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POLíTICA | 16-09-2017 00:22

El día en que Bullrich casi se convierte en desaparecida

Fue íntima de Rodolfo Galimberti, su líder en Montoneros. Por qué la quema el caso de Santiago Maldonado.

Un día Patricia Bullrich estuvo muy cerca de ser una desaparecida más. Era un martes soleado de 1976, con la primavera a la vuelta de la esquina, y los militares controlaban el país a mano de hierro. La actual ministra de Seguridad se dirigía al cruce de Paraná y Maipú, en Olivos, para juntarse con algunos de sus compañeros de la famosa Columna Norte, el sector de Montoneros que controlaba Rodolfo Galimberti y que sería uno de los que más bajas sufriría durante los años de plomo. Estaban planeando el secuestro de un ejecutivo norteamericano y había que retocar algunos detalles. Minutos antes del horario del encuentro llegaron miembros del Ejército con las armas en alto: la balacera terminó con un militante muerto, dos “chupados” y con Bullrich escondida en un patio cercano. Durante un buen rato ni siquiera se animó a respirar. Cuatro décadas después la realidad es distinta, y la ironía casi trágica: hoy la antigua montonera está al mando de las Fuerzas Armadas, y la desaparición que la pone en vilo no es la propia ni la de sus compinches, sino la de un joven artesano con cuya rebeldía se identificaba la funcionaria cuando era “la Pato” a secas. Qué tiempos aquellos.

Los años, lógicamente, cambian todo y a todos. Sin embargo, no deja de resultar llamativo que quien fuera la esposa del secretario personal de Galimberti -uno de los fundadores de Montoneros-, hermana de la novia de éste y, además, alguien que siguió las órdenes de "Galimba" durante al menos una década, conteste que sólo era “de la Juventud Peronista” cuando se le pregunta por su rol durante los setenta. “Montoneros era una organización armada. Como tal, no existe nadie que pudo haber militado fuerte ahí sin haber disparado un tiro. Y Patricia estaba en el círculo íntimo de Galimberti”, dice alguien que sangró, sudó y lloró junto a los involucrados. Desde ese lugar, en el que vio y vivió los momentos más pesados de la historia argentina, se formó la persona que dirige la búsqueda de Santiago Maldonado. Quien vigila a los vigilantes también fue vigilada: es la historia como burla.

Maldonado

No es la primera vez que Bullrich -quien rechazó sistemáticamente los llamados de este medio- queda en el centro de la polémica. Pero la desaparición de Maldonado la transformó en un punching ball. El martes 5, la ministra fue a rendirle cuentas al presidente Mauricio Macri sobre el caso del hombre que desapareció en el sur del país, presuntamente durante un desalojo de Gendarmería a los mapuches, el 1 de agosto. De esa reunión se fue con un respaldo público: el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseguró que “estaban muy contentos” con el trabajo de la ex montonera. Sin embargo, en los pasillos de la Casa Rosada su actuación genera más dudas de las que se muestran públicamente.

A Bullrich, una mujer ideologizada, la técnica PRO del focus group le cuesta horrores. Paradójicamente, esta herramienta la mantiene en pie: el público de Cambiemos aplaude la actuación de Gendarmería en el sur. Ni siquiera vieron un perjuicio en la multitudinaria marcha en Plaza de Mayo por la aparición de Maldonado el primer día de este mes, que derivó en incidentes y represión. Muchos funcionarios consideran, por lo bajo, que hicieron negocio: mientras la oposición muestre su aspecto más violento, aleja a la sociedad no politizada.

La desaparición del joven tomó rápidamente el centro de la escena mediática. El Gobierno fue, en principio, quien eligió como enemigo a los RAM: un enemigo débil, lejano y poco riesgoso. Pero la jugada se le dio vuelta tras la noticia de que el artesano no aparecía y el caso creció, imparable, como una bola de nieve. La oposición vio la oportunidad y lanzó los golpes adecuados para mandar a la ministra contra las cuerdas.

La diputada Victoria Donda consiguió, a través de Peña, una reunión con Bullrich. “Habló 35 minutos contándonos todas las medidas que tomó para ver si Gendarmería fue la responsable de la desaparición. Pero fue sorprendente que varias veces nos repitió: 'Por ahí a un gendarme se le fue la mano', con total naturalidad”, le contó a NOTICIAS.

Son tantas las versiones que sobrevuelan el caso que la ministra debió aclararle hasta al Presidente qué estaba en el expediente y qué no. Las “operaciones” volaron por todos lados, con una causa en la cual hubo secreto de sumario hasta el lunes 4. Maldonado quedó apenas como una excusa: un desaparecido que sirve para hacer política.

por Carlos Claá, Juan Luis González

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