La fórmula de gestión bautizada como “gobierno de CEOs” ya había muerto cuando el Presidente eyectó a los todopoderosos Quintana y Lopetegui. La salida de Caputo sería el réquiem para el gran sueño que vendió el PRO: estrellas de los negocios le enseñarían a la rancia corporación peronista cómo se saca a este país del barro. El saliente jefe del BCRA integraba aquel dream team con patrimonios jugosos supuestamente anticorrupción. Caputo fue el último exponente de aquel experimento, tan ingenuo como esperanzador, que Macri le ofreció a los argentinos, postulándose a sí mismo como garante de un staff adicto al Excel. Isela Costantini, Juan José Aranguren y hasta el propio Alfonso Prat-Gay nutrieron esa vidriera imbatible... mientras aguantaron.
La impericia sobradora oficial fue mellando la fe en ese nuevo credo antipolítico, que terminó depositándonos -una vez más- en el purgatorio del FMI. Ante cada fracaso, Macri fue tirando lastre humano para mantenerse cerca de las nubes. Pero el globo se desinfló igual, y ya casi no queda peso muerto por descartar. A Mauricio le llegó el momento de reinventarse, tirar su propio ego por la borda como último lastre, y encontrar un nuevo yo que le alcance por lo menos para el 2019. Su biografía prueba que sabe hacerlo. Solo que esta vez no alcanza con afeitarse el bigote.
* Editor ejecutivo de NOTICIAS.
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