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POLíTICA | 23-09-2017 00:00

Máximo Kirchner le dio Play a la campaña de su mamá

Apretado por los números, el hijo de Cristina y Néstor Kirchner opera fuerte en la Provincia. Causas y sucesión.

Los votos ordenan. Sean a favor o en contra, el compás del movimiento político más importante de la historia argentina se mueve alrededor de las elecciones y sus consecuencias. La –inesperada para muchos– derrota del kirchnerismo en el 2015 y la victoria sin margen de CFK en agosto significó un sacudón de proporciones bíblicas. La crudeza del llano transformó a todos y a todas, y esa oleada fría tocó también a Máximo Kirchner, el hijo pródigo del que siempre se esperó más. La lucha por la supervivencia, en la que también se apilan las causas judiciales, empujó de lleno a la arena al vástago de Néstor. Todos los hombres a las armas.

Máximo, dicen los pocos que lo tratan, cambió mucho desde que su madre dejó el poder. No sólo porque asumió, por primera vez en su vida, un cargo electivo que lo transformó en diputado –una función en la cual no descuella–, sino que también se vio inmerso de lleno en la pesada tarea de volver a levantar al proyecto nacional y popular. Reuniones, planes, presiones, y una misión que hoy parece difícil: ganar o ganar.

El sucesor. Mientras Máximo esquiva como puede las exigencias de una Justicia que lo tiene cada vez más en la mira –Hotesur y Los Sauces son las causas donde aparece complicado–, el diputado está en el centro del armado político de La Cámpora y del espacio K. “Nuestro objetivo es que Cristina entre al Congreso”, les repite a todos los que lo van a visitar, y les asegura que su madre está medio punto arriba de Esteban Bullrich, el candidato PRO, en las encuestas. El hijo de Néstor les deja a todos en claro que las elecciones, para el núcleo cerrado del kirchnerismo, empiezan y terminan en la provincia de Buenos Aires. Esta idea está patente hasta para los camporistas de Capital, que, masticando la bronca, entienden que para ellos Máximo les dedique, a lo sumo, una charla telefónica por semana. De la manera que sea, el panorama es oscuro dentro de la agrupación que creó. Su fuerza se redujo, aproximadamente, en un tercio desde que el kirchnerismo dejó el poder, y, si CFK no logra el primer lugar, la realidad será todavía peor.

La rutina de Máximo es movida, lo que quizás explique por qué está tan flaco. Cada uno o dos días recibe a políticos cercanos en su despacho en el Congreso, y al menos una vez por semana atiende en el Instituto Patria. Los fines de semana es más difícil ubicarlo, y dentro de su círculo sospechan que son los momentos que comparte con su familia: en la semana se les complica tanto a él como a su pareja, Rocío García, la madre de sus dos hijos. “Es culo pesado”, se quejan referentes del espacio a nivel nacional, a los que les cuesta movilizar a Máximo más allá de la ciudad.

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La victoria pírrica de su madre en las PASO contra Bullrich también lo tocó. Si bien ya antes de agosto hizo contadas recorridas por la provincia –pasó por Florencio Varela, una localidad clave donde puso candidatos de La Cámpora contra los concejales del intendente local, y perdió–, ahora su compromiso es mayor. “Escucha, pregunta, le interesan mucho las opiniones. Lleva cuadernos a las reuniones y anota las ideas que le hacen ruido. Por ejemplo, al principio estaba en contra de que Cristina empezara a dar notas, pero después cambió su opinión”, cuenta un político que lo trata con asiduidad.

El protagonismo de Máximo, que se agiganta a medida de que el acceso a CFK se hace más difícil, no lo notan sólo los suyos. En el randazzismo, el sector más golpeado por el crecimiento de Cristina para octubre, saben que el diputado es uno de los artífices de la avanzada. “Recorre la provincia, tiene un rol muy activo en capturar al votante raso”, asegura uno de los líderes del espacio del ex ministro de Transporte. También, dicen desde ahí, estuvo Máximo en la cooptación de Juan Zabaleta, el intendente de Hurlingham que abandonó, luego de las PASO, a Randazzo y se sumó a Unidad Ciudadana.

La sensación de que Máximo va por todos no termina ahí: hay rumores de que hubo negociaciones con Sergio Massa para armar un solo espacio opositor, como reclamó CFK. Desde las huestes del tigrense lo niegan y dicen que “sólo se cruzaron los pasillos en Diputados”. Parece difícil de creer. Además, el desempeño de Máximo en el Congreso no es el mejor. Aunque tiene un promedio de más de 80% de asistencia a las sesiones de este año, no presentó ningún proyecto. “No hace un gran trabajo, en el año habló una o dos veces durante las sesiones, y en las comisiones casi no aparece. Su trabajo a nivel parlamentario es pobre”, dice un diputado del peronismo duro.

En la mira. Las elecciones no son el único problema de Máximo. El último día de julio se conoció la declaración jurada de sus bienes al finalizar el año pasado, de donde se extrae que perdió $ 8 millones de su fortuna –inició el año con $ 42 millones y terminó con 34– y que tuvo “gastos personales” por más de 20 millones, lo que daría casi 2 millones por mes. La diputada Margarita Stolbizer ya pidió que se investigue por “irregularidades” la declaración del hijo de CFK. Año difícil.

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