Cuántas personas pasan una vida entera buscando un propósito? ¿Cuántas lo encuentran? Jorge Fernández Díaz es muy afortunado: a falta de uno, tiene dos. El primero lo descubrió hace cuatro décadas y media, cuando su madre asturiana le acercó la atrapante colección de novelas “Robin Hood”, y el otro le llegó no muchos años después, mientras intentaba congeniar una rabiosa adolescencia con la indignación que le despertaba la dictadura. Uno es la literatura y el otro el periodismo. Esa “relación tortuosa”, como la define, entre sus dos vocaciones, parece estar llegando al fin de su larga pero placentera agonía: con su flamante incorporación a la Academia Argentina de Letras, Fernández se ilusiona con un futuro donde el periodismo lo vaya abandonando de a poco, como un niño que va soltando el pecho de su madre. “Podría dejar de hacer cualquier cosa menos escribir. Es lo que más amo”, explica el exitoso autor de 12 libros, ex director de NOTICIAS, columnista de La Nación, conductor de Radio Mitre y, todavía, el chico que se perdía entre las páginas de esas históricas narraciones de tapa color amarillo.
Noticias: ¿Cómo hace para dejar ir su etapa como periodista?
Jorge Fernández Díaz: Se fue yendo sola, con el tiempo, y también porque hay un momento en el que todo fermenta. Conviví con las dos vocaciones de una manera muy conflictiva y sufriente, porque las dos tiraban de mí por mi tiempo y mi energía. Quizás es porque estoy muy veterano, después de 35 años de periodista, pero cada vez trabajo menos de esto. Hubo un momento en el que empecé a unir las dos vocaciones: ahora siento que la columna del domingo es más de un escritor, que cuando hablo por la radio lo hago como escritor. Me metí en el periodismo porque era lo más cercano a la literatura que conocía, y por lo único que me iban a pagar un sueldo.
Noticias: Es casi irónico. Arrancó con la idea de hacer literatura pero el periodismo le comió cuarenta años.
Fernández Díaz: Durante mucho tiempo intenté separar a la literatura del periodismo. Es como decía Ernest Hemingway: el oficio del periodista está bueno para el escritor si uno lo sabe dejar a tiempo, que para él eran los 40 años. Después decía que te contaminabas. Yo acepté la fatalidad de continuar con los dos oficios, y de alguna manera Tomás Eloy Martínez viene a mi vida a decirme “está bueno ser contaminado”. El periodismo nos contaminó a ambos. Creía que me iba a destruir la literatura, pero no fue así. “Mamá” es una mezcla de periodismo y literatura. “El Puñal” se escribe porque no puedo, con las armas del periodismo, contar el entramado mafioso del país, porque algunas cosas no se pueden probar. La literatura me permitió traspasar esas fronteras, a veces hay que usar estos recursos para contar la verdad, sobre todo en los temas de la vida privada. Ahí la verdad es una verdad amañada, nadie quiere tirarse a la pileta.
La hermandad del honor
Hace menos de un mes que a Fernández Díaz lo convocaron al Instituto donde conviven algunas de las mejores plumas de nuestro país y también los mayores especialistas en nuestra lengua, la Academia Argentina de Letras. Los periodistas no pertenecen por formación a ese círculo, y por eso se mostró sorprendido cuando sonó su celular, una tarde cualquiera, y le llegó la voz del filósofo Santiago Kovadloff con la propuesta de sumarlo a este círculo de elite. “Ni se me pasaba por la cabeza. Hasta le pregunté a Santiago: ‘¿Para qué va a necesitar la Academia a un escritor popular y un articulista?’”.
El articulismo es “una forma de la literatura, del ensayo”. Es la bandera que el escritor quiere flamear bien alto: ese género, incipiente todavía en Argentina, que es la creación de columnas periódicas para los medios con una mezcla justa entre no ficción y literatura. Es lo que Fernández Díaz, entre otros, hace cada fin de semana en La Nación y sobre lo que habló en su discurso de aceptación en la Academia. “No lo tomo como un ejercicio meramente periodístico, sino literario: pero no en cuanto a alejarse de la verdad. Me fijo obsesivamente en que lo que escribo tenga un ritmo, una música interna, que las palabras suenen sensorialmente. En ese sentido estético del articulismo hay agazapada la idea de un arte”. Para el escritor esto es más que una pasión: dice que las columnas que escribe regularmente desde hace casi una década lo alejaron del “peligro” del cinismo en el que había caído desde que tenía 20 años.
Noticias: ¿Por qué cinismo?
Fernández Díaz: Para ser periodista o escritor hay que creer en algo. El descreimiento te puede hacer mierda. El articulismo me obligó a un sistema de pensamiento, y me sacó del periodismo tradicional. Te exige, a diferencia del cuento, involucrarte en el tema. A veces me preguntan cuánto tiempo me lleva la columna, y cuando contestó “toda la semana pensarla, diez horas escribirla y después quedo de cama”, me miran como si estuviera enfermo. También me dicen: “No metés todo tu talento en una columna que se puede escribir en tres horas”. A ese texto lo trabajo como si fuera una novela, pienso que es mi obra, igual que “Mamá”. Estoy satisfecho cuando me doy cuenta de que la columna que hice puede entrar perfectamente en un libro. Si no es así, tengo un mal domingo. Cuando el artículo tiene ese trabajo literario tan especial, linda el arte.
Noticias: ¿Podrá entrar el articulismo por la puerta grande de la literatura?
Fernández Díaz: En España ya está incluido y acá también hay un poco de eso. Se habló mucho de que la crónica iba a salvar a los diarios y a las revistas, pero no fue así y cuesta mucha plata. El artículo es esencial, si se los sacas a los medios, sólo quedan “cosas”: no podrían aguantar ni dos meses sin sus articulistas, que sostienen la identidad de un diario. Sólo falta que los que escriban artículos quieran hacer literatura, aunque no es para cualquiera y no todos tienen por qué hacerlo.
Corazones desatados
En noviembre llega a las calles “La herida”. Es la continuación de “El puñal”, un policial negro, muy argentino, que está a pasos de llegar al cine y que tiene como protagonista a Remil, un agente de inteligencia que es un “héroe infame, hijo de puta”. Es el libro número 13 de Fernández Díaz, y eso es mucho decir para alguien que mide lo que le queda de vida en la cantidad de libros que podrá hacer en el futuro. “A veces pienso que van a ser diez más, otros días sólo cinco. Lo que no voy a perder nunca es el miedo”.
Noticias: ¿El miedo a qué?
Fernández Díaz: A que salga mal el pastel. Cuando me pasa eso me acerco a la biblioteca, agarro un libro de Borges al azar, leo dos o tres páginas y recién después empiezo a escribir. Me encomiendo a Borges, aun cuando él nunca me escucha.
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