"No tengo mucho tiempo. Tampoco te voy a contar nada que no sepas. Preguntame las dudas que tengas, y yo te voy a contestar si es verdad o no”. Un viejo proverbio ruso dice que Dios existe, pero que no tiene prisa en demostrarlo. En el caso del septuagenario que entra a las apuradas en un coqueto bar de Barrio Norte, es lo contrario: de inmediato deja en claro que él tiene poder. Y que sabe, mucho. Incluso más que el recientemente fallecido financista K.
Tiene lógica. El primer arrepentido del caso Aldo Ducler lo conoció de cerca a él, a sus socios –que, hasta ahora, continuaban operando desde el anonimato–, y a los millones de dólares que desde Santa Cruz vacacionaron por el mundo. Sobre todo, fue un hombre en el que Néstor Kirchner, su amigo, confiaba en algunos temas más que en su propia esposa. A él le encargó supervisar el dinero que estaba en el exterior, y por su valioso trabajo fue premiado con un cargo durante la década K. “Néstor estaba obsesionado con esa guita, y con toda la guita. Con la plata no creía en nadie más que en él, pensaba que todos lo querían cagar”.
A pesar de que el bar está a solo cuadras de donde trabaja, no saluda a nadie cuando entra. Se lo nota incómodo, quizá porque los fantasmas del millonario negocio lo persiguen, o tal vez porque hace una semana murió el financista K al que conocía desde hace cuatro décadas. El arrepentido, que perteneció al círculo íntimo del ex presidente desde la época en que este era gobernador, lleva el traje y las canas con elegancia, anda sin maletín y lucha contra una fuerte tos con tragos largos de agua mineral. Tiene un aspecto sobrio, seguro, que completa con unas arrugas marcadas. Para unos ojos casuales, podría ser un respetable hombre de negocios más. Aunque va a hablar de uno de los misterios más espectaculares de la historia argentina moderna, y del “timbeo” de 1.000 millones de dólares que pertenecían al Estado patagónico, procesos en los cuales participó de manera directa, el arrepentido jamás titubea o aparta la mirada.
Tampoco cuando revela que lo que sabe explica una parte importante del devenir político de los últimos años. “Con los fondos de Santa Cruz, Kirchner bancó la campaña de Duhalde en 1999, que después lo apoyó en el 2003 como una devolución de favores”. Y, además, desenmascara el verdadero rol de Ducler en toda la operación: “Dice verdades a medias”.
La charla, que arrancó a los tropezones, se encamina y accede a hablar con NOTICIAS. El hombre, que es muy reconocido en su oficio y experto en finanzas, vio tanto, y a tantos, que prefiere el anonimato. “No quiero abrir más tumbas”. Lo dice de corrido.
El fondo del Fondo. El impulso que llevó a Ducler, en los últimos días de mayo, a decidirse a presentar una denuncia en la UIF con sólo sus iniciales es el último capítulo de un derrotero de décadas. El arrepentido estuvo desde el minuto cero y vio la historia. Todos los caminos conducen al año 1993, cuando Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, le ganó un juicio por regalías al Estado nacional que comandaba Carlos Menem. Esa maniobra espectacular significó US$ 535 millones para las arcas de la provincia, que el gran organizador de la década ganada se encargó de que prosperasen.
Noticias: ¿Qué hizo Kirchner con ese dinero?
Arrepentido: Por consejo de Domingo Cavallo, que era amigo de Néstor, puso gran parte de esa plata en acciones de YPF, que compró a 19 dólares y luego vendió a 44. Cavallo también le recomendó que sacara el dinero del país, que es una de las primeras cosas que hace: lo manda a Nueva York, a una financiera que luego se fusiona con el banco Morgan Stanley. Néstor era un tipo muy bicho, sobre todo para los negocios. Tenía pensamiento intuitivo, con la plata era un genio. Para él, tener más plata era tener más poder. Así llegó a hacer crecer los fondos, entre los intereses y la venta de acciones, y llegaron a los US$ 1000 millones, aunque nunca se supo bien el número exacto. Nadie quería tener un puto papel, aunque quizás Néstor, con lo jodido que era con la guita, llevaba una contabilidad paralela sin que nadie supiera. Nadie, ni su esposa.
Noticias: ¿Por qué no llevaban un registro normal?
Arrepentido: A ver... el grupo en el que Néstor confiaba –y no a ciegas– con este tema era reducido. Estaban Cavallo, Carlos Sánchez Herrera, un abogado de Néstor que luego fue el primer procurador del Tesoro de la era K; el financista Alfredo Mac Laughlin, que antes había trabajado con Cavallo y que cuando llegó Néstor al poder lo nombró secretario de Finanzas; Enrique Eskenazi, banquero del pingüino, y Eduardo Cafaro, luego director del Banco Central. Néstor era tan desconfiado, tan escondedor, que hasta hacía que su gente se vigile entre sí: por ejemplo, a Cafaro, que era el nexo con Mercado Abierto y con los socios de Ducler, le puso a Francisco Larcher –Kirchner lo nombró después como el segundo de la SIDE– para que siga sus movimientos y vigile que no se quede con ningún vuelto. Néstor no quería que hubiera papeles, odiaba que lo controlen.
Noticias: ¿Entonces, si llegaron a ser 1.000 millones, por qué volvió sólo un poco más de la mitad?
Arrepentido: La plata que falta, que eran los intereses que generaban los fondos en el exterior, ya estaba en la provincia. En verdad regresó durante los 90, con Néstor como gobernador. Cada mes él hacía volver alrededor de US$ 8 millones para equilibrar el presupuesto. Hay que entender que la coparticipación no alcanzaba y Néstor, que había arreglado con Menem la privatización de YPF, se hacía el guapo gracias a esa plata. Era la base de su autonomía política, dejó de necesitar al Estado nacional para financiarse y por eso pudo despegar como político. Sin esa plata no hubiera llegado a ningún lado.
Noticias: ¿Pero Kirchner usaba toda la plata que volvía para la provincia? ¿Cómo se comprueba eso, si no hay papeles
Arrepentido: No lo sé. Se incluía un número en el presupuesto anual y no decían de donde venía, en que cuenta estaba, nada. Nunca se rindió nada.
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