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PERSONAJES | 22-05-2019 15:05

Gioconda Belli: "Sé lo que es reinventarse para sobrevivir"

Participó de la revolución nicaragüense y hoy ve con alarma cómo las historias se repiten. Firmenich y un abuelo junto al mar.

Cuando la palabra “intensa” aún no se usaba para absolutamente todo como ahora, Gioconda Belli ya lo era. ¿Una intensa “avant la lettre”? Precisamente. Una mujer criada entre los libros, las monjas, los secretos de familia y el mar, enviada a estudiar a Europa como pupila en Madrid –y como una pausa, cada verano– el refugio en casa del abuelo Pancho, a orillas del Pacífico y escuchando sus historias. El resultado es esta mujer notable, vestida de rojo y posada bajo un árbol a la espera del ritual de la pregunta y la respuesta. Gioconda Belli hace honor a su nombre – “Gioconda significa juguetona o mujer llena de gozo”, explica– y habla de “Las fiebres de la memoria” (Seix Barral), su última novela, una historia que mezcla la saga familiar con su talento para fraguar mundos adonde uno siempre quiere mudarse.

“Eso de los seis grados de separación entre los seres humanos es real. Cuando investigás para una novela lo ves”, arranca. “¡Es impresionante cómo se entrelazan las historias! Esa parte me encanta porque es… La magia! Una idea te lleva a otra y a otra, e hilvanás ese mundo. Sobre todo ahora que gracias a la Web tenés posibilidades que antes no. Podés ver el mapa de Nueva York de 1850, por ejemplo. Ver las calles, ver cómo se llamaba cada cosa, ver el hotel adonde se queda el protagonista…Y hasta el lugar adonde estaba la feria de un señor que mostraba gemelos, enanos, gente que se consideraba “monstruosa”.

Noticias: Claro, ahora la gente monstruosa no está en las ferias sino que la hacemos presidente de los Estados Unidos, o de otros países. A propósito, su hermano fue detenido mientras usted estaba en esta gira. ¿Por qué?

Gioconda Belli: Porque en Nicaragua tenemos prohibido manifestarnos. Salir a la calle en grupos está prohibido. O sea, prohibieron toda manifestación pública. Se ha generado una represión como no veíamos en Nicaragua desde el tiempo de (Anastasio) Somoza y que no veíamos en América Latina desde las dictaduras. Es espeluznante. Y esta gente desafió esa orden de no reunirse. Detuvieron a 104 personas pero al final las liberaron porque intervino el nuncio apostólico. Pero eso es lo que hacen ahora: capturan gente, la golpean, la torturan y la liberan. Tenemos 700 presos y hay mucha gente joven, muchachos de los barrios que capturan todos los días.

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Noticias: No luchó para esto…

Belli: No, por supuesto que no. De todos modos, hoy el primer lugar en la lucha no me corresponde ya a mí sino a la gente joven que es la que inició esta rebeldía. Hay una tendencia en América Latina de que no se le dé lugar a la gente joven, mientras los viejos quieren seguir y seguir y seguir. Tenemos un papel que jugar y lo estoy jugando todo lo que puedo. Tengo tres meses de andar viajando y reuniéndome con políticos y tratando de que se presione desde afuera. Adentro de Nicaragua también tengo un papel activo porque soy presidente de PEN (asociación mundial de escritores) y constantemente denunciamos y luchamos por la libertad de prensa.

Noticias: Volviendo a su novela, ¿qué la llevó a contar esta historia que se enlaza con su vida personal y familiar? ¿Por qué hablar de Margarita, la protagonista?

Belli: Porque ella –que existió en la realidad– además de ser muy bella, tenía fama de ser “de ñeque”, como decimos en Nicaragua. Esto es, fama de ser una mujer fuerte. Se queda viuda, con una hija y se hace cargo de la hacienda que heredó en un tiempo en el que las mujeres, por lo general, no lo hacían. Termina conociendo y casándose con este doctor que cura a su hija de la malaria. El viaje a caballo y lo demás lo inventé, al igual que la subjetividad del protagonista, Charles. Pero, como siempre digo, no es tan difícil para una mujer ponerse en los zapatos de un hombre porque nosotras los hemos investigado. ¡Profundamente! (Lanza una carcajada).

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Noticias: Sí, y los hemos fabricado un poco también…

Belli: Sí, claro, como también ellos nos han inventado a nosotras. Por eso lo que quise hacer con esta novela fue algo diferente. Porque a veces siento que me quieren meter en una casilla, en ese lugar de “La mujer que escribe esa literatura para las mujeres”. Esa “literatura femenina” que me parece un insulto para el escritor, para el lector y para la lectora, sobre todo. Porque es como si las mujeres –que leemos de todo– tuviéramos siempre que leer la novelita que habla de nosotras mismas y de nuestros problemas. Ojo, creo que se puede hablar de eso pero que no es lo único de lo que podemos hablar. Entonces quería una novela que desafiara a ese prejuicio pero que entrara a esa narrativa histórica que me encanta.

Noticias: El protagonista es un francés que viene a América huyendo de un crimen y buscando ser otro. ¿Qué le interesaba contar?

