Aquí en la Patagonia el cielo está más poblado de estrellas (…). De noche, parece que subiendo a cualquier cerro se alcanzarían los astros con la mano, y he comprobado más de una vez, al despertar a las dos o tres de la mañana, que estaba pleno de descanso y lleno de bienestar al punto de no reconocerme mortal”. Primo Capraro escribe en 1903 estas palabras en su diario. Pionero de la colonización patagónica, este italiano fue el artífice de muchas de las empresas que hicieron posible la Argentina del sur, tan lejana de Buenos Aires. A él se debe también el nacimiento, hace 100 años, del hotel más antiguo de la Patagonia y uno de los primeros del país: el “Correntoso”, en Villa La Angostura. El hotel fue en su origen una pensión (“La pensión de doña Rosa”, mujer de Capraro) a la vera del río del mismo nombre. Toda esa zona en la costa del Nahuel Huapi era llamada “Paraje Correntoso”, mucho antes de la que naciera Villa La Angostura y cuando San Carlos de Bariloche era aún un poblado incipiente.
La pensión servía de posta a los que cruzaban a Chile por el actual Paso Cardenal Samoré. En el mismo lugar, Capraro fundó un almacén de Ramos Generales y un aserradero. Y con el tiempo se transformó en uno de los empresarios más importantes de la Patagonia. Fue constructor, dueño de los barcos que cruzaban el lago desde Bariloche y de las carpinterías y molinos más importantes de la región. Además, fue cónsul italiano y representante de Ford, Pirelli y West Indian Oil. Su fortuna corrió pareja con el crecimiento de la zona, paraíso que pronto ganó fama internacional.
Paraíso. Asomado a los ventanales del “Correntoso”, el Nahuel Huapi es una presencia imponente en contrapunto con el verde de los bosques. Este escenario deslumbrante fue parte del éxito de un proyecto hotelero que tuvo grandes variaciones a lo largo de un siglo. A partir de la primitiva pensión, las habitaciones se agrandaron y las dimensiones crecieron.
Una de las atracciones de entonces que aún hoy sigue siendo un imán para los turistas es la pesca de la trucha. Ejemplares de inmenso tamaño son parte de la fama del río Correntoso (el más corto del mundo, según dicen). A las bondades de la pesca, se suman las de la cocina y comer trucha hoy en cualquiera de los dos restaurantes del hotel es toda una experiencia gourmet. Porque la buena mesa es también una de las tradiciones que el Correntoso jamás perdió.
“Bienvenido a casa” es el lema actual del establecimiento, que en 1997 se salvó del cierre definitivo gracias a otro pionero: Alejandro Laurence, un hombre que se enamoró del lago y el río y dejó todo para instalarse en La Angostura. “Yo era presidente de un banco. Eran tiempos del efecto Tequila y tenía muchísimo estrés. Sentía que iba a envejecer muy rápido si no cambiaba de vida. Un día estaba pescando cerca del hotel y un amigo me dijo que podía comprarlo”, cuenta el actual propietario.
Un lugar para sentirse cómodo, eso quiso construir el ex banquero junto a su mujer y sus hijos. Y el auge de Villa La Angostura lo acompañó en el impulso.
Hoy la Villa es uno de los lugares más exclusivos de la Argentina. El sitio donde veranean la reina Máxima y el presidente Macri. Por eso no es raro ver a la cúpula del Pro (la familia presidencial incluida) tomando el famoso “Té del Correntoso” en las tardes frías junto al lago o almorzando al aire libre en verano.
El Correntoso es, en la actualidad, un sitio de referencia en La Angostura. Sus 47 habitaciones están en el tope de la ocupación durante la temporada de esquí y a partir de la primavera. Caminatas, navegación y pesca forman parte de las actividades que se programan para divertir a los viajeros. Un spa con gran pileta climatizada es el broche de oro para una temporada de descanso y placer.
Desde hace poco tiempo, el hotel amplió su oferta con Margen Sur un conjunto de casas junto al río para pasar largas temporadas. “La gente viene aquí para encontrar una vida mejor”, define Laurence. Desde hace 100 años, el Correntoso se empeña en darle un sitio de honor a la buena vida.
por Adriana Lorusso
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