Sus seguidores la abrazan, le piden que les firme el libro, la besan y le imploran que deje de fumar. Elisa Carrió accede a todo por su “platea de la tercera edad”, como llama a quienes van a verla, menos a la última petición. Se prende un cigarrillo cada vez que puede y lo abandona a la mitad, para empezar con otro luego.
“Lilita” hizo caso omiso a la campaña de Cambiemos y se diagramó su propia gira para presentar su libro “Vida”, en la previa de las PASO. Recorrió la provincia de Buenos Aires y terminó el miércoles 31 de julio en San Fernando. “No hay nada más en agenda hasta después de las primarias”, dicen en su entorno. Allí federalizará la presentación: piensa arrancar por el norte del país.
En el Gobierno sólo cuentan con ella en esporádicas situaciones. “Nosotros la invitamos a las recorridas y ‘Lilita’ decide si va o no”, revelan. Incluso, para mostrarse unidos, varios de los dirigentes más importantes de Cambiemos fueron a verla al complejo teatral San Martín de la calle Corrientes, cuando presentó “Vida” en Capital Federal. En primera fila estuvieron Marcos Peña, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli. “Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”, bromeó un funcionario de Ciudad. De aquel encuentro quedó una foto que se sacaron todos juntos en un pasillo del teatro.
Ni siquiera la editorial puede opinar demasiado sobre sus presentaciones, en las que mezcla anécdotas del libro, apoyo a candidatos locales y denuncias varias. “Ellos sugieren, Carrió decide”, responde uno de los involucrados en la gira.
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Las llegadas de “Lilita” a las diferentes localidades no están exentas de polémica. En una de sus últimas presentaciones, en Azul, denunció que La Cámpora “vendía pólvora y armas y se armaba” en Fabricaciones Militares de esa ciudad. Rápidamente, salieron a repudiarla. Esa empresa debió cerrar definitivamente el 1 de febrero de 2018, dejando 200 trabajadores en la calle. Sus picantes declaraciones tocaron una fibra íntima de los ex empleados.
Sus declaraciones desafortunadas se vienen acumulando desde que empezó a recorrer las provincias para colaborar con las sucesivas campañas a gobernador. En Santa Fe acusó sin resquemor al derrotado candidato socialista, Antonio Bonfatti, de socio de la banda narco Los Monos. En Córdoba, dijo que “gracias a dios murió De la Sota”, provocando el repudio de la oposición y de muchos aliados.
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Marcos Peña, principal interlocutor de “Lilita”, le da vía libre para que desarrolle su propia campaña. Pero que sea la más inorgánica adentro del Gobierno genera recelos. Sobre todo cuando dispara hacia adentro, como hizo en su última entrevista televisiva con Viviana Canosa: “El Gobierno tiene que cambiar muchas cosas” sentenció, como si ella no formara parte de la coalición.
La jugada. Son muchos los funcionarios en Casa Rosada que aún se sorprenden por los desplantes de Carrió. Le dieron todos los lugares que pidió en las listas, de modo que la Coalición Cívica podría ampliar su bloque de 10 a 15 diputados propios, pero ni así lograron domesticarla. En más de un distrito, incluso, hicieron malabares para acomodar a los demás candidatos sin postergar a ningún “lilito” por miedo a su reacción. Por eso, quizás, esperaban una mayor obediencia: grueso error.
Se dieron cuenta pocos días después, cuando la invitaron al lanzamiento oficial de la campaña. El 10 de julio, Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto y todos los dirigentes importantes de Juntos por el Cambio se reunieron en Parque Norte. Todos, menos Carrió. Le hicieron llegar la invitación, pero se negó. “Yo no soy candidata”, les dijo. “Nunca voy a actos grandes”, contestó ante las insistencias. Ese día se quedó trabajando en su nueva casa de Exaltación de la Cruz.
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Ese nuevo hogar que estrenó hace pocos meses y que, asegura, no terminó de pagar, es donde quiere pasar la mayor parte de su tiempo. “Tuve que hacer un libro para poder hacerle frente a las deudas”, bromea ante los suyos y celebra que su libro se mantenga en los primeros puestos de los más vendidos, aunque esté muy por detrás de Cristina.
Su nueva casa del club de campo Chacras de la Cruz, que tardó seis años en construir, será su lugar de reposo una vez que se retire, lo cual, dice, será más pronto que tarde. De hecho, esta sería su última campaña como política activa. “Quiero pasar más tiempo con mis amigos, que ya están grandes, y viajando de pueblo en pueblo”, dice la diputada a su entorno cuando piensa qué pasará una vez que termine su mandato, en 2021.
Carrió cree que su trabajo está hecho. “Ya pusimos de pie la República”, dice en sus charlas, luego de hacer un análisis de su carrera política: “Si yo hubiera sido cínica y amable con los empresarios, hubiera sido presidenta. Pero no lo fui y por eso soy libre”, sentencia.
Confía en que está mejor de salud, aunque sigue sin cuidarse a pesar de la insistencia de los médicos y de las súplicas de sus seguidores. “Pero si estoy espléndida”, reniega cuando le piden que suelte los cigarrillos.
Carrio es ingobernable. Y el Gobierno lo supo por enésima vez.
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