El 25 de mayo se cumplieron 43 años de la asunción presidencial de Héctor J. Cámpora. En esa fecha, el peronismo volvía al poder tras 18 años de proscripciones.
Mucho se ha escrito sobre sus 49 días en el gobierno nacional, pero poco sobre sus últimos años de vida.
En las primeras horas del 24 marzo 1976, luego del golpe militar, la Junta emitió sus primeras órdenes de capturas entre las que figuraba Cámpora, que estaba en su pueblo natal San Andrés de Giles. Consumado el golpe, se ocultó en diversos sitios de Buenos Aires hasta que, luego de un tiempo, logró refugiarse en la Embajada mexicana. El gobierno de México dio el visto bueno para asilarlo políticamente. La dictadura solicitó que no otorgara salvoconductos a criminales ideológicos. Los militares también incluyeron a Cámpora en la famosa Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial (CONAREPA) por lo cual sus bienes fueron investigados e intervenidos.
Sus primeros tiempos de asilo fueron de amargura. Su hijo Héctor recuerda que unas de las cosas que más le dolían era que el Consejo Nacional del Peronismo lo hubiera expulsado de manera insólita del PJ por pedido de López Rega. Cámpora no tenia esperanzas de que lo que dejaran salir del país. Los jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional manifestaban a la prensa que era un delincuente común y un soldado de la subversión.
A principios de 1979 empezó a tener problemas de salud, más precisamente en la laringe. Al principio le restó importancia pero el problema se agravó. Por eso fue atendido por el doctor Pangaro. Inmediatamente el profesional pidió entrevistarse con el embajador Lara Villareal y le informó que Cámpora tenía cáncer y que había que operarlo de inmediato.
El embajador mexicano pidió a las autoridades argentinas que, por razones humanitarias, dejaran salir del país al ex Presidente. La respuesta del gobierno fue que no dejarían salir a un agente del marxismo. Entonces se planeó hacer una biopsia en la embajada pero ningún médico aceptó operar en esas condiciones. Maria Georgina Acevedo, esposa de Cámpora, declaró a los medios que hacia responsable la junta militar por la vida de su esposo, además de solicitar al Vaticano intercediera por la salud de su marido. El presidente del Peronismo, Deolindo Bittel, se sumó a los pedidos de clemencia. La Dictadura solo accedió a mandar una junta médica a la Embajada mexicana para asegurarse de cuál era el verdadero estado de salud del ex presidente. Los médicos informaron a Videla de que el diagnóstico de cáncer era real y que al enfermo no le quedaba mucho tiempo de vida. A pesar de todos estos argumentos, la dictadura solo accedió después de tres meses, a que fuera operado en el Hospital Italiano bajo la vigilancia de miles de efectivos policiales.
Una vez terminada la operación, los observadores militares constataron el pronóstico y la familia obtuvo el salvoconducto necesario para abandonar el país, después de 42 meses de asilo.
El oncólogo Ernesto Speer afirma que las demoras en la adecuada atención al ex presidente fueron determinantes para que su enfermedad fuera incurable. Murió el 19 diciembre de 1980 en Cuernavaca, México.
*Historiador, especializado en peronismo.
por Facundo Giampaolo*
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