En poco más de cinco meses la Iglesia local atravesó un torbellino de emociones. De la sospecha y la tensa calma cuando fuera el génesis del debate por el aborto, a la bronca absoluta y los pases de factura a propios y extraños luego de la media sanción. Pero en esta Argentina ciclotímica se dio un final que ni siquiera ellos imaginaban luego del mazazo en Diputados: la ley de la interrupción voluntaria del embarazo se cayó en el Senado y, parece, volvió la paz al rebaño del Papa Francisco. Los obispos respiran aliviados con la idea de que se evitó, o al menos se pospuso, el apocalipsis verde, pero más de uno dentro del clero cree que fue una victoria “a lo Salomón”, mientras que casi todos los que apoyaban la ley sienten que hoy, más que nunca, la Iglesia es un enemigo. ¿Cuál es entonces el balance?
El dato más contundente es haber logrado frenar el proyecto. Este elemento no sólo es clave como resultado, sino porque demuestra que el alcance y el poder de la Iglesia está menos oxidado de lo que muchos creen. A diferencia de lo ocurrido cuando se lanzó la idea –momento en que el Episcopado, convencido de que no iba a aprobarse en Diputados, dejó jugar y se mantuvo en un humilde segundo plano-, durante el debate en el Senado la institución que comanda Francisco tuvo un rol clave. Agitó desde los púlpitos, encabezó marchas –como la del sábado, que llevó más de 600 mil personas junto al evangelismo-, dio entrevistas, propuso ideas alternativas –como la del Padre Pepe y sus centros en las villas para las mujeres que decidan no abortar-, y envió a sus mejores hombres a caminar los pasillos del Congreso.
Los obispos se pusieron al frente y, de paso, le marcaron la cancha al Gobierno, con el que sienten que ya no hay vuelta atrás. Es más: en la sede de la Conferencia Episcopal están convencidos de que tanto el presidente, Mauricio Macri, como el jefe de Gabinete, Marcos Peña, están a favor del aborto, pero no lo admiten por fines políticos. “Jorge me decía que ellos sólo hacen y dicen lo que le marcan las encuestas, y esa es la diferencia más profunda que tiene con el duranbarbismo”, contó el ex vocero bergogliano, el padre Guillermo Marcó, en una nota con NOTICIAS. La trunca relación Vaticano-Casa Rosada, que nunca fue buena, es otra víctima fatal de este debate. “No creo que venga el Papa a Argentina”, aseguró el recién nombrado obispo de La Plata, Víctor Fernández, íntimo de Francisco, horas antes de que se vote la ley en Diputados. Caso cerrado.
Otra conclusión importante es el liderazgo de Oscar Ojea. A diferencia de lo que sucedía con la conducción anterior del Episcopado, que no lograba un acatamiento total de la tropa, el obispo de San Isidro consiguió –con una pequeña ayuda de su amigo en la Santa Sede- ralear a una hueste diezmada, dividida, y con la moral baja. Todo bajo la mano decidida y vertical de Ojea, que a su vez le responde con absoluta fidelidad a Francisco. “Ya no es un Episcopado: este es el ejército del Papa”, aseguran desde la Secretaría de Culto, donde esta semana entró en actas Alfredo Abriani, hombre cercano a Marcos Peña. El joven funcionario reemplazó a Santiago de Estrada, un histórico en la relación Estado-Iglesia que dejó la conducción de la Secretaría, aunque seguirá asesorando al Gobierno.
La ayuda de “el obispo”, como muchos conocen a de Estrada, será importante en los días por venir, tanto para el Gobierno como para el clero. Es que la ola naranja es otra que parece difícil de detener por mucho tiempo: al debate por la ley del aborto se le sumó el de la separación Iglesia-Estado. En este tema los curas también desconfían del Gobierno, y no olvidan que fue Peña quien habló del sueldo de los obispos en marzo de este año, en un informe de gestión ante el Congreso. Desde el Episcopado sienten que esa aclaración no fue casual.
Es difícil de prever que posición formal va a tomar la Iglesia. El dinero que el Estado les gira al año es menos del 10% de sus ingresos, por lo que no sería una pérdida irremontable. Más de un obispo está empezando a imaginar las cuentas de su diócesis sin ese sueldo, y, aunque llame la atención, más de un cura se pronunció a favor de la separación. “No nos cambia la balanza y nos trae cientos de problemas”, razona un cura con bastante actividad en las redes y con llegada al Vaticano. Donde el tema se pondrá más espinoso es con la financiación de las escuelas católicas, donde el Estado llega a cubrir un 40% del gasto, pero varios consideran que ese tema podría no ser parte del debate por la separación de las instituciones. A ninguno le gustaría –ni les haría quedar bien- la imagen de un chico quedándose sin clases por esa pelea política. Pero para eso falta mucho, y por ahora, ganó la Iglesia. Eso sí: la votación contra la ley de la interrupción voluntaria del embarazo no se puede atribuir solamente a la Iglesia. Aunque sea el actor más fuerte y con vuelo internacional. Como dijo hace un rato nomás el Padre Marcó en una entrevista en TN: “Si el Papa quería jugar fuerte se tomaba un avión y daba una misa en La Matanza”.
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