★★ Poco a poco, la televisión abierta parece cada vez más una excusa para tuitear. Ya no hace falta ni siquiera “votar” para que el estímulo funcione en los programas en vivo. “Gran hermano”, que ya no está entre nosotros, y “Showmatch” serían ejemplos paradigmáticos de lo se viene dando y se dará, irremediablemente.
Con las ficciones, la tendencia marca la retirada del “respeto” al horario fijado por el canal, es decir, el encendido del aire es menor no solo porque se buscan contenidos en el cable, netflix, amazon o youtube sino que incluso los contenidos pensados para tevé abierta se ven a través de otros soportes (lo que pasó con “Entre caníbales”, de Juan José Campanella, fue más que ilustrativo).
Sin embargo, los dinosaurios no desaparecieron de la faz de la tierra de un día para el otro. Mucha gente todavía mira televisión “a la antigua”. Por ejemplo, mi mamá y mis tías que no tienen Twitter ni leen esta columna. Ellas no atendían el teléfono cuando estaba “Moisés” ni ahora, con “El sultán” porque no quieren perdérselo. No hay otro tiempo ni lugar. Para ellas, “alguien” debería imaginar qué televisión producir antes de que se escuchen rugir, otra vez, los tambores contra las latas y sus cipayos.
Puede que apenas, dirá Mr. Cuentas, se trate de jovatos y caídos del mapa los interesados en estos productos tradicionales. Una respuesta para él: hay un ejemplo reciente de ficción diaria nacional a la que daban ganas de seguir (lo escribimos aquí) y a la que el rating –sin duda, un medidor obsoleto– también corroboró: “ADDA, Amar después de amar” fue la tira que hizo la diferencia este año. La calidad de los contenidos, sí, también importa.
En ese panorama de pérdida de audiencia, turcos invasores y algunos migas de pan para el hallazgo, Pol-ka, después de “Quiero vivir a tu lado”, le da otra vuelta de tuerca a la insulsez con “Las estrellas”, otra linda estructura de cajas vacías adonde caben un poquito de “Para vestir santos” (hermanas que quedan sin padre o madre y deben soportarse), otro poquín de “Guapas” (mujer perdida busca qué hacer con su vida), un toque “Toc Toc” (armó polémica el personaje de Violeta Urtizberea que padece síndrome de Tourette), el atractivo de un elenco de chicas preciosas (Justina Bustos es hoy la cara más bella de la tele), escenitas pseudohot con galancetes y seducciones perversas con maduros. Actrices y actores están perfectos, la narración tiene ritmo, es llevadera, todo profesionalísimo pero es una bombón relleno con humo. En el medio, algunas perlitas: como Gabriela Toscano y su Susan fue lo mejor de la tira anterior, esta vez Pato Echegoyen asoma con su madre insoportable, parecidísima a lo que hizo en “Acaloradas” pero que en este contexto levanta la vara para recordarnos que hay juegos que mejor tomárselos muy en serio. Para dar pelea a los nuevos tiempos, con una cápsula saborizada no alcanza.
por Leni González
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