Tras las sorpresitas de último momento que en el fin de semana ofreció el cierre de listas electorales, queda interpretar el mensaje cifrado que esconde el panorama de candidaturas confirmadas. Especialmente revelador es el escenario que queda en la provincia de Buenos Aires.
En el ámbito bonaerense, se da un curioso efecto de espejos entre las fuerzas principales que compiten en el distrito, en los tres niveles más relevantes. Tanto en los casilleros de gobernador, vice y cabeza de lista de diputados, las coincidencias son sugestivas, entre boletas que supuestamente presentan ofertas antagónicas.
Empecemos por arriba. María Eugenia Vidal, Axel Kicillof y Eduardo Bucca no son iguales, es cierto, pero en un sentido denotan lo mismo: juventud, buena presencia y formación, perfil mediático (“Bali” Bucca es amigo notorio de Tinelli) y un CV típico de discípulo mimado de sus respectivas jefaturas políticas.
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Un peldaño más abajo, en el nivel de los vices, las simetrías se repiten. Daniel Salvador, Verónica Magario y Miguel Saredi representan simbólicamente la preocupación por “el territorio”, la reflexión política que surge de mirar un mapa de la Provincia. Magario y Saredi, no casualmente, operan en La Matanza, enclave que resume el indeleble karma bonaerense. Por su parte Salvador está sentado junto a Vidal por su pertenencia radical, partido que (además de completar la alianza oficial) conserva el feeling del Interior de la Provincia.
También hay convergencia identitaria en el renglón de los cabezas de lista para diputados nacionales por Buenos Aires. Para empezar, Sergio Massa y Graciela Camaño vienen del mismo palo, es más, hasta hace pocas horas militaban juntos en el Frente Renovador, contenido en el espacio de Alternativa Federal. Ambos vienen (y a veces vuelven) del PJ, al igual que su contendiente PRO, Cristian Ritondo. Los tres comparten, con sus estilos diversos, un modo de llevar su ADN justicialista: son y hablan como “metaperonistas”, con una distancia a la vez nostálgica y renovadora, en definitiva analítica, de la franquicia nacional y popular por excelencia.
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¿Qué puede interpretarse de este juego de espejos bonaerense? La lectura está abierta, pero queda claro que en la Provincia el peronismo es menos un partido que un modo de entender el pragmatismo político en un escenario de brecha social intensa y crónica. También que la renovación generacional, sea real o maquillada, es un punto obligado en el manual del nuevo candidato bonaerense. Y, por último, lo que la sociedad sospecha pero no se anima (o no encuentra aún el modo) de desenmascarar y castigar: la grieta que presuntamente cala hondo en la Argentina no decanta en la dirigencia política, que sigue compartiendo mañas, estilos, trucos y hasta los mismos jugadores, con camisetas de ocasión.
*Editor ejecutivo de NOTICIAS.
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