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COSTUMBRES | 30-07-2019 11:03

Kate Middleton: las guerras de la duquesa

Los rumores estallan en la Corte. La posible futura reina suma conflictos. Meghan Markle, infidelidades de William y molestas visitas reales.

La llegada de Kate Middleton, alias Catherine, Duquesa de Cambridge, esposa del príncipe heredero William y madre de George, Charlotte y Louis, a la familia real, fue la bocanada de aire fresco necesaria para resucitar la popularidad de la criticada monarquía británica. Dueña de una bella sonrisa y una mirada azul profundo, la morocha de origen plebeyo se convirtió en la niña mimada del público inglés que buscaba una nueva princesa para contrarrestar con su cuento de hadas las tensiones de una década política y social complicada. Con una tenacidad que supo poner a prueba durante su prolongado noviazgo y una piel endurecida por los embates de su familia política; nadie como ella puede dar fe de la veracidad de lo que acaba de confesar su cuñada, Meghan Markle: “Todo muy bien, pero (en la familia real) no te la ponen fácil”.

Convertida en toda una profesional en la alocada montaña rusa de la popularidad, aprendió de primera mano que el peor enemigo está dentro de casa. Por eso, con años de oficio, la primera plebeya que aspira a convertirse en futura reina de Inglaterra después de 350 años, decidió salir con los tacones de punta a dar batalla, sin importar el rango de los damnificados ni los daños colaterales. Que se cuiden los Windsor porque, según parece, hay una nueva y feroz participante en este suspicaz “juego de tronos”.

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Criando cuervos. Las malas lenguas aseguran que, a diferencia de Lady Di, Kate Middleton siempre quizo estar donde está. La mayor de tres hermanos, nieta de un minero e hija de dos empleados de British Airways que amasaron una fortuna con “Party Pieces”, un emprendimiento de artículos de cotillón y eventos infantiles; la chica es la típica representante de una clase media acomodada. Pero sus deseos de “pertenecer” pudieron contra todos y todas. Dicen que el príncipe William se enamoró al verla desfilar en lencería para un evento benéfico y que la Corona hizo lo imposible para demorar el anuncio del romance. Los amigos aristocráticos de Will se burlaban de sus orígenes familiares aeronáuticos y según el biógrafo de la realeza, Andrew Morton, desde los primeros días de su relación, William solía tratar a Kate “como una sirvienta, más que como a su novia”.

Según palabras del autor, el hijo mayor de la Princesa Diana se comportaba “brusco” con ella. “En público, la menospreciaba, ni la miraba, ni la presentaba y ella se quedaba como un objeto inanimado”, cuenta Morton. Durante años soportó a paparazzis insolentes, ninguneos reales y reticencias de parte de su novio. La bautizaron "Waity Katie" por la paciencia con que soportó las fiestas y conquistas en las que solía sumergirse su prometido, sin claudicar.

Pero, al contrario de la princesa Diana, a quien le dolían profundamente las críticas y tenía una relación de amor-odio con la prensa, Kate ya mostraba su madera de reina con una actitud pública a pura sonrisa, poniéndose a la cabeza de varias causas benéficas. La perseverancia y el amor tuvieron su recompensa y la pareja, después de una ruptura, se reconcilió en 2008 para casarse tras casi un década de noviazgo.

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Vida real. Expuesta en carne viva ante la mirada de la prensa (llegó a tener cuatro notas en el Daily Mail sobre el depilado de sus cejas), el nuevo personaje de la realeza, tuvo más de un 70% de aprobación popular y un gran apoyo para ser la proxima Reina frente a su contrincante natural, la condesa Camila, esposa del Príncipe Carlos. Sin embargo, Kate Middleton bien sabe que a pesar de ser -por ahora- la bien querida, en Buckingham no se puede dormir tranquila.

