Hay una vitamina que suele ir hacia la baja en otoño y en invierno. Y en la mayoría de los casos quienes sufren la caída no lo saben, a menos que vayan a un médico tan actualizado como para incluir en los análisis de rutina un conteo de los niveles de esta sustancia. Es la vitamina del sol, la que vuelve a la normalidad con entre 20 y 40 minutos diarios de exponerse a febo, la que cuando se reduce demasiado empeora la osteoporosis, la que se relaciona con la diabetes y los ataques cardíacos. Con poco marketing, la vitamina D y sus niveles se normalizan (por lo general) durante los meses de verano, sobre todo cuando las personas abandonan el encierro para respirar aire y exponerse al sol. Las deficiencias se han relacionado incluso con la depresión y el cáncer, aunque también hay algo de exageración y mito urbano en todo esto. “Las personas que consumen vitamina D en cantidad muy escasa pueden tener huesos débiles, delgados y frágiles, un trastorno que se denomina raquitismo en los niños y osteomalacia en los adultos”, resumen los especialistas de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, NIH.
Además, la vitamina D es muy importante para el cuerpo de muchas otras formas. Los músculos requieren esta vitamina para el movimiento. Por ejemplo, los nervios la necesitan para transmitir mensajes entre el cerebro y cada parte del cuerpo, y el sistema inmunitario emplea la vitamina para combatir virus y bacterias.
En particular, la vitamina del sol es un componente clave de la salud ósea: ayuda a absorber calcio y fósforo en el intestino para ayudar en la construcción del hueso. También contribuye a suprimir la hormona paratiroidea, que tiende a debilitar a esos mismos huesos. La vitamina D también se denomina calciferol y es liposoluble, lo que significa que se disuelve en grasas y se almacena en los tejidos adiposos del cuerpo. La producción de la vitamina D ocurre bajo la piel cuando el cuerpo se expone al sol, va disminuyendo con el paso de los años y es más ardua entre las personas de piel oscura, que necesitan exponerse al sol por más tiempo para recomponer los niveles normales de la vitamina en el organismo. La otra vía de entrada de la vitamina es a partir de ciertos alimentos, como la leche fortificada, la yema de huevo, el atún, la sardina, el hígado, diversos cereales y el queso. Pero en ambos casos hay problemas, porque el cáncer de piel es una realidad y porque hay muchas personas con intolerancia a la lactosa o al gluten.
Casos serios
Como con los años la salud de los huesos se va debilitando, y la producción natural de vitamina D también, las poblaciones de mayor edad son las que más sufren las consecuencias de la falta de la sustancia. Así es como pueden sufrir de osteoporosis y tener, en consecuencia, más fracturas con todos los riesgos que eso implica. Como la salud ósea se construye desde que una persona es joven, los especialistas recomiendan que los niveles de vitamina D (que, de acuerdo con estudios científicos, ayudan a reducir los riesgos de caídas y fracturas) sean chequeados y mantenidos en buenos niveles a lo largo de toda la vida. Aunque es raro que las deficiencias sean severas, sí es común la falta de la D a un nivel intermedio, suficiente como para enfermar el cuerpo.
Cuando los médicos miden los niveles de vitamina D, se refieren a una sustancia técnicamente denominada 25-hidroxi vitamina D, y aunque los niveles que separan lo normal de lo riesgoso están siempre en discusión, la comunidad de especialistas acuerda en que se deben ubicar en los 20 a 30 nanogramos por mililitro de sangre.
¿En quiénes se deben testear especialmente los niveles de la vitamina del sol? En las personas adultas mayores que tienen vidas muy sedentarias y salen poco a la calle, en aquellas que aún estando activas han sufrido caídas, en los pacientes de trastornos intestinales (como celiaquía y enfermedad de Crohn), en quienes hayan tenido algún tipo de operación por la cual se le extrajeron parte de los intestinos (caso de aquellos que se hicieron un by pass gástrico), personas con problemas en los riñones y en el hígado (ambos órganos ayudan a metabolizar la vitamina) y entre quienes sufren de osteopenia u osteoporosis.
Cuánta
La cantidad de vitamina D que una persona necesita por día depende de la edad y de las condiciones de salud y el estilo de vida. Las cantidades promedio diarias, expresadas en unidades internacionales (IU), que recomienda el Comité de Nutrición y de Alimentos (grupo de expertos) para las personas de diferentes edades var{ian. Los bebés de hasta 12 meses precisan 400 UI; los niños de hasta 13 años, 600 UI; los adolescentes, hasta los 18 años, un poco más, 600 UI. La cantidad sube en los adultos de entre 19 a 70 años a las 600 UI, y alcanza las 800 UI entre los adultos mayores de 71 años de edad.
Sin embargo, el exceso de vitamina D tampoco es bueno. Cuando hay demasiada concentración en la sangre una persona puede sentirlo: los signos de toxicidad incluyen náuseas, vómitos, pérdida del apetito, constipación, debilidad y pérdida de peso. Además, con los niveles elevados de calcio en la sangre, demasiada vitamina D puede causar confusión, desorientación y problemas en el ritmo cardíaco. El exceso de vitamina D también puede provocar daños en los riñones.
Los límites máximos recomendados de vitamina D es de 1,000 a 1,500 UI/día para bebés, 2,500 a 3,000 UI/día para niños de 1 a 8 años de edad, y de 4,000 UI/día para los mayores de 9 años. Casi todos los casos de toxicidad por vitamina D resultan a causa de sobredosis de suplementos. La exposición excesiva al sol no provoca intoxicación por vitamina D porque el cuerpo limita la cantidad de vitamina que produce.
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