Belli: Esa búsqueda de la identidad. Mejor dicho: eso de perder una identidad para adquirir otra. Cómo muchas veces perder la identidad que tenías de cuna no es perderte, sino encontrarte. El hecho trágico que enfrenta mi protagonista lo obliga, de alguna manera, a confrontarse consigo mismo y a encontrar su verdadero ser. Eso me pareció importante y creo que es una experiencia mucho más común de lo que nosotros creemos.

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Noticias: ¿Por qué lo dice?

Belli: Porque en este mundo en el que viajamos tanto, en el que migramos tanto, la migración es también un fenómeno trágico. Ahorita en Europa todavía están con lo de Siria, ahorita de Nicaragua se han ido 50.000 personas. He vivido el exilio. Sé lo que es tener que vivir en otro lugar y en otro idioma, tener que contar otro cuento. Tener que reinventarte para poder sobrevivir. En Nicaragua he conocido hasta gente de las Brigadas Rojas que estaba refugiada allí. ¡Si hasta me he sentado con (Mario) Firmenich! Y es la primera vez que lo cuento. Te lo cuento a ti.

Noticias: Mmm, me parece que me está inventando…

Belli: No, que es cierto. Nunca lo conté antes. Un día llego al búnker de Somoza, el 20 de julio de 1989, y veo a un hombre rubito ahí, sentado en una mesa. Estaba tomando un café y él vino a tomar el café conmigo. Yo era bien chavala entonces. Empezamos a conversar pero no sabía quién era. Y había otra argentina que estaba recogiendo los retratos de Somoza, me acuerdo porque nosotros los habíamos quitado todos. Entonces pregunté quién era ese señor. “Mario Firmenich”, me dijeron. Así que después de haber conversado con él ya no volví a buscarlo. Me dio miedo (carcajada). Después, me vine a Europa…

Noticias: ¿“Me vine a Europa”? ¡Qué gran frase de exilio, sobre todo dicha en Buenos Aires!

Belli: (Carcajada) Quiero decir: me fui a Europa con Tomás Borges en uno de los viajes que hizo para visitar dignatarios. Entonces lo convencimos de que se quitara el traje militar porque se iba a ver en Francia y lo convencimos de que se pusiera saco y corbata. Vino un periodista de Le Monde, le hizo una entrevista y al otro día la publicó con este título: “El comandante Tomás Borges más bien parecía un vendedor japonés de electrodomésticos”. Se acabó de morir el hombre, se puso el uniforme y ya no hubo manera de que se lo quitara (risas). Eso quise contar en mi novela también: la historia de la pérdida del poder. Cómo un hombre que ha tenido poder lo va perdiendo y ver qué siente con eso. Cuál es su malestar.

Noticias: Su personaje tiene nueve hijos pero usted no se le quedó atrás…

Belli: Bueno, tengo cuatro. Soy perfil materno pero no soy una de esas madres-helicóptero que andan todo el día detrás de ellos. No soy una de esas madres que están siempre hinchándoles las p… a sus hijos. Pero, por la vida que me tocó vivir, tampoco tuve muchas chances de ser una madre sobreprotectora. Además, no creo en eso. Creo que la independencia es muy importante. Pero la independencia no se aprende: se vive.

Noticias: ¿Viven en Nicaragua?

Belli: No, las dos mayores viven una en Los Ángeles y la otra en Portland. Otro hijo vive en Costa Rica porque se tuvo que ir exilado, ahora. Mi hija más chica, que tiene 24 años, también vive en Los Ángeles. Soy, además, abuela de cinco. Mi hija mayor tuvo gemelos y una niña: la otra tiene dos niños. Y ahora se casa el varón y espero que tenga hijos. Porque tener nietos es la maravilla, es fantástico.

Noticias: Bueno, pero también, con una abuela con onda como usted debe estar buenísimo ser nieto. ¿Los lleva de viaje y esas cosas?

Belli: Todavía no porque están chiquitos, pero espero algún día poder llevarlos.

Noticias: Tuvo además un gran abuelo, según contó hace poco en Twitter.

Belli: Sí, me gustan mucho las redes, me permiten contacto y retroalimentación con los lectores. Ese abuelo que dices era Pancho, Francisco Pereira. Era una maravilla mi abuelo, tenía memoria fotográfica. Era alto, tenía una nariz bien larga y una piel muy delicada. Se le veían todas las venitas, que eran como los ríos. Yo les decía “los deltas”. Siempre andaba vestido de caqui y con una gorra de safari. Era historiador. Nosotros pasábamos los tres meses de las vacaciones en el mar y con él. Nos llevaba a la playa, nos acostaba en la arena a mirar el cielo y nos decía cuál era cada constelación. “Ahí está Sagitario, ahí está Aries, esas son Las siete cabritas”… Nos hablaba del solsticio de primavera y era una belleza mi abuelo porque además nos llevaba libros. Él me presentó a Julio Verne. Y “La mujer habitada” salió de un cuento que él me contó. Él me hablaba de las rebeliones indígenas y me decía que no era verdad que en Nicaragua, los pueblos se habían sometido. Me hablaba de una princesa que se llamaba Flor de Caña. Y era verdad. Entonces, imagínate cómo estaba con esos relatos, si tenía once años y todavía sigo fascinada con ellos.

Fernanda Sández

@Siwisi

por Fernanda Sandez

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