Según trascendió recientemente en el libro "Juego de coronas" del escritor Christopher Anderson, Camila orquestó un plan para impedir que Kate se casara con el príncipe William, alentando a Carlos para que rompiera la relación, porque no la consideraba digna de la familia real."Ella es una aristócrata, y siempre se había considerado a sí misma como la heredera de Alice Keppel, su bisabuela, que era la amante de Eduardo VII", explica Anderson. Pero lo que no midió Camila es que esta vez no se enfrentaba a una chica tímida y conflictuada como Diana, sino a una mujer tenaz y decidida.

Desde su casamiento, Kate no dudó en utilizar las joyas y looks de Diana, para que la gente la identificara con ella y tal vez, también, para avivar el mal recuerdo popular sobre quien supo ser su rival, Camila.

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Además, durante las últimas dos décadas, los ingleses habían esperado la llegada de una nueva Diana, un papel para el que Kate Middleton poseía todos los condimentos necesarios. Bella, simpática y respetuosa del protocolo, muy pronto se convirtió en la nueva princesa del pueblo.

Sin embargo, justo cuando se acostumbraba a la tiara, llegó Meghan Markle para arruinarle la fiesta. Derrochando su glamour de Hollywood, su espíritu independiente y sus detalles de chica sufrida, Meghan calzó perfecto con la sociedad inglesa que buscaba alguna forma de mostrar al mundo que no era tan cerrada y prejuiciosa como parecía.

Bi-racial, moderna, sin prejuicios y activista de varias causas sociales y ambientales (la organización protectora de animales PETA la tiene como su preferida por su boicot a las cacerías, algo que se enfrenta al aval explícito de Kate a esa tradición inglesa), la nueva duquesa de Sussex es toda una especialista a la hora de valorar el efecto de la prensa. Según dicen, habría contratado a un experto en redes para ayudarla a aumentar los seguidores de “Sussexroyal” la cuenta de Instagram que ella y Harry crearon en abril, para competir con la página de “Kensingtonroyal” que pertenece a Kate y que hasta el momento tiene casi 1 millón de fans más que la suya.

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Meghan amenazó con robarle el centro de atención. Pero Kate, con arte soberano, le demostró que en asuntos de nobleza los reflectores eran todos para ella. Capaz de dejarla “pisar el palito” en más de una ocasión protocolar, Kate no la invitó al festejo de su último cumpleaños el pasado 9 de enero y se asegura de que quede en segunda fila cada vez que se muestra la familia real en alguna foto oficial. La futura reina ha demostrado siempre con su lenguaje corporal lo que su sonrisa disimula. Hasta en la foto del bautismo de Archie, su sobrino, parece estar en posición de fuga.

Otras guerras. Pero Meghan no fue la única a la que la duquesa de Cambridge le mostró los dientes. A su ex amiga Rose Hanbury, marquesa de Cholmondeley, de quien se rumoreó habría tenido un romance con William mientras Kate estaba embarazada de su ultimo hijo, Louis; le declaró la guerra total. Durante la recepción que la reina dio con motivo de la visita del Presidente Trump, relegó a Rose al último lugar y evitó todo contacto con ella. Así la convirtió en una paria del mundo aristocrático.

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A la Reina Letizia de España no la trató mucho mejor cuando la corona inglesa distinguió al rey Felipe con la Orden de la Jarretera en una ceremonia en Windsor. A la vista del mundo, evitó la reverencia protocolar correspondiente (después se dijo que tal reverencia había existido pero lejos de las cámaras) y casi no le dirigió la palabra en el tradicional paseo en carroza que las unió, aunque luego se justificó la parquedad alegando que a la duquesa los paseos en carroza la marean.

Para desestimar los rumores y mostrar que se hizo la paz entre las cuñadas, en la final femenina de Wimbledon, hace unos días, (protagonizada por la norteamericana Serena Williams), Kate y Meghan se sentaron juntas, rieron y dieron lo mejor para la cámara.

Pero, en verdad, nadie sabe a ciencia cierta cuál es el tipo de relación que tienen ambas duquesas hoy en día, a puertas cerradas. Como nadie puede predecir tampoco, por ahora, cual será el rostro que muestre Kate Middleton a amigos y enemigos, cuando finalmente coloque la Corona sobre su cabeza y se convierta en reina.

por Gabriela Picasso

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