a las 10.45 fue el primer jefe provincial en exponer en el Senado. Para el mediodía estaba volando a Córdoba por un compromiso que había tomado meses atrás: dar una conferencia en la Bolsa de Comercio sobre economías regionales, pero que terminó siendo sobre el tema del momento, Ganancias. Antes de las 17 había vuelto a Capital para reunirse con la miniliga de gobernadores en el Hotel Savoy. Para cerrar el agitado día iba a realizar un tour mediático por los programas de tevé “Intratables” y “Los Leuco”, en ambos acompañado por el rating: quedó en tercer lugar, detrás de la final del Bailando por un Sueño y la novela de Telefe.
“Tuvimos un año del carajo”, concluyen fuentes del entorno de Urtubey. En el 2015, cuando fue reelecto gobernador, tenía un nivel de conocimiento nacional cercano al 30%. Un año después, según sus propias mediciones, llegó al 75%. Su equipo lo atribuye a cuatro factores: haber actuado como vocero en la campaña de Daniel Scioli, lo que le permitió recorrer el país (y no haber quedado pegado a la imagen negativa del ex motonauta), su distanciamiento con Cristina Kirchner, la “oposición responsable” al gobierno de Mauricio Macri y, el más importante, el casamiento con Isabel Macedo, que le permitió romper la barrera del círculo rojo para mostrarse ante otro público.
“Urtubey es muy tibio, siempre lo fue. No se la juega. Piensa en su carrera más que en lo colectivo”, critica una diputada del Frente Renovador. En el espacio de Sergio Massa quedaron ofendidos con la actitud del gobernador de Salta. “En el Frente Renovador no tienen responsabilidad ejecutiva. Se paran en el deber ser, pero no les toca administrar”, se defiende Urtubey. Y desde su entorno agregan: “La foto de los gobernadores unidos es muy fuerte y le debe doler a Massa. Los gobernadores no se van a olvidar de que Sergio les hizo pagar el costo político de bajar la ley para mostrarse”.
Si el proyecto de Massa prospera, en Salta sólo se vería beneficiado el 2% de la población y la provincia dejaría de percibir $ 1.200 millones. La ley no estaba hecha a su medida y Urtubey no tenía otra opción que salir con los tapones de punta, aunque en la barrida se llevara puestos a muchos justicialistas.
“Estamos mal en el peronismo. El partido todavía no elaboró la derrota”, confiesa Urtubey. Y completa: “Tengo compañeros que siguen diciendo y haciendo lo mismo que nos llevó a perder en el 2015. Hay que plantear una etapa superadora, no podemos seguir subestimando a la gente y negando la realidad permanentemente”.
Diferencias. En el Frente Para la Victoria, el enojo con Urtubey se inició antes de que comenzara a hablarse de Ganancias. Máximo Kirchner lo fustigó a principios de diciembre: “Hasta mitad del año pasado era todo 'Cristina, Cristina', incluso más que nosotros. Y ahora está diciendo todo lo contrario”. El gobernador intenta zafar de esa discusión, pero contesta: “El kirchnerismo empezó como un buen proceso político. Pero hoy producen retrocesos importantes”. Sin embargo, se cuida de rescatar a Florencio Randazzo, uno de los potenciales competidores a liderar el peronismo: “Es un dirigente superinteresante. Tiene formación política y gestión”, comenta.
En el entorno de Urtubey tienen confianza en que están dando los pasos correctos: “Massa, Cristina, Randazzo y todo el que quiera ser candidato tiene que arriesgarse a jugar el año que viene en las legislativas. Nosotros, desde el Ejecutivo, haciendo un gobierno aceptable en Salta ya estamos en la final”, analizan. El gobernador reconoce: “Quiero ser presidente, sin lugar a dudas”. Lleva nueve años en el Ejecutivo provincial y todavía le quedan tres.
El salteño asegura que va a extrañar la Casa del Gobernador, una lujosa chacra con vista a los cerros, el lugar donde convive con Macedo y donde reciben la visita de amigos, políticos y periodistas, siempre acompañados de vino torrontés y empanadas.
Con el gobierno de Cambiemos, Urtubey también marca sus diferencias: “Cometieron un error no forzado. Lo debían evitar”. Su entorno es más categórico: “Fueron muy soberbios. Creían que contaban con 120 votos y tenían 87”. Durante esos frenéticos días, la comunicación de los opositores salteños con el ministro del interior Rogelio Frigerio y su segundo, Sebastián García De Luca, fue constante.
Por esas cosas que tiene la política doméstica, con una mezcla de azar y habilidad, Urtubey se convirtió en uno de los políticos más beneficiados tras la arremetida legislativa por Ganancias. Hasta se animó a proponer una miniliga de gobernadores por Whatsapp “medio en joda, medio en serio, pero para que seamos más operativos”, explica. Y logró que los demás caciques le dieran el visto bueno, aunque todavía no se creó el grupo: “El primer problema va a surgir cuando tengamos que decidir quién lo va a administrar”, se ríe de su ocurrencia.